Dom
7
Ago
2011

Homilía XIX Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2010 - 2011 - (Ciclo A)

¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?

Comentario bíblico
de Fr. Gerardo Sánchez Mielgo - (1937-2019)



Primera lectura: (1Reyes 19,9a.11-13a)

Marco: Este fragmento forma parte del así llamado ciclo de Elías. El redactor de este ciclo, valiéndose probablemente de fuentes y tradiciones que remontan hasta le propio profeta, no ha intentado presentar una biografía de Elías, sino relatar los hechos más relevantes y significativos. Con ellos conseguía su objetivo de poner de manifiesto el enfrentamiento entre profetas y reyes, y señalar con vigor y fuerza el cumplimiento infalible de la palabra de Dios. En concreto el fragmento proclamado hoy nos recuerda el viaje de Elías hasta el Horeb para beber de las mismas fuentes el sentido de la alianza de Dios establecido allí con su pueblo a través de Moisés. Elías vuelve a los orígenes que formaron y constituyen al pueblo de Dios como tal. Esta alianza había sido rota una y otra vez y en los últimos tiempos de forma insultante por el rey Acab, obra de la reina Jezabel procedente del mundo gentil cananeo. Ella fue la responsable de la supresión de los altares de Dios y la erección de altares en honor del dios cananeo Ba´al. Esto arrastró consigo la defección y apostasía de Israel. Este es el marco adecuado para leer este fragmento de hoy.

Reflexiones

1ª) ¡El Señor va a pasar!

En aquellos días, al llegar Elías al monte de Dios, al Horeb, se refugió en una gruta. El Señor le dijo: Sal y aguarda al Señor en el monte, que el Señor va a pasar. Este episodio breve está enmarcado por el viaje de Elías al Orbe (Sinaí) y el diálogo posterior habido entre él y el Señor. Todo el conjunto de los acontecimientos es sobrecogedor. Elías debe huir porque es perseguido a muerte. Y se dirige solitario hacia el monte de Dios donde tuvo lugar la más imponente revelación del Señor, según nos narra el texto sagrado. Allí tuvo lugar la estipulación de la alianza entre Dios y su pueblo. Allí vuelve Elías para reafirmar su llamada profética y contrastar su misión. Terminado su itinerario Elías e oculta y refugia en una gruta. El Señor le pregunta ¿qué haces aquí Elías? Respondió: me consume el celo por el Señor todopoderoso, porque los israelitas han roto tu alianza... Sólo he quedado yo, y me buscan para matarme. Recibe una respuesta del Señor: sal y quédate de pie. El Señor va a pasar. He querido resumir los datos esenciales para la comprensión de la lectura ahora proclamada. Se trata de un momento central en la misión del gran profeta Elías. Su vuelta a las fuentes es premiada con un encuentro del todo singular. El Señor pasa de manera nueva e impensable por la vida y misión del profeta. El Señor siempre pasa y está en medio de sus enviados para protegerlos y consolarlos en sus persecuciones y tribulaciones. El Dios de la alianza, el Dios fiel, cumple su palabra con creces. Hoy urge volver de nuevo a las fuentes y a los orígenes. Allí, y especialmente allí, se encontrarán las aguas claras y el hilo conductor que luego se puede descubrir en los avatares de la historia que siempre hay que tener en cuenta. Nuestros hombres y mujeres de hoy necesitan que se les ofrezca una palabra de Dios limpia, aunque garantizada también por la experiencia de la historia. Elías sigue siendo un modelo ejemplar de la vuelta a las fuentes para todos, tanto anunciadores y el pueblo de Dios. Nuestra comprensión de las relaciones con Dios han de ser siempre purificadas. La Palabra de Dios expuesta con claridad alcanza al corazón de todos los que formamos el pueblo de Dios.

2ª) ¡Dios se hace presente suavemente!

Pasó antes del Señor un viento huracanado, que agrietaba los montes y rompía los peñascos: en el viento no estaba el Señor. Vino después un terremoto, y en el terremoto no estaba el Señor. Después vino un fuego, y en el fuego no estaba el Señor. Después se escuchó un susurro. Elías al oírlos, se cubrió el rostro con el manto y salió a la entrada de la gruta. En la tradición bíblica el viento huracanado, el terremoto y el fuego son imágenes y signos del actuar de Dios por el Espíritu. El conjunto de la escenificación es muy diferente del acompañamiento de la presencia de Dios cuando se aparecía a Moisés. El profetismo ha purificado considerablemente las representaciones de la presencia de Dios. Dios es infinitamente suave y fuente de suavidad. Dios se encuentra, se deja escuchar y se le escucha en el silencio. Elías se tapa el rostro con el manto. Porque se afirma en el Antiguo Testamento que nadie puede ver a Dios y seguir viviendo. La contemplación de Dios no es soportable en una existencia humana. El gesto significa la autenticidad de la visión. Bien es cierto que los autores deuteronomistas, redactores de este relato, al recoger aquella tradición antigua la transmitieron con los términos de su teología ya purificada. Elías recibe, con esta presencia de Dios, la reafirmación de su misión y de su tarea. Él está solo pero está en la verdad o la búsqueda sincera de la verdad sobre Dios y sobre el pueblo. Perseguido por el rey y la reina pero está en la verdad. Quizá en nuestro mundo necesitemos que se nos proclame a un Dios cercano, solicito, pero que se encuentra en la brisa suave y no en el ruido estentóreo.¡Cuán necesarios son los espacios de silencio para el encuentro y el diálogo con Dios! Un silencio exterior e interior. Dios requiere nuestro espacio personal para entablar un diálogo de amistad. Somos llamados a hacer presente esta necesidad para el encuentro con Dios.

