Cuando me alcance tu compasión, viviré

Primera lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 7, 18-24

Hermanos:
Sé que lo bueno no habita en mí, es decir, en mi carne; en efecto, querer está a mi alcance, pero hacer lo bueno, no. Pues no hago lo bueno que deseo, sino que obro lo malo que no deseo. Y si lo que no deseo es precisamente lo que hago, no soy yo el que lo realiza, sino el pecado que habita en mí.
Así, pues, descubro la siguiente ley: yo quiero hacer lo bueno, pero lo que está a mi alcance es hacer el mal. En efecto, según el hombre interior, me complazco en la ley de Dios; pero percibo en mis miembros otra ley que lucha contra la ley de mi razón, y me hace prisionero de la ley del pecado que está en mis miembros.¡Desgraciado de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?
¡Gracias a Dios, por Jesucristo nuestro Señor!

Salmo de hoy

Salmo 118,66.68.76.77.93.94 R/. Instrúyeme, Señor, en tus decretos

Enséñame la bondad, la prudencia y el conocimiento,
porque me fío de tus mandatos. R/.

Tú eres bueno y haces el bien;
instrúyeme en tus decretos. R/.

Que tu bondad me consuele,
según la promesa hecha a tu siervo. R/.

Cuando me alcance tu compasión, viviré,
y tu ley será mi delicia. R/.

Jamás olvidaré tus mandatos,
pues con ellos me diste vida. R/.

Soy tuyo, sálvame,
que yo consulto tus mandatos. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 12,54-59

En aquel tiempo, decía Jesús a la gente:
«Cuando veis subir una nube por el poniente, decís enseguida: “Va a caer un aguacero”, y así sucede. Cuando sopla el sur decís: “Va a hacer bochorno”, y sucede.
Hipócritas: sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, pues ¿cómo no sabéis interpretar el tiempo presente? ¿Cómo no sabéis juzgar vosotros mismos lo que es justo?
Por ello, mientras vas con tu adversario al magistrado, haz lo posible en el camino por llegar a un acuerdo con él, no sea que te lleve a la fuerza ante el juez y el juez te entregue al guardia y el guardia te meta en la cárcel. Te digo que no saldrás de allí hasta que no pagues la última monedilla».

Reflexión del Evangelio de hoy

Nos encontramos con frecuencia divididos. Pensamos en el modo en que tomamos nuestras decisiones y en cómo elegimos sobre ellas. Al igual que Pablo, también nos preguntamos qué hacer e incluso, cómo es posible que sabiendo lo que es bueno, no siempre nos decidamos por ello y, finalmente, hagamos lo contrario.

Las elecciones no son sencillas. En un primer momento, parece que a pesar de saber aquello que conviene, a la hora de realizarlo nos decantamos por otras opciones distintas. En la carta vemos a su autor planteando estas cuestiones con mucha sinceridad ante la comunidad de hermanos y hermanas que viven en Roma. Pablo no se esconde ni busca disimulos y expone sus dudas ante los demás. Pero, más allá de ellas, tiene la certeza de que no reside en él, sino que viene de otra parte. Sabe que es Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo el que da sentido a sus opciones.

Aquí reside la diferencia. El de Tarso tiene una forma peculiar de afrontar la ambigüedad humana. Está convencido –al igual que podemos estarlo cada uno de nosotros– de que no podemos vivir al margen de lo que deseamos, de lo que consideramos justo, bueno, bello y que posibilita la construcción el Reino, aunque diste mucho de aquello otro que es lo que finalmente realizamos. Es fácil percibir la distancia aparente entre lo que pensamos y realizamos.

Sin embargo, la propuesta de Pablo nos invita a ir un poco más allá de esta aparente dualidad entre razón y acción humana. Nos dice que podemos fijar nuestro horizonte en Dios y tratar de acercarnos al modo en cómo resolvió esta ambigüedad Jesús, el Cristo. Su propuesta no es sencilla y tiene sus riesgos. Pues como sabemos, poner nuestra mirada en ese Dios compasivo no significa que reparará nuestras carencias ni suplirá nuestros errores. Más bien, exigirá que descubramos cuáles son las claves que manejamos para interpretar nuestra vida.

En la interpretación parece que reside la “clave”. Ella puede permitirnos reconocer cuáles son los indicadores de nuestro modo de vivir en los ámbitos social, económico o dominicano. Poder interpretar el tiempo presente supone atrevernos a dialogar con nuestras certezas, con nuestros valores, creencias y también con nuestros miedos, recelos y prejuicios hacia lo que consideramos “lo otro”. Por eso, el texto del Evangelio pone en boca de Jesús la palabra hipócrita. No como insulto, sino como advertencia, con la intención de despertar nuestra capacidad crítica. Apela a una profunda revisión para preguntarnos por el papel que desarrollamos como consumidores, como responsables de la vida de los que más sufren, como comunidades dominicanas o como creyentes activos de una iglesia, que pierde significación frente a un mundo cambiante.

Solo podemos pedir que su misericordia nos alcance.