Dom
6
Oct
2013

Homilía XXVII Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2012 - 2013 - (Ciclo C)

El justo vivirá por la fe

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

  • En el marco comunitario de la fraternidad

El evangelio de hoy es continuación del pasaje lucano sobre los escándalos (17, 1-4), contexto en el que se enmarca el sentido del mismo. Presupone un claro marco comunitario, pues quien escandaliza provoca la caída de otro. De ahí la prevención y cuidado con los escándalos, mayormente con los “pequeños”, sin duda los más débiles y afectados en la fe dentro de la comunidad cristiana. ¡Ay sobre todo si quienes escandalizan son los constituidos en autoridad!

El evangelista es consciente de que los escándalos son inevitables dada la endeble condición humana y que, por lo mismo, afectan también a la vida de la comunidad cristiana. De ahí que haga una llamada a la responsabilidad personal: “tened cuidado con vosotros mismos”, al mismo tiempo que reclama la reintegración del pecador arrepentido mediante la práctica de la corrección fraterna. Una doble exhortación que radica en la convicción irrenunciable de todo cristiano: no pueden existir límites ni fronteras para el perdón allí donde brota el arrepentimiento.

  • El poder omnímodo de la fe

Solo desde la fe, que nos sumerge en el ámbito de Dios, es posible embarcarse en semejante empresa, pues para Dios nada hay imposible. La fe, aunque sea como un grano de mostaza, puede remover montañas. Los discípulos, representados ahora por los apóstoles, reconocen la endeblez de su fe como responsables de las comunidades a la hora de administrar con generosidad el perdón entre sus hermanos. ¿Es posible perdonar siempre? Inermes ante la magnitud de la tarea, piden ayuda a Jesús. Saben por experiencia propia que la comprensión y el perdón dentro del delicado entramado de las relaciones comunitarias solo es posible desde una relación de plena confianza y comunión con Dios, fuente de toda bondad y misericordia.

Con un lenguaje eclesial (apóstoles, Señor, servir, pastorear, comer y beber), Lucas quiere llevar las palabras de Jesús al terreno práctico de la vida cotidiana de sus comunidades. Si, a pesar de sus debilidades, Dios es el primero que ha confiado en ellos como apóstoles, ¿qué otra puede ser su misión apostólica? Han de ser, por la fe, testigos veraces del poder misericordioso de Dios administrando generosamente el perdón a sus hermanos. Si basta un poco de fe para arrancar el árbol y plantarlo en el mar, quiere decir que, a pesar de su pobre y debilitada fe, Dios les garantiza el respaldo suficiente para ejercer con solvencia su misión apostólica.

  • Una fe viva y operante

Ahora bien, las palabras de Jesús gozaban de credibilidad, puesto que fue el primero en ceñirse como un esclavo cualquiera para servir a la mesa: “¿Quién es mayor, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es el que está a la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve” (Lc 22,27). Esta es la razón cristológica de fondo que sustenta el servicio evangélico en sus múltiples ramificaciones y manifestaciones a lo largo de la historia del cristianismo.

La parábola del siervo, fiel reflejo costumbrista del medio en el que Jesús vivió, es una invitación a confiar plenamente en las funciones serviciales que cada uno tiene encomendadas. Más allá del modelo social en que se apoyan, estas palabras adquieren pleno sentido y relevancia para quien ha volcado por la fe su confianza en Dios. Se espera por consiguiente de todo cristiano, y con mayor razón de los guías de la comunidad, que cumpla su tarea con celo y fidelidad sin esperar felicitación o recompensa especial alguna: “Hemos hecho lo que teníamos que hacer”.

Dios requiere de los suyos “la obediencia de la fe” (Rm 1,5), no entendida como sumisión sino como adhesión libre y agradecida a su propuesta de salvación. Más que como tarea, el creyente acoge su misión como una verdadera bendición de Dios. Quien a Él obedece, aun en medio de las situaciones más adversas, se hará respetar por sus hermanos en la fe. Sólo le queda implorar cada mañana: “Señor, aumenta mi fe”.