Jue
1
Nov
2018

Homilía Todos los Santos

Año litúrgico 2017 - 2018 - (Ciclo B)

Estos son los que vienen de la gran tribulación

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

Un mar de fueguitos

A veces en nuestra predicación puede ser bueno introducir una historia o cuento que nos ayude a centrar la Palabra del día. Propongo para este dia de “Todos los Santos y Santas” esta sencilla narración de un escritor uruguayo (Eduardo Galeano) que podemos encontrar fácilmente en internet. El texto dice así:

“Un hombre del pueblo de Negua, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo. A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos. -El mundo es eso –reveló-. Un montón de gente, un mar de fueguitos. Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca se enciende.”

No es difícil encontrar, entre los que vivieron en épocas pasadas y entre los que viven en la época presente, en nuestro mundo fuegos de diversos colores que “arden la vida con tantas ganas… que quien se acerca se enciende”. Eso pasó con Jesús de Nazaret, lleno del fuego del amor del Padre y Madre Dios y de la pasión por una nueva humanidad a la que llamaba “el Reino”.  Quienes se acercaron o se acercan a El no pueden  hacer otra cosa que “encenderse“ de amor y gastar su vida encendiendo y alumbrando al experimentar en su cuerpo o en el de sus semejantes “la gran tribulación” en la que se siente sumergido nuestro mundo.

Los santos nos acercan a Dios

Tenemos un poco olvidada esa frase que rezamos en el credo: “creemos en la comunión de los santos”. Los santos, entre los que están nuestros familiares y amigos, no son personas pasivas viviendo en un misterioso espacio. Son personas vivas, resucitadas como Jesús, que interceden por Dios ante nosotros. Su intercesión consiste en ser defensores, defensoras de cada uno y del pueblo. Pero no porque Dios sea un Dios duro y distante, y que por eso necesitemos de personas santas, cercanas a él, para que él se ablande y se conmueva de nosotros y nos conceda tal o cual cosa. Dios siempre está dispuesto a la compasión, al acompañamiento amoroso, siempre y antes de que se lo digamos nosotros o se lo digan los santos. Los santos y santas nos ayudan a descubrirlo así, porque ellos, ellas así lo experimentaron en sus vidas. No se trata tanto de conmover a Dios en favor nuestro –Dios siempre está a nuestro favor--, cuanto de conmovernos a nosotros para que le hagamos caso a Dios y nos dispongamos a vivir con entrañas de compasión entre nosotros, con todo el mundo, sobre todo con la gente más frágil de la comunidad, del pueblo. Preguntémonos si experimentamos así la “comunión de los santos”, si vivimos así nuestra relación, nuestra devoción a los santos y santas que admiramos, sean santos oficialmente proclamados o sean santas personas que en esta vida vivieron en nuestro entorno.

Los santos testigos de valores humanos

Estamos en tiempos en los que diariamente los medios de comunicación nos están presentando figuras de hombres y mujeres que, al revés de los santos y santas, se dejaron coger por la corrupción, por el afán de tener dinero y tener poder, por la avaricia, por el egoísmo, por el desprecio a la gente más débil, por la apropiación de lo público, por la mentira, por la apariencia, por el vacío personal, por la deshumanización en una palabra. Estos no son un modelo y un referente a seguir. Pero si lo son aquellas personas que dieron testimonio de los valores de Jesús (las bienaventuranzas) en su vida privada o pública: no tuvieron  amarrado el corazón ni al dinero ni a las cosas, fueron amables con los demás, se preocuparon de todo aquel que sufría, trabajaron para que en la vida de cada día seamos un poco más más hermanos y compartamos todas las cosas, prestaron ayuda a los demás, cultivaron desde el silencio un corazón noble y honrado, trabajaron por construir la justicia y la paz. Posiblemente estas personas no fueron muchas veces bien entendidos y a veces hasta criticados pero no había ninguna ambición personal en su conducta sino que obraron así porque desde que fueron conscientes de su bautismo se sintieron como Jesús hijos de Dios y hermanos de todos. O si por ser de otra cultura o religión, sin conocer a Jesús, resulta que lo que hicieron “lo hicisteis conmigo”(Jesús) ( Mt 25, 31-46: Cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, “conmigo lo hicisteis”).