Dom
26
Ene
2014

Homilía III Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2013 - 2014 - (Ciclo A)

Convertíos, porque está cerca el Reino de Dios

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

  • Habitaban tierra de sombras, y una luz les brilló

Esta cita está tomada del llamado libro del Emmanuel.

Nos situamos en el contexto histórico en el que Isaías pronuncia esta Palabra de Dios.

Desde la división del reino de Israel en dos, los que pertenecían al reino del norte, (reino de Israel o Efraín), se habían ido alejando de la Alianza por culpa de sus reyes que, para evitar que acudiesen al templo de Jerusalén, construyeron templos en los altos, en ellos ejercían el culto sacerdotes ilegítimos, que no eran de la tribu de Leví, de este modo profanaron el culto al Dios de Israel.

Aunque el profeta Isaías pertenece al reino de Judá, lanza su oráculo al reino de Israel.

Israel se había unido al rey de Siria y juntos pretenden atacar al rey de Judá para apoderarse de él y poner en su trono al hijo de Romelías, con lo cual quedaba destruida la dinastía de David, sobre la que descansaban las promesas de Dios.
En el capítulo anterior, el profeta ya había anunciado al rey Ajaz que no les tuviera miedo, efectivamente, los Sirio-efrainitas, fueron derrotados por el rey de Asiria, desapareciendo para siempre el reino de Efraín. Si la voz de los profetas se había alzado para anunciar esta destrucción por su mala conducta, ahora, Isaías, anuncia buenas nuevas, porque Dios nunca abandona a su pueblo.

La palabra de Dios es siempre palabra de salvación, el profeta llama a esas ciudades del Norte “Galilea de los gentiles”, aunque alejados de Jahweh, son amados por Él, y les anuncia: “El pueblo que habitaba en tinieblas vio una gran luz”, a las tinieblas de muerte, llega la luz de la vida, haciendo alusión a la luz con la que Gedeón venció a los enemigos de Israel (cf Jc 7). Algo grande va a suceder en esa región, Dios, va a llenar de alegría a todos sus habitantes. En medio del caos nacerá la luz, saldrán de la miseria y de la guerra, volviendo con gozo, como el segador que recoge la cosecha, esto sucederá por la presencia de un niño que quebrantará la mano del opresor y será llamado “Príncipe de la paz”. Vendrá la paz para Israel.

Las tinieblas, símbolo de la nada, del vacío, de la esclavitud, se transformarán en luz, alegría, liberación que Dios otorgará a Israel.

El salmo 26 es la respuesta gozosa a esta liberación: “El Señor es mi luz y mi salvación ¿A quien temeré?”

Si nuestra fe es firme, si confiamos en Dios, nada podrán nuestros enemigos, Él es nuestra salvación.

  • “En nombre de nuestro Señor Jesucristo os ruego: poneos de acuerdo y no estéis divididos”

Es el grito de Pablo ante la división de los cristianos que defienden más al portavoz del Evangelio que el mensaje de seguir a Cristo.

La Iglesia es Santa, porque Cristo, su fundador es Santo, pero es pecadora porque cuantos la formamos somos pecadores; por eso, a lo largo de la historia de la Iglesia se suceden rupturas y divisiones, no precisamente por seguir a Cristo, sino, porque muchas veces queremos imponer nuestros criterios sobre los de los demás, por soberbia y orgullo. Esto es lo que reprocha Pablo a la primitiva comunidad de Corinto, lo importante es seguir a Cristo que es quien ha dado la vida por todos y Cristo no está dividido. Jesús pidió al Padre: “Que sean uno como Tu y Yo somos uno, para que el mundo crea que Tú me has enviado”.

Pablo se encuentra con un problema en el que él mismo está involucrado; los Corintios defienden cada uno a aquellos de quienes han recibido la Buena Noticia de Jesús, Pablo recuerda: la fe es adhesión a una persona, Cristo, no a sus portavoces, por eso Pablo clama: ¿Acaso ha muerto Pablo por vosotros?, ¿Está dividido Cristo?; ¿Habéis sido bautizados en nombre de Pedro?

No cabe duda que el defender distintas posturas para lograr acercarnos cada vez más a la Verdad es bueno, pero lo importante es que todos converjan en el mismo centro “Cristo” único que ha dado su vida por todos y nos ha salvado.
El mensaje debemos llevarlo con sencillez, como Pablo que afirma haber anunciado el Evangelio, no con sabiduría de palabras, para no hacer ineficaz la Cruz de Cristo. Así debe ser nuestro anuncio como lo hacía Pablo no con sabiduría humana sus palabras fueron “Una demostración del Espíritu”. Para que nuestra fe se fundamente no en la sabiduría del hombre, sino en el poder de Dios”(cf.1 Cor 2,10ss.).

  • “Convertíos porque está cerca el Reino de los cielos”.

Recordemos que el Evangelio de Mateo tiene una intencionalidad clara, demostrar a los judíos que Jesús es el Mesías prometido en las Escrituras.

