Dom
31
Jul
2011

Homilía XVIII Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2010 - 2011 - (Ciclo A)

Dadles vosotros de comer

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

  • “Acudid por agua todos los sedientos, escuchadme y viviréis”

Las lecturas de este domingo XVIII del tiempo ordinario nos hablan de la urgencia en la búsqueda del Reino de Dios, estimándolo por encima de los demás intereses humanos.

Así, Isaías en la primera lectura se dirige a los judios, que en el destierro se inclinaba a los ídolos de Babilonia, y les dice en un tono apremiante “acudid por agua todos los sedientos, escuchadme y viviréis”. Les ofrece un agua que es fuente de vida y un pan que da energía, invitándoles a retomar la antigua alianza con su Dios.

Pablo nos trasmite su experiencia en el seguimiento de Cristo, y en un lenguaje enérgico y apasionado exclama, “quien podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro”. El esta convencido que ninguna situación por difícil y peligrosa que sea, incluyendo la muerte, podrá arrebatarle el amor de Cristo y así permanece fiel al Señor hasta dar su vida por implantar el Reino.

En el evangelio, también Jesús siente la urgencia de predicar el Reino de Dios no solo con la palabra, sino también prestando atención a las necesidades más inmediatas de los hombres y mujeres que le seguían, y se produce el milagro. El evangelista pone de relieve que Jesús “sintió lastima”. Se acerca a la gente que está cansada por el peso del día, necesitando comer y descansar.

  • “Nosotros amamos porque Dios nos amó primero”

La sintonía de Jesús con los problemas de los hombres y mujeres que le rodean es grande, tiene una sensibilidad especial que le hace identificarse con los problemas de la gente y ponerse en el lugar del otro. Aquel día, dice el evangelio, curó enfermos, porque Jesús no hablaba de un Dios abstracto, sino de un Padre que sentía compasión por sus hijos y no era indiferente ante el dolor humano.

En Jesús la compasión es una manifestación de la experiencia que vive del amor del Padre. San Juan lo explicaría más tarde en su Primera carta (1,4-10) cuando dice: “nosotros amamos porque Dios nos amó primero”, por eso  .Jesús, que vivía la plenitud del amor del Padre, con toda propiedad podía decir:” el Padre y yo somos uno “.

Jesús nos enseña a ver a los hombres de otra manera, a través del amor. Nuestra inclinación es ver a los otros  como un objeto, como algo que nos puede ser útil, usar o poseer. Jesús nos enseña que la otra persona, a la que hay que amar, es como otro yo, como una extensión de uno mismo. Por eso al hablar del amor, dijo “amarás a Dios y al prójimo como a ti mismo”.

  • “Dadles vosotros de comer”

En segundo lugar sorprende que Jesús diga de una forma imperativa, “dadles vosotros de comer”. Nos sorprende el lenguaje, porque se nos ha presentado a Jesús como un taumaturgo que remedia las situación difíciles recurriendo al milagro, algo extraordinario, que solo él podía hacer, pero esto no es válido para nosotros que no hacemos milagros. La intención de Jesús es otra, lo que le interesa es resaltar el poder de la solidaridad dentro del grupo. Lo interesante no es el individuo que da lo que le sobra, la limosna, es la comunidad que se siente solidaria. Así lo entendieron los primeros cristianos, los Hechos de los Apóstoles nos dicen que el grupo de creyentes tenía todo en común. Pablo envía colectas a las Iglesias necesitadas. Es la comunidad, es el grupo de hermanos que comparte, dentro de su pobreza, lo poco que tiene, eso es la solidaridad

En nuestra sociedad a pesar del individualismo excesivo del mundo occidental la conciencia de fraternidad, la cooperación y trabajo por el bien común se van abriendo camino. Para nosotros, los cristianos, las palabras de Jesús son especialmente relevantes, porque nos recuerda nuestra preocupación por remediar los problemas sociales más acuciantes, como pueden ser el paro o el hambre. La motivación última siempre será la fraternidad, el compartir un mismo pan y una misma mesa, no porque seamos una organización social, sino por sentirnos hijos de Dios y hermanos de los necesitados.

Finalmente el relato evangélico, tiene unas connotaciones claramente eucarísticas. Por eso es importante señalar la vinculación de la multiplicación de los panes con la Última cena del Señor. En la eucaristía Jesús se da a sí mismo como comida, entrega su propia vida, para que nosotros tengamos una vida más rica junto al Padre. Pero además nos recuerda que nosotros mismos hemos de continuar esta entrega dándonos a los demás, Por eso la tradición de la Iglesia siempre ha vinculado la eucaristía con el amor compartido en la fraternidad.