Dom
10
Oct
2010

Homilía XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario

Año litúrgico 2009 - 2010 - (Ciclo C)

Levántate y vete. Tu fe te ha salvado

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

  •  “Por la entrañable misericordia de nuestro Dios” (Lc 1,78)

Así lo proclamaban los primeros cristianos en el canto del Benedictus celebrando la actuación del Dios de Jesucristo en comunión con la tradición del pueblo judío. Al igual que el Dios paciente y misericordioso con su pueblo, Jesús, compadecido del dolor y del sufrimiento de las muchedumbres, tendía la mano para atajar toda enfermedad y dolencia (Mt 9,36). Movido por las entrañas de misericordia de su Padre Dios, encarnaba en su persona una magnanimidad y benevolencia sin límites.

Este es el trasfondo sobre el que resalta la escena evangélica de este domingo. ¿Cómo iba a mostrarse indiferente ante el grito suplicante de aquellos diez leprosos que le salieron al encuentro? Curiosamente, uno de ellos era samaritano, del pueblo que un día le había rechazado en su viaje hacia Jerusalén (Lc 9,53). Y sin embargo es este “samaritano y extranjero” el único de los diez que recibirá el elogio de Jesús. Un samaritano agradecido que evocaba con su conducta la oración del salmista: “Señor, Dios mío, a ti grité, y tu me sanaste; te daré gracias por siempre”. El mismo grito angustioso y suplicante que será atribuido más tarde a Jesús en Getsemaní: clamaba “con grandes gritos y lágrimas al que podía salvarlo de la muerte” (Heb 5,7), a la espera de ser escuchado en su soledad y abandono.

  • Memoria agradecida

En lugar de la parábola de “los diez leprosos” habría que hablar de “el samaritano agradecido”, en contraste con la inexplicable ausencia de los otros nueve. Agraciado por Jesús, a quien ha reconocido, “vuelve” de inmediato hacia él, convertido a su causa: “glorificando a Dios en alta voz y, postrándose rostro en tierra a sus pies, le daba gracias”. La actitud misericordiosa de Jesús no solo le ha curado sino que le ha abierto los ojos de la fe, el camino de la salvación. Los diez, una vez curados, lograron la reinserción social dentro de su pueblo. Pero solo uno, y éste samaritano y extranjero, encontró al verdadero intermediario de la salvación.

Alguien ha dicho que en este relato Lucas “describe en un solo lienzo el dramatismo de la lucha entre el agradecimiento y la ingratitud”. En el diccionario cristiano no cabe la ingratitud. Somos herederos de una tradición ininterrumpida que nos caracteriza y define como seguidores de Jesús en el gesto comunitario de la acción de gracias eucarística. El pueblo de Dios convocado por la memoria de la promesa abrahámica encuentra ahora su identidad en la celebración agradecida del memorial cristiano.

  • “Levántate y vete. Tu fe te ha salvado”

La fuerza del episodio no recae tanto sobre el elemento narrativo cuanto sobre la lectura que hace Jesús del mismo. Los milagros del taumaturgo no son de por sí aval y garantía de conversión. La fe se asienta en la Palabra, en el sentido que Jesús da a estos signos de salvación. De ahí las tres preguntas retóricas en que converge el relato y que siguen siendo de actualidad para todos nosotros, pues resulta obvio que “agradecidos los quiere Dios”.

El agradecimiento del leproso se inserta en la lista de aquellos samaritanos que, superada la corteza de lo milagroso, reconocieron “el don de Dios” en la palabra de Jesús como verdadero Salvador del mundo (Jn 4). Es la fe que mueve montañas. La fe que, en el vocabulario lucano, acompaña siempre a toda experiencia de salvación: la fe de la pecadora arrepentida (7,50), de la hemorroísa (8,48), del ciego de Jericó (18,42). Junto con el samaritano agradecido, son otros tantos modelos de fe capaces de traspasar el umbral todavía interesado de Naamán el sirio o de los nueve leprosos restantes para entregarse al proyecto solidario de Jesús.

Ante el proyecto de Jesús caben dos actitudes contrastantes: la del samaritano frente a los restantes leprosos judíos, la del agradecimiento frente a la ingratitud, la del que acoge de forma receptiva y abierta la salvación frente a quienes sólo se interesan por su curación física. Es nuestra respuesta personal la que tiene ahora la palabra.