En esta oportunidad, nos dice cómo, Jesús, comienza su predicación llamando a la conversión porque: “Esta cerca el Reino de los cielos”, situando a Jesús en Cafarnaúm, precisamente la zona donde, desde la repartición de la tierra en tiempos de Josué, habitaban las tribus de Zabulón y Neptalí, una zona marginal, la “Galilea de los gentiles” como nos ha dicho Isaías. En esa Galilea de los gentiles está Nazaret, “De Nazaret puede salir algo bueno? dice Natanael en el Evangelio de Juan, y es ahí donde brota la luz de Cristo para iluminar a todos los pueblos.

Su mensaje es claro: “Convertíos porque está cerca el Reino de los cielos”. Recordemos que el reino de los cielos, es el reino de Dios, los judíos lo nombran así, para cumplir mejor el segundo Mandamiento de la Ley, que ordena: “no tomarás el nombre de Dios en vano”. Así nombran al que habita en el cielo.

Jesús comienza su predicación en las zonas marginales, anunciando que el Reino de Dios está cerca.

Para abrirle el camino, para que llegue en plenitud, necesitamos una sincera conversión.

El contenido central del Evangelio es que el reino de Dios está cerca.

Benedicto XVI en su libro de Jesús, (II tomo), afirma que esta expresión: Reino de Dios, aparece 122 veces en el Nuevo Testamento, de ellas 99 se encuentran en los evangelios sinópticos y 90 están en labios de Jesús. A pesar de ello, Jesús nunca ha dado una definición de lo que es el Reino de Dios, generalmente habla de él en parábolas (“El Reino de los cielos se parece a ”: El sembrador, el trigo y la cizaña, el grano de mostaza, la perla perdida, la red barredera, la levadura en la masa, el tesoro escondido etc.) y, sobre todo, en su primer discurso evangélico: “Las Bienaventuranzas” que son el Sermón del Reino. A lo largo de la historia de la Iglesia siempre ha surgido la pregunta ¿Qué es en realidad el Reino de los cielos?: El Reino no está en un lugar concreto, “Mi reino no es de este mundo” pero lo invade todo. Dios que, en el Antiguo Testamento ha estado siempre con su pueblo, en el Nuevo Testamento sigue estando, lo hace de una forma nueva actuando en la historia, con una nueva presencia más cercana: Dios se hace hombre y habita entre nosotros, es el Dios con nosotros.

La Iglesia, ha reflexionado y sigue reflexionando sobre que es, o en qué consiste el Reinado de Dios. Ya Orígenes, describe a Jesús como “autobasilea”, es decir, el reino en persona, es Jesús en persona. El mismo Orígenes, insinúa que el reino de Dios está dentro de nosotros. Entendemos pues que en el A.T. el reino de Dios era la presencia de Dios en la historia del pueblo de Israel en el N.T. es la presencia de Dios hecho hombre en la historia de la humanidad, el Reino es una manera nueva de la presencia de Dios en nuestra historia. Jesús, Dios y hombre.

El Papa Francisco en su exhortación apostólica “Evangelio gaudium”, afirma: “la propuesta del Evangelio es el Reino de Dios” se trata de amar a Dios que reina en el mundo en la medida que Él logre reinar entre nosotros; la vida social será ámbito de fraternidad, de justicia, de paz, de dignidad para todos.

El proyecto de Jesús es instaurar el Reino de su Padre; Él pide a a sus discípulos:”Proclamad que está cerca el Reino de los cielos” (Mt 10,7); (E.G.Nº 180). Y los llama : “Venid y os haré pescadores de hombres”,ellos le siguieron y anunciaron el Reino.

Hoy sigue llamándonos a nosotros, todo cristiano tiene que ser mensajero del Reino de Dios.

Hagámoslo como lo haría Pablo, con lenguaje sencillo, para que verdaderamente sea “una demostración de su Espíritu”.

Si el Reino de Dios es Dios mismo y Dios es Amor, la proclamación del reino la debemos hacer en una triple dimensión:

- Hacia Dios: Alabándolo, Bendiciéndolo proclamándolo, como lo hicieron los profetas y dando gracias porque vivimos la realidad plena de la salvación.
- Hacia los hermanos, imitando a Cristo, que tomó nuestra naturaleza para elevarnos a la categoría de Dios; que pasó por el mundo haciendo el bien y nos envía a anunciar la Buena Noticia de la salvación a todo el mundo, acercándonos y ayudando a los pobres, enfermos, endemoniados, curando a todos. Para hacer presente su reino, como lo hizo Él que anunció el reino cuidando toda dolencia.
- Hacia la naturaleza, profundizando en el conocimiento y cuidado de la obra de Dios, que ha creado la naturaleza para bien de todos.

Seamos testigos del Reino ayudando a cuantos nos necesitan, pero a la vez proclamando el Evangelio, de lo contrario, como dice el Papa Francisco, seremos solamente una ONG piadosa.

De esta manera, unidos a Cristo, único salvador llegará el momento de la plenitud del Reino, cuando se cumpla esta esperanza “Toda la creación, espera ansiosamente esta revelación de los hijos de Dios” (Rom 8,19).

La verdadera esperanza cristiana, se verá colmada en la plenitud del Reino, en la escatología, que tendrá lugar en la parusía, cuando Cristo entregue al Padre toda la creación., y sea proclamado Señor del universo .Mientras tanto, nos toca ir construyendo este Reino anunciando el amor con la Palabra y con la vida cristiana en servicio y entrega a Dios y a los hermanos.