Dom
5
May
2013

Homilía VI Domingo de Pascua

Año litúrgico 2012 - 2013 - (Ciclo C)

Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde.

Comentario bíblico
de Fr. Gerardo Sánchez Mielgo - (1937-2019)



Primera lectura: (Hechos 15,1-2.22-29)

Marco: El marco general es el así llamado Concilio de Jerusalén: la reunión de la asamblea, los graves problemas que la provocaron y la resolución final dirigida a los hermanos de Antioquia.

Reflexiones

1ª) ¡La libertad del Evangelio no se puede anular ni recortar!

El problema clave era el siguiente: ¿basta con la fe en Jesús y la recepción del bautismo para entrar en la Iglesia y participar de la salvación realizada en Cristo o es necesario pasar primero por el judaísmo asumiendo su prácticas como son la circuncisión y el cumplimiento estricto de la ley de Moisés?. Se cuestionaba la libertad del Evangelio aportada por Jesucristo y predicada por Pablo y Bernabé que dio acceso a los gentiles a la Iglesia. Volver a las prácticas judaicas, anulaba la fuerza salvadora de la Cruz o, cuanto menos, la reducía gravemente. En Antioquia, evangelizada por los Diáconos huidos de Jerusalén después de la muerte violenta de Esteban, hay una comunidad que vive del espíritu de los helenistas muy semejante al de Pablo. Estaba en peligro la unidad de la Iglesia. Por eso deciden enviar a Jerusalén algunos hermanos con Pablo y Bernabé para exponer la grave situación a los apóstoles y que dictaran la línea a seguir en el futuro. Es necesario hoy también volver a la pureza del Evangelio de la gracia y de la libertad en Cristo Jesús que exige una fidelidad que puede conducir al martirio. Es más exigente la libertad evangélica que el aferrarse a determinadas prácticas que podrían significar un refugio y un consuelo fácil.

2ª) ¡La comunidad cristiana también tiene una palabra que decir!

Los apóstoles y los presbíteros con toda la Iglesia acordaron entonces elegir algunos de ellos y mandarlos a Antioquia con Pablo y Bernabé. El pueblo de Dios también tiene una palabra y la toma en aquellas discusiones y decisiones definitivas para el futuro de la evangelización y de la Iglesia. La Iglesia toda escucha el informe de Pablo y Bernabé y asume su propia responsabilidad. Una Iglesia reunida con los presbíteros y con los apóstoles. Todos dialogan, comparten, oran, sufren y esperan. Jesús quería que su Iglesia fuera una y viviera en la comunión para que el mundo pudiera creer en su misión salvadora. Ahora se encuentra en la situación de asumir aquellas palabras expresadas, como un profundo deseo y plegaria, en el discurso de la Cena (Jn 17). Evidentemente, cada uno cumple su tarea. La última palabra la tienen los apóstoles y los presbíteros porque gozan de un carisma singular concedido por Jesús y por el Espíritu en servicio de la comunidad local y universal. Finalizadas las discusiones y los informes, el autor de Hechos nos recuerda que juntos llegaron a un acuerdo y a unas decisiones que tranquilizarán a los hermanos de Antioquia y asegurará la paz y la comunión en la comunidad, por una parte; y, por otra, dejarán la puerta abierta para ulteriores viajes misioneros entre los paganos.

Segunda lectura: (Apocalipsis 21,10-14.22-23)

Marco: El contexto: derrota de los poderes del mal que persiguen a la Iglesia y triunfo final de la Iglesia de Jesús, de la Iglesia de los mártires. El tema de hoy es la descripción de la nueva Jerusalén como destino y descanso final de los testigos de la fe que perseveraron hasta el final.

Reflexiones

1ª) ¡La belleza de la ciudad celeste como última expresión de la ternura y generosidad de Dios!

Me enseñó la ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del cielo, enviada por Dios, trayendo la gloria de Dios... En las Escrituras que venimos proclamando durante esta cincuentena pascual se intenta orientar la mirada y el corazón de los oyentes hacia la meta final, fruto de la muerte y resurrección de Jesús. El acontecimiento pascual está proyectado hacia el futuro glorioso a la vez que alienta la peregrinación actual de la Iglesia. El autor intenta alentar a los perseguidos con la esperanza gozosa al final del camino y para ello recurre a la simbología y a las imágenes. Es necesario insistir en este doble plano en el que se mueve el autor para evitar dos peligros: rechazar su mensaje, porque se nos puede antojar fantasioso, o tomarlo al pie de la letra y caer en desviaciones que se han producido, más de una vez, en la historia. La meta de la Iglesia perseguida es llegar a un estado (no un lugar) en el que la vida es definitiva y la alegría desbordante por encontrarse en comunión con Dios y con el Cordero resucitado y glorificado. Pero esto había que expresarlo en imágenes visuales y eligió la de una ciudad fuerte, amurallada y rica en bienes y dones. Una y otra vez la Palabra de Dios invita a los lectores actuales a no perder la tensión que conduce hacia esa meta. Es necesario pasar por la persecución, pero está garantizado el final. Como ocurrió en Jesús ocurrirá en su Iglesia: el camino de la pasión conduce a la gloria de manera segura y firme.

2ª) ¡La luz y la gloria de Dios envuelven a la ciudad celeste y sus habitantes!

