Vie
23
Dic
2016

Evangelio del día

Cuarta semana de Adviento

Levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación

Primera lectura

Lectura de la profecía de Malaquías 3, 1-4. 23-24

Esto dice el Señor Dios:
«Voy a enviar a mi mensajero, para que prepare el camino ante mí.
De repente llegará a su santuario el Señor a quien vosotros andáis buscando; y el mensajero de la alianza en quien os regocijáis, mirad que está llegando, dice el Señor del universo.
¿Quién resistirá el día de su llegada? ¿Quién se mantendrá en pie ante su mirada? Pues es como el fuego de fundidor, como lejía de lavandero. Se sentará como fundidor que refina la plata; refinará a los levitas y los acrisolará como oro y plata, y el Señor recibirá ofrenda y oblación justas.
Entonces agradará al Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en tiempos pasados, como antaño.
Mirad, os envío al profeta Elías, antes de que venga el Día del Señor, día grande y terrible. Él convertirá el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, para que no tenga que venir a castigar y destruir la tierra».

Salmo de hoy

Salmo 24, 4-5ab. 8-9. 10 y 14 R/. Levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación

Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. R/.

El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes. R/.

Las sendas del Señor son misericordia y lealtad
para los que guardan su alianza y sus mandatos.
El Señor se confía a los que lo temen,
y les da a conocer su alianza. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 57-66

A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y se alegraban con ella.
A los ocho días vinieron a circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre intervino diciendo:
«¡No! Se va a llamar Juan».
Y le dijeron:
«Ninguno de tus parientes se llama así».
Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre». Y todos se quedaron maravillados.
Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios.
Los vecinos quedaron sobrecogidos, y se comentaban todos estos hechos por toda la montaña de Judea. Y todos los que los oían reflexionaban diciendo:
«Pues ¿qué será este niño?»
Porque la mano del Señor estaba con él.

Reflexión del Evangelio de hoy

Ante la inminencia de la Navidad la liturgia nos presenta al mensajero anunciado por Malaquías y  concretizado en el Evangelio por Juan el Bautista; sobre él está la mano de Dios. Este mensajero tiene la misión de prepararnos, purificarnos para que cada uno de nosotros, como los hombres y mujeres de su tiempo, seamos capaces de presentar al Señor la ofrenda debida, una ofrenda que le agrade.

Les propongo dos preguntas y les animo a darles su respuesta propia y personal:

¿Cuál es la ofrenda que agrada a Dios?

¿Tengo una ofrenda para llevar al Niño Dios en esta Navidad 2016?

Le agradó a Dios la ofrenda de Abel y no la de Caín, la razón de ello la encontramos en la carta a los Hebreos (Hb 11, 4) donde se nos explica que “por la fe, ofreció Abel a Dios un sacrificio más excelente que Caín, por ella fue declarado justo”. Le agradó al Señor cuando el rey David reconoció su pecado, “un corazón quebrantado y humillado” (Sal 50) él no lo desprecia. Le agradó a Cristo la ofrenda de aquella viuda que dio como limosna lo que tenía para vivir (Lc 21, 1-4).

 El mensajero de Malaquías viene a prepararnos para que en fe, es decir, desde la certeza de que Dios nos ama y espera, nos presentemos ante Jesús enteros, con todo lo que tenemos y somos, aún con nuestra debilidad y pecado, tal como estamos. Al presentar nuestra pobre pobreza a Dios, Él derrama su misericordia haciéndonos capaces de apropiarnos de la salvación que nos ofrece.

La mano de Dios está conmigo

Ante los prodigios que acompañaron la concepción y el nacimiento de Juan, los presentes exclaman: “¿Qué va a ser este niño? Porque la mano de Dios estaba con él”.

Presentarnos a nosotros mismos como ofrenda, supone para cada uno ponerse bajo la poderosa y misericordiosa mano de Dios. Sabemos, en parte,  lo que pasó Juan en su vida hasta que hizo total donación de ella con su martirio. Tal vez nuestra suerte sea mucho más sencilla, sin embargo nos conviene recordar que la mano de nuestro Padre Dios está sobre cada uno para bendecirnos con sus dones, para levantarnos si caemos, para acariciarnos y consolarnos cuando nos faltan las fuerzas, para curarnos cuando estemos heridos, para transformarnos cotidianamente hasta que lleguemos a ser hijos en su querido Hijo.

¡No tengamos miedo, presentémonos ante Él hecho Niño por nosotros y dejémosle hacer…!

¡Qué en nuestra Eucaristía de Noche Buena o de Navidad podamos entregar la vida junto con el pan y el vino y que por pura misericordia renazcamos en Cristo y Cristo en cada uno de nosotros!