Sáb
3
Abr
2021

Homilía Vigilia Pascual

Año litúrgico 2020 - 2021 - (Ciclo B)

¿Buscáis a Jesús? No está aquí. Ha resucitado

Pautas para la homilía de hoy


Evangelio de hoy en audio

Reflexión del Evangelio de hoy

Será la noche clara como el día, la noche iluminada por mi gozo

Si lo hemos seguido con atención, el pregón pascual habrá tensado una vez más nuestros espíritus para entrar en comunión con el Dios de la vida que ha resucitado a Jesús. Esta no es, en efecto, una noche más, sino el preludio del alborear de un día definitivo en la experiencia de los creyentes. Nuestra confianza no está puesta en un héroe muerto, sino en el Hijo Resucitado.

Nuestra vida y nuestra muerte están transidas de esperanza. El Resucitado nos abre a todos y cada uno las puertas de la vida. Nada es ya lo mismo después de la resurrección de Jesús: podemos mirar hacia adelante con sano optimismo. Lo que ocurrió esta noche en la persona de Jesús ocurre también en las personas de sus seguidores. No se nos ha dado la vida para arrebatárnosla en la muerte. Se nos ha dado para experimentarla en su plenitud. Ahora y en el ahora de Dios que no tiene límites de espacio y de tiempo.

En el bautismo hemos muerto y resucitado con Él para vivir como Él vivió y para vencer con Él la presencia y las obras de la muerte.

Vio Dios todo lo que había hecho: y era muy bueno

Tras la proclamación del pregón pascual, varios pasajes del Antiguo Testamento nos introducen en la historia de los gestos de Dios que preparan un mundo benévolo para los humanos. La historia, pese a tanta desgracia que guarda en su seno, es una historia de salvación.

Comenzamos con el Génesis y su relato de la creación. Para disgusto de quienes creen que solo las ciencias penetran la realidad y la ponen al alcance de nuestras mentes y nuestras manos, el Génesis no describe el origen de los seres, sino el sentido que todos ellos tienen para nosotros desde el punto de vista de Dios. Donde hay vida es porque allí está Dios dándole densidad y sentido.

Y vio Dios que cuanto había hecho era muy bueno. Aunque los humanos confundiéramos, desde los orígenes, lo bueno con lo útil, la belleza con el poder. Y así introdujimos, y seguimos introduciendo hasta hoy, desequilibrios en la naturaleza y en la vida personal y social.

Pero Dios no se resigna ante las situaciones de servidumbre y humillación que a su pueblo le tocó vivir. En el Éxodo se cantan las acciones del Dios liberador y libertador. Él acompaña a la suyos en las luchas por la libertad y alimenta su esperanza de lograr una tierra nueva, una tierra en la que habite la justicia.

Más adelante, las palabras de los profetas que sostienen la fe y la esperanza en una alianza nueva: “Arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne”: el Dios que nos hizo hombres y mujeres nos quiere hombres y mujeres en profundidad, que apostemos por nuestra dignidad y que nos sintamos concernidos por la dignidad de los demás, nuestros hermanos.

Nuestra existencia, unida a Él en una muerte y resurrección como los las suyas

Pablo cierra ese largo peregrinar por el Antiguo Testamento y en la carta a los Romanos describe nuestra vida como vocación cristiana. Evocar lo que Jesús experimentó provoca en nosotros el deseo de vivir una vida nueva. La novedad consiste en abandonar las viejas costumbres y abrirnos a una vida como la suya. Siempre estamos a tiempo de cambiar y de incorporar a nuestro mundo de valores los valores de Jesús y a nuestra red de compromisos los compromisos de Jesús

¿Buscáis a Jesús? No está aquí. Ha resucitado

Cierra la liturgia de la Palabra el relato de Marcos, que comienza recogiendo un sentimiento muy humano: el deseo de aquellas mujeres de conservar el cuerpo de Jesús y la confianza en que alguien les ayude a correr la piedra. Pero cuando acceden al sepulcro esas pretensiones tan comprensibles quedan fuera de lugar: la piedra ya está corrida y el sepulcro está vacío. Un joven ataja sus temores y les asegura que el Resucitado irá por delante de los discípulos a Galilea. Nada ha salido como ellas programaron sino como el Padre ha decidido.

La resurrección de Jesús es lo nuclear de nuestra fe. La muerte no es un triste final, sino un gozoso continuar de la vida en su presencia. No hay testigos del momento de la Resurrección, pero sí ha habido y hay miríadas de testigos del encuentro inesperado y renovador con el Resucitado. El Padre confirma la vida y las palabras de Jesús cuyo amor es, en verdad, más fuerte que la muerte.

Celebrar la Pascua es vencer la muerte, abrirnos al amor, al amor a Dios y a los otros como a todos amó Jesús, y a entregarnos a promover la dignidad y el gozo de toda vida, de cualquier vida, como se entregó el Señor. ¡Feliz día de Resurrección!