La ciudad no necesita sol ni luna que la alumbre, porque la gloria de Dios la ilumina y su lámpara es el Cordero. En la Jerusalén celeste Dios lo será todo en todos. Él solo basta para saciar los anhelos de felicidad que el hombre lleva en su corazón. Recordemos las palabras de san Agustín: nos creaste para ti, Señor, y nuestro corazón no encontrará el sosiego hasta que descanse en ti. Y también se presenta esta realidad envuelta en las imágenes de la luz, símbolo muy querido por la Escritura. El autor se imagina que Dios está envuelto en una luz pura y sin sombra alguna, porque las tinieblas son símbolo del mal, de la desdicha, de la muerte, y todo ello está ausente de Dios. La imagen de las sombras de la muerte recurre frecuentemente en la Escritura. En el extremo contrario de las tinieblas se encuentra la luz inmarcesible de la gloria de Dios que simboliza su presencia gozosa, el bienestar y todos los bienes que Dios ofrece para llenar el corazón del hombre. Estas imágenes nos permiten atisbar la realidad del triunfo final en aquel estado en que Dios lo es todo en todos.

Evangelio: (Juan 14,23-29)

Marco: El contexto es el discurso de despedida de Jesús con sus peculiaridades y características. El contexto más concreto se centra en la vuelta de Jesús, el segundo anuncio del Paráclito y una síntesis del discurso en su globalidad.

Reflexiones

1ª) ¡Para el itinerario terrestre, la Iglesia y cada discípulo de Jesús cuenta con la compañía amorosa de los tres!

El que me ama guardará mi Palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. Jn 14, 15 y 16 son los textos trinitarios más rumiados y pensados del Nuevo Testamento. El Padre vela por su familia con amor, solicitud providente y ternura. El Hijo promete volver y quedarse con la comunidad para siempre durante el itinerario que ha de realizar en la historia. El Espíritu vendrá a estar, a habitar, a enseñar y acompañar el testimonio de la Iglesia. En la espiritualidad de la escuela joánica el verbo «permanecer» significa presencia, inhabitación y mutua relación y, a la vez, firmeza y seguridad. Es una respuesta admirable a la sensación de soledad que pesa sobre los discípulos por la marcha de su amigo y maestro. Era necesario dar seguridades a los discípulos para la misión que se les encomendaba. Los tres estarán, con toda seguridad, en la Iglesia para siempre y de modo permanente. En la intimidad de cada uno y de todos juntos. Dios no se ha ido ni se va de este mundo. Es necesario, en nuestra evangelización, invitar una y otra vez a los hombres y mujeres que ese Dios cercano sigue presente pero respetuoso. El mundo necesita el encuentro con ese Dios que habita en medio de su pueblo y en medio de la humanidad en la cotidianidad de la vida.

2ª) ¡El Espíritu, enviado por el Padre y Jesús, enseñará y actualizará siempre el Evangelio!

El Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho. En el fragmento que hoy proclamamos se centra en dos actividades importantes: enseñar y recordar. La actividad docente del Paráclito continúa la actividad docente de Jesús. No enseña el Espíritu contenidos nuevos añadidos al Evangelio de Jesús. En efecto, el Evangelio es único y no hay otro bajo el cielo. El Evangelio del Reino proclamado por Jesús y el Evangelio de Jesús el Señor proclamado por la Iglesia es el mismo en dos etapas sucesivas. La actividad docente del Paráclito consiste en llevar a los discípulos y a la Iglesia al núcleo de la enseñanza de Jesús. Se trata de una enseñanza interpretativa, profundizadora y animadora. Quizá un ejemplo lo clarifique mejor. Jesús afirma en el sermón de la montaña: cuando oréis, dirigíos a Dios como vuestro Papá. Sólo el Espíritu Santo será el encargado de llevarlos al núcleo de esta realidad. Otro ejemplo también del sermón de la montaña. Jesús afirma que han de amar a los enemigos. Eso no lo entendieron los apóstoles y discípulos cuando oyeron a Jesús por que les desbordaba. Sólo el Espíritu Santo es el encargado de interpretarles, de conducirles a la verdad de este precepto que Jesús mismo practicó en la cruz. La segunda tarea, es el «recuerdo»: fidelidad al Evangelio y creatividad para hacerlo creíble, fiable y eficaz en todos los tiempos y en todas las circunstancias en que se encuentren la Iglesia y los hombres.

3ª) ¡Los amigos deben alegrarse del bien de su Amigo!

Si me amarais os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Jesús abre su corazón a sus discípulos. En el clima conseguido por la escuela joánica en su singular y personal reflexión e interpretación de los últimos momentos de Jesús en la tierra, podemos leer estas palabras. Ya sabemos que este discurso es una composición de la escuela joánica recurriendo a elementos que pertenecen, según el testimonio de los otros evangelistas, al ministerio terreno de Jesús. Lo peculiar de Juan es haberlos conjuntado en un solo discurso, haberlos relacionado con la Cena y ponerlos en gran parte en labios del Jesús resucitado que vuelve a su comunidad y la alienta para el futuro que le espera y para la misión a la que es destinada. Es un discurso apropiado para leer durante la cincuenta pascual. Para leerlo y meditarlo, porque sigue siendo una palabra necesaria hoy. Los hombres necesitan que la Iglesia y cada creyente demos testimonio de la amistad que nos ofrece Jesús. Si me armarais os alegraríais de mi destino, en primer lugar, y del vuestro en seguimiento mío. En un mundo atraído y preocupado en demasía por la eficacia y el provecho personal, estas palabras que describen la verdadera amistad podrían abrir horizontes de realización humana insospechados.

Fr. Gerardo Sánchez Mielgo

Fr. Gerardo Sánchez Mielgo
(1937-2019)