Jue
8
Ago
2019

Homilía Santo Domingo de Guzmán

Año litúrgico 2018 - 2019 - (Ciclo C)

Vosotros sois la luz del mundo

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

Domingo seductor

Domingo de Guzmán es hombre que emerge de la seca y árida Castilla. Conocer Caleruega es esperar ver en Domingo el curtido labrador, o aguerrido guerrero, de principios claros, de honradez a cualquier precio, de mirada clara y franqueza en el hablar. Es un retrato tópico de lo mejor de un castellano. Por eso nos sorprende el retrato que hace de él la Beata Cecilia. Físicamente, "el color bermejo de sus cabellos y barba suavemente rubios", no corresponde a la descripción que se puede espera de un hombre de la meseta.

Pero es su psicología lo más peculiar: su carácter alborozado y risueño; su capacidad de seducción, que conducía no tanto a sus ideas como a su amor y respeto. No podemos olvidar que Sor Cecilia conoce a Domingo con cincuenta años, al final de su vida, después de haber realizado grandes cometidos, cuando llegaba el tiempo de incorporar lo que esa vida le ha ido enseñando. También el beato Jordán habla de su poder de atracción. Él mismo lo experimentó. Poder de atracción que lo cifra en gran parte en la alegría que brotaba de él, en su rostro risueño.

La alegría de Domingo

Dice así el beato Jordán: Y como la alegría brillase siempre en su cara, fiel testimonio de su buena conciencia…con ella se atraía fácilmente el afecto de todos; cuantos le miraban quedaban de él prendados. Esta alegría es subrayada tanto por el beato Jordán como por Sor Cecilia: alegría de su mismo semblante, expresión, como dice el beato Jordán, de su mundo interior; y que subraya también sor Cecilia. Y como el corazón alegre alegra el semblante, la hilaridad y la benignidad del suyo trasparentaban la placidez y el equilibrio del hombre interior.

Ciertamente no le faltaron motivos en la vida a santo Domingo para turbar esa alegría. No se puede decir que su predicación hubiera sido plena de éxitos, ni que sus frailes y monjas no le dieran motivos de preocupación, que su Orden no fuera rechazada en diversos lugares. Incluso su sensibilidad le hacía reconocerse pecador y sufrir interiormente por su propio pecado. Por eso, el ver que mantenía esa alegría tan manifiesta, y, por ello, tan resaltada en quienes le conocieron, constituye una peculiaridad relevante de su carácter.

La ecuanimidad

El beato Jordán de Sajonia destaca en Domingo la ecuanimidad, el equilibrio, que brotaban de una profunda vida interior. Su centro de gravedad estaba en el interior de su ser. No era persona que le trastornaran los acontecimientos de cada momento, como cuando se vive en un equilibrio inestable. Por el contrario, lo que se desprendía de su semblante era la placidez.

Hombre compasivo

Pero esa ecuanimidad, dice Jordán, se turbaba ante el dolor ajeno. La compasión, la misericordia se apoderaban de él. Entonces podíamos decir que la angustia ante el dolor le podía. Su ecuanimidad era inalterable, a no ser cuando se turbaba por la compasión y la misericordia hacia el prójimo.        

La delicadeza

Podíamos hablar también, de la humanidad de Domingo, que se deduce de lo que acabamos de decir: de su espíritu compasivo. Jordán de Sajonia habla de la afabilidad de trato: "durante el día nadie más accesible y afable que él en el trato con los frailes y los acompañantes". Esa cercanía brotaba de su sencillez. Algo que le hacía ser amado por todos. Domingo recorre el dormitorio de sus frailes cubriendo a los que se habían destapado durante la noche, dicen las primeras leyendas de la Orden.

Viene de España, cargando con cucharas de ciprés para regalárselas a sus monjas del convento romano de San Sixto. A veces tiene que amonestar a los frailes, incluso aplicarles alguna de las penas que entonces estaban prevista para las diferentes infracciones de las constituciones, "sin embargo les imponía las penas con tanta amabilidad y dulzura de palabras, que los frailes las sobrellevaban con paciencia", dice uno de los testigos del proceso de canonización.

Decidido

Santo Domingo de Guzmán ha pasado a la historia como hombre emprendedor, predicador infatigable, fundador y organizador de una Orden que pronto se extendió por el mundo. Y ciertamente fue un hombre decidido: rompió con la digna vida de canónigo en Osma para lanzarse al campo enemigo e incorporarse a la "santa predicación".

Arrebató a los cátaros las jóvenes que tenían sometidas y se encargó de atenderlas; intervino decididamente ante el papa para que fuera aprobada su Orden, a pesar de la prohibición de fundar órdenes nuevas del reciente concilio IV de Letrán.

En contra del parecer de personas como del obispo de Tolosa y el arzobispo de Narbona, disolvió la primera comunidad de frailes dispersándolos por los centros universitarios de entonces. Jordán dice "tal constancia mostraba en aquellas cosas que entendía ser del agrado divino, que, una vez deliberada y dada la orden, apenas se conocerá un caso en que se retractase"

Conclusión: hombre de profundos afectos

Domingo se muestra como persona de una gran riqueza afectiva. Se desprende de lo dicho, de los rasgos que he destacado. A título de resumen y para finalizar, recojo dos textos del Beato Jordán:

 "Consideraba un deber suyo alegrarse con los que se alegran y llorar con los que lloran y, llevado de su piedad, se dedicaba al cuidado de los pobres y desgraciados"

"Todos los hombres cabían en la inmensa caridad de su corazón y, amándolos a todos, de todos era amado.