Segunda lectura: (Romanos 9,15-5)

Marco: Con el capítulo 9 comienza una sección de tono muy distinto de los anteriores capítulos. En los capítulos 9 al 11 el apóstol trata un grave problema que le causó profundo sufrimiento: Israel en el plan salvador de Dios. Pablo acaba de proponer a sus lectores el programa admirable de la nueva vida de los renacidos por el sacramento y el Espíritu y mediante ellos han alcanzado la excelente dignidad de llamarse y ser hijos de Dios y poder dirigirse a ese Dios como Papá bien amado. Ahora el apóstol dirige su mirada a los miembros de su pueblo que se resisten a aceptar el evangelio de la gracia, creer en Jesucristo y recibir la justificación gratuitamente mediante la fe, y formar parte del verdadero y único pueblo de Dios. ¿Qué ocurre con los que siguen resistiéndose a dar ese paso? ¿Están definitivamente excluidos de la salvación? ¿Siguen vigentes las promesas, la alianza y su esperanza mesiánica? Se trata de un grave problema que alcanza a los miembros del pueblo de Dios y al corazón del apóstol Pablo que se entiende a sí mismo como un miembro de ese pueblo al que un día alcanzó la inescrutable misericordia de Dios. La oferta de salvación de Dios en Cristo alcanza a todos los hombres sin excepción. Esta es una de las convicciones más profundas de Pablo. En su reflexión hay un admirable itinerario: Dios es soberanamente libre a la hora de conceder sus dones (9). Quien no acepta el evangelio debe asumir su propia responsabilidad (10). Pero el Dios revelado tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento es un Dios fiel que, por tanto, mantiene su fidelidad perpetuamente y no se desdice de sus promesas. Queda abierta una gran puerta a la esperanza: un día Israel aceptará también la oferta hecha por el Padre en su Hijo Jesucristo, la única puerta, el único camino que integra todas las otras formas de acceso a Dios. Misterio, sufrimiento, esperanza. Al final saldrá victoriosa la misericordia de Dios.

Reflexiones

1ª) ¡Pablo, el hombre apasionado por su pueblo!

Como cristiano que soy, voy a ser sincero; mi conciencia, iluminada por el Espíritu Santo, me asegura que no miento. Siento una gran pena y un dolor incesante, pues por el bien de mis hermanos, los de mi raza y sangre, quisiera incluso ser un proscrito lejos de Cristo. Situación del pueblo de Dios y experiencia vivida por Pablo. Quizá esta actitud frente a esta grave realidad sea más comprensible en san Pablo. No era de carácter fácilmente doblegable. Pablo vivía con total intensidad su experiencia. En el judaísmo fue radical. Recordemos algún pensamiento de sus cartas: ¿Son hebreos? También yo. ¿Israelitas? También yo. ¿Descendientes de Abrahán? También yo. (2Cor 11,22). Y en la carta a los Filipenses, donde Pablo abre de par en par su corazón: En lo que a mí respecta, tendría motivos para confiar en mis títulos humanos. Nadie puede hacerlo con más razón que yo. Fui circuncidado a los ocho días de nacer, soy del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo por los cuatro costados, fariseo en cuanto al modo de entender la ley, ardiente perseguidor de la Iglesia, e irreprochable en lo que se refiere al cumplimiento de la ley (Flp 3,4-6). Este mismo Pablo un día fue alcanzado por Jesús y se produjo un cambio radical en su vida. En adelante se enamora de Jesús y sólo Jesús ocupa su vida: Pero lo que entonces consideraba una ganancia, ahora los considero pérdida por amor a Cristo. Es más, pienso incluso que nada vale la pena si se compara con el conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él he sacrificado todas las cosas, y todo lo tengo por estiércol con tal de ganar a Cristo y vivir unido a él con una salvación que no procede de la ley, sino de la fe en Cristo, una salvación que viene de Dios a través de la fe. De esta manera conoceré a Cristo y experimentaré el poder de su resurrección y compartiré sus padecimientos y moriré su muerte, a ver si alcanzo así la resurrección de entre los muertos (Flp. 3,7-11). Y otros abundantes testimonios autobiográficos de Pablo que iluminan la realidad concreta en que vive su espíritu. Todo esto produce en su interior dos reacciones dispares y un debate sangrante que aparecen en esta carta a los Romanos: fiel a sus raíces, pero más fiel a Cristo que le llamó. Se trata de un drama personal que, gracias a Dios, resolvía con la luz del Espíritu que actuaba con fuerza en él. Estos datos autobiográficos sobrecogen al lector de hoy como ocurrió entonces. Es necesario recuperar los grandes ideales que atraigan. Para nuestro mundo actual este testimonio de Pablo sigue siendo válido. Dios es fiel a sus promesas. En el diálogo interreligioso, es necesario mantener dos actitudes fundamentales que deducimos del comportamiento de Pablo: una fidelidad sincera al Evangelio y una apertura sincera a los valores de los demás con el deseo de que también ellos sean iluminados por el Evangelio. El Evangelio no destruye nada de lo válido, noble y honrado entre los hombres, sino que, por el contrario, lo dignifica, lo valora y lo transforma.

