Dom
23
Ago
2015

Homilía XXI Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2014 - 2015 - (Ciclo B)

Tú tienes palabras de vida eterna

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

  • “Este modo de hablar es inaceptable”

Hoy en día muchos modos de hablar (por no decir todos) son “aceptables” dando como fruto pérdida de credibilidad en la palabra y de falta de coherencia entre lo que se dice y lo que se hace.

La confianza, consecuencia lógica de la coherencia entre dicho y hecho, mide el índice de adhesión a una causa, fortalece la fe en ella y aumenta el creer.

Los signos que Jesús hacía (y no olvidemos que sigue haciéndolos hoy) no bastó para que le siguieran sin dudas.
En el mundo de hoy el ruido, externo e interno (éste de manera más intensa) ahogan la palabra y consecuentemente la confianza y la credibilidad en ella.

Muchos, que dicen ser cristianos, no oyen ni escuchan esa palabra de Dios y no se plantean ni aceptarla ni rechazarla.
La escucha atenta (léase oración-estudio) del modo de hablar de Dios, origina en el oyente confianza en la persona que habla (Jesús y Josué) y en aquello que dice. Rompe la indiferencia.

En algún momento de la vida hay un Siquén donde se tiene forzosamente que tomar conciencia (individual y comunitariamente) de la liberación de toda esclavitud por medio de los “grandes signos” de ternura y misericordia de Dios y dar una respuesta consecuente a la pregunta “¿también vosotros queréis marcharos?” respondiendo “lejos de nosotros abandonar al Señor”, pues “Tú tienes palabras de vida eterna”.

No es tanto en el plano intelectual donde existe la dificultad de respuesta a las cuestiones del Señor, sino en el plano moral, en la demanda moral de Cristo, que obliga al cristiano a aceptar algo que puede (mejor dicho, casi seguro) complicarle la vida de manera existencial. La confianza en las palabras de Jesús, el paso de su vida por la historia del discípulo, impulsan a éste a un verdadero salto mortal, (con tentaciones de vacío) que únicamente al hacerlos vida compartida, notará apoyo en tierra firme en el salto.

El cristiano puede y debe ser fiel y leal con Dios; puede vivir con dignidad, a pesar de su debilidad; puede vivir bien la vocación que Dios le ha dado; puede ir alcanzando poco a poco la santidad, a la que está llamado. Con sus solas fuerzas, no puede, con la ayuda, que Dios, sí.

Decidido firmemente a no abandonar al Señor, el cristiano ha de evaluar periódicamente su hoja de ruta y corregir los desvíos que el mundanal ruido haya podido introducir. Revisar periódicamente la relación con Dios, la calidad de los lazos familiares, el comportamiento ético y moral, la solidaridad con los más necesitados, es no servir a dioses extranjeros y sí vivir el evangelio del espíritu que da vida.

“Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios” y por ello nuestra fe, la de la Iglesia, es una fe creativa, amasada con la humildad y la docilidad, que nos hace decir como a los israelitas “nosotros serviremos al Señor” (Josué, 24, 18).

La respuesta sincera de Pedro es señal inequívoca de un conocimiento profundo del apóstol hacia el Maestro. No son palabras huecas las de Jesús, a pesar de la dificultad de entenderlas, sino palabras que se prenden en esa hoja de ruta para convertirlas en normas de vida.

La convivencia con Jesús abre el misterio de Dios a la humanidad para engendrar vida en el mundo de la misma manera que el amor conyugal fundado en el amor de Cristo a su Iglesia (2ª Lect.) engendra vida en el mundo.
Cristo es el único que puede darnos el verdadero propósito para nuestra vida, si es aceptado y desarrollado por la moción del Espíritu de Dios en cada uno de nosotros.

Es necesario tomar una decisión fundamentada en la propia experiencia. Muchos abandonan lo religioso porque piensan que les irá mejor.

Y tú, ¿también quieres marcharte?

O ¿sigues a Cristo porque no tienes a quién acudir?

En cualquiera de los casos Él es la vida eterna.