Jue
24
Dic
2020

Homilía Natividad del Señor

…habitaban tierras de sombras, y una luz les brilló

Pautas para la homilía de hoy


Evangelio de hoy en audio

Reflexión del Evangelio de hoy

La fiesta de Navidad llega cuando llega y, aunque hagamos un esfuerzo en prepararnos bien para vivirla felizmente, las circunstancias externas no las podemos cambiar. Muchos viven la Navidad con problemas de salud, dificultades familiares, complicaciones de trabajo… y uno se pregunta, ¿en estas circunstancias, tiene sentido esforzarse en vivir la Navidad?

La respuesta a esta pregunta nos la da el profeta Isaías, pues es él quien, en cierto modo e inspirado por el Espíritu Santo, «inventó» la Navidad. Pero no lo hizo en un momento álgido y alegre del Pueblo de Israel, sino todo lo contrario, cuando pasaba por una etapa muy complicada y triste.

El profeta Isaías vivió entre mediados del siglo VIII y comienzos del siglo VII antes de Cristo. Fueron años muy malos. El Pueblo de Israel estaba dividido en dos reinos: el del Norte y el del Sur. Ambos reinos pasaban por una crisis religiosa y moral muy grande, pues, en lugar de ponerse en manos de Dios, preferían aliarse con otros países o dar culto a los falsos dioses baales. Y sobre todo, era una época en la que los ricos se aprovechaban cruelmente de los pobres, dejándoles sin nada o, peor aún, esclavizándolos. Y así, Dios permitió que en el año 722 el reino del Norte cayese bajo el Imperio de Asiria y que el reino del Sur se convirtiese en un reino vasallo suyo. Pues bien, en ese contexto tan problemático, en el que tanta gente sufría, Dios anunció por medio del profeta Isaías el nacimiento del Emmanuel, el Mesías: es decir, el Niño Jesús.

Efectivamente, la Navidad no ha sido ideada para coronar un momento maravilloso de nuestra vida, sino, más bien, para todo lo contrario: para darnos esperanza en medio de nuestras penas, dificultades y problemas. Pensemos que el nacimiento de Jesús no es descrito en el Evangelio por medio de una escena maravillosa y perfecta. Jesús no nace en un palacio o en un hospital, rodeado de confort o de un excelente equipo de médicos, sino que nos lo muestra naciendo en una cuadra, lo cual es una situación bastante calamitosa. Pero, sin embargo, nos dice que María y José lo cuidaban con todo su amor.

Asimismo, hemos escuchado cómo Dios no envió a su ángel para que anunciase el nacimiento de su Hijo a una familia que cenaba tranquilamente en su casa al calor de la lumbre, sino a un grupo de pastores que dormían a la intemperie junto a su rebaño. Seguro que aquellos pastores querían estar cómodamente en su casa, aunque desgraciadamente no era así. Pero fue a ellos a los que Dios envió a su ángel para pedirles que fueran a adorar al Niño. Fue precisamente a ellos a los que Dios escogió para transmitirles esperanza.

Efectivamente, vivir la Navidad entre problemas y dificultades tiene un gran sentido, pues el nacimiento de Jesús supone para nosotros un rayo de luz. Podemos decir: «Sí, mi salud es un desastre…», o «mi familia está pasando por problemas…», o «me han despedido del trabajo…, pero, a pesar de eso, el mundo es bueno, porque en él ha nacido Jesús».

Ante esto, habrá algunos que se preguntarán: ¿Y qué pasa con los que no viven la Navidad sumidos en una situación problemática? ¿Ellos no pueden experimentar el nacimiento del Hijo de Dios? A esta pregunta responde san Pablo en su carta a Tito cuando le dice que aquellos que lleven una vida sobria, honrada y religiosa, podrán esperar la aparición gloriosa de nuestro Salvador. En efecto, sean cuales sean nuestras circunstancias, si nos esforzamos en vivir de acuerdo al Evangelio, experimentaremos cómo Jesús nace en nuestro corazón. Porque la clave está en nuestra actitud interior y en cómo enfocamos esta fiesta en el seno de nuestra familia o de nuestra comunidad.

Mientras que algunos ámbitos de la sociedad nos animan a vivir la Navidad de un modo descontrolado, dejándonos llevar por el despilfarro, el lujo y los excesos, olvidándonos de nuestros problemas, la Palabra de Dios nos pide que hagamos todo lo contrario: que celebremos la Navidad con mucha alegría, pero también con moderación, teniendo muy presentes las dificultades por las que estamos pasando y, sobre todo, pensando en los padecimientos de nuestros amigos, familiares y vecinos. Y así, sentiremos cómo Dios nos envía un ángel para anunciarnos el nacimiento de su Hijo en el mundo, llenando nuestro corazón de esperanza.

Entonces podremos proclamar el salmo 95 diciendo de todo corazón: «Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor, toda la tierra; cantad al Señor, bendecid su nombre».