2ª) ¡Los judíos no han perdido los dones recibidos!

Ellos descienden de Israel, fueron adoptados como hijos, tienen la presencia de Dios, la alianza, la ley, el culto y las promesas. Suyos son los patriarcas, de quienes según lo humano, nació el Mesías, el que está por encima de todo: Dios bendito por los siglos. Estas palabras de Pablo leídas a la luz de las anteriores afirmaciones manifiestan una convicción profunda: los judíos han recibido muchos dones de Dios. Y Dios no se desdice de sus dones. Ese pueblo tiene un destino. Ciertamente es misterioso el futuro de ese pueblo una vez se ha hecho presente en la historia humana el Mesías prometido. El destino de ese pueblo era preparar la venida de este Mesías. El narrador del Génesis 12 nos ha dejado un testimonio de inapreciable valor: El Señor dijo a Abrahán: sal de tu tierra, de entre tus parientes y de la casa de tu padre, y vete a la tierra que yo te indicaré. Yo haré de ti un gran pueblo. Te bendeciré y haré famoso tu nombre, que será una bendición. Bendeciré a los que bendigan, y maldeciré a los que te maldigan. Por ti serán benditas todas las naciones de la tierra (Gn 12,1-3). Este es el perfil de la vocación de un pueblo llamado a ser signo de salvación para todos los pueblos. Y llegada la plenitud de los tiempos no acepta al Mesías esperado. No es este el momento de entretenerse en los problemas teológicos, porque estamos ofreciendo unas reflexiones para la predicación. Esta realidad sigue siendo un interrogante hoy: ¿qué sentido tiene el pueblo judío hoy? ¿cuál ha de ser la actitud de los discípulos de Jesús frente a los miembros del antiguo y actual Israel? Esto supone una realidad tangible y presente entre nosotros. Pablo orienta nuestra respuesta: él deseaba ser un proscrito por su pueblo para que entrara en la salvación. Los discípulos de Jesús hoy han de adoptar la misma actitud de reconocimiento y de profundo respeto: Dios tuvo la primera palabra y tendrá la última. Mientras tanto hemos de realizar un itinerario en el que en parte nos encontramos. Que este encuentro sea entre “hermanos” que descienden del mismo padre de muchos pueblos, que viven del Mesías (en espera o en cumplimiento), que vivimos en medio de un mundo para el que hemos sido llamados a ser transmisores de una bendición sin fronteras.

Evangelio: (Mateo 14,22-33)

Marco: Seguimos leyendo y proclamando del mismo bloque narrativo que el domingo anterior. En estos tres domingos la liturgia ha elegido el relato de tres milagros realizados por Jesús. Hay un paralelo en la presentación de los dos milagros con el relato joánico (6) en el que encontramos también los mismos milagros: multiplicación de los panes y Jesús caminando sobre las aguas. Aunque cada evangelista ofrece una interpretación distinta de los milagros o signos como le gusta llamarlos a Juan.

Reflexiones

1ª) ¡Jesús se entretiene para orar a solas!

Después que se sació la gente, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla mientras él despedía a la gente. Y después de despedir a la gente subió al monte a solas para orar. Llegada la noche estaba allí solo. Jesús ordena a sus discípulos que se vayan por delante y le antecedan en la otra orilla. El relato joánico de este mismo milagro insiste en que los que se alimentaron quisieron hacerle rey y él se retiró a la soledad. Mateo indica que lo hizo para dedicarse a la oración. Un mismo gesto permite a los evangelistas presentarnos dos aspectos importantes con relación a Jesús. El relato evangélico nos advierte que con frecuencia Jesús se retiraba al monte o a la soledad para entregarse a la oración. Se resalta en algunos acontecimientos, como la elección de los doce, pero es una tónica habitual mantenida por Jesús. También el detalle narrativo de la referencia al monte tiene su significación: en la tradición bíblica es el lugar privilegiado para el encuentro con Dios. La montaña, la altura era también un elemento religioso, en el antiguo oriente, de especial relieve. La conclusión del relato nos conduce a un acto de fe importante por parte de los apóstoles que volverá a aparecer en el capítulo 16.

2ª) ¡El viento les era contrario!

Mientras tanto la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. De madrugada se les acercó Jesús andando sobre las aguas... Los discípulos gritaron de miedo... ¡Animo, soy yo, no tengáis miedo! La riqueza de elementos narrativos contribuye a dramatizar la situación con una clara finalidad: descubrir en Jesús a alguien que tiene poder sobre los elementos y sobre la naturaleza. Sabemos que en el evangelio encontramos relatos milagrosos en diversos ámbitos: exorcismos (liberación del hombre de los padres del mal); curaciones (liberación del hombre de toda enfermedad); resurrecciones (liberación del hombre del dominio de la muerte el último y el peor enemigo del hombre); milagros sobre la naturaleza (dominio de Jesús sobre todo como Señor). Todos estos elementos narrativos tienen una finalidad: describir la gravedad de la situación y presentar la solución que Jesús les ofrece. El viento les era contrario y, por tanto, manifiesta una situación de gravedad. Jesús se les acerca, caminando sobre las aguas. Y les entró miedo pensando que era un fantasma. Es la primera reacción frente a lo misterioso, a lo sobrenatural, a lo inesperado. El conjunto es una revelación de Jesús. El miedo y la invitación al buen ánimo y a superar el miedo forma parte de los relatos reveladores del Antiguo Testamento y del Nuevo. Experiencia de miedo y palabras de consuelo tranquilizador forman parte del complejo narrativo para describir la presencia de lo sobrenatural. “Soy yo, no tengáis miedo”. Los hombres modernos se debaten también frente a lo inesperado y frente a lo sobrenatural. El Evangelio quiere ofrecerles una respuesta. Pero ha de llegarles a través de los discípulos de Jesús que comparten sus debates y han encontrado la respuesta.

3ª) ¡Asombro de los acompañantes de Jesús!

Señor, sálvame. Enseguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: ¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado? En cuanto subieron a la barca amainó el viento. Los de la barca se postraron ante él diciendo: realmente eres el Hijo de Dios. El deseo de comprobación de Pedro le ha llevado a una situación límite. La escenificación narrativa quiere subrayar a la vez el carácter impulsivo de Pedro arrastrado por el deseo y la oferta generosa de Jesús: si quieres venir hacia mí échate al mar. Pero al sentir la fuerza del viento, Pedro siente miedo y se hunde. Ciertamente todos estos rasgos pretenden descubrir otra realidad: el encuentro de Pedro con Jesús es un encuentro ejemplar para los lectores del evangelio. Porque, como ya sabemos, estamos leyendo un relato que quiere enmarcarse en la historia de Jesús y un relato presentado por el narrador mateano para la edificación de la comunidad cristiana. La lectura en estos planos permite percibir la intención de Mateo: seguir a Jesús implica una entrega total y sin reservas. Cuando los dos entran en la barca, el viento amainó. Este fenómeno inesperado y sorprendente produce una reacción en el resto de los compañeros de Pedro y les permite reconocer en Jesús un hombre con poderes excepcionales. La expresión “se postraron” pertenece al lenguaje peculiar de Mateo que aparece ya en el relato de los magos “prosternándose” ante Jesús. Es una forma muy peculiar suya a través de la cual se percibe el reconocimiento de Jesús. Y así termina el conjunto, un relato dramatizador, con un acto de fe en Jesús como Hijo de Dios proclamado por la comunidad mateana y que se relaciona con un acontecimiento ocurrido en tiempos de Jesús. El milagro está al servicio de la cristología y de la fe mesiánica. Todo el relato nos permite percibir el mensaje que quiere transmitir: en medio de las dificultades de sus enviados, Dios se hace presente por medio de Jesús y ofrece al hombre una respuesta adecuada. Hoy como ayer se necesita la presentación de este modo de actuar de Dios. Tiene una palabra para los hombres que se debaten en medio de múltiples dificultades. El evangelio ofrece una palabra a los hombres y mujeres de nuestro tiempo.

Fr. Gerardo Sánchez Mielgo

Fr. Gerardo Sánchez Mielgo
(1937-2019)