Dom
14
Feb
2016

Homilía I Domingo de Cuaresma

Año litúrgico 2015 - 2016 - (Ciclo C)

Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

El relato de las tentaciones de Jesús (Lc 4,1-13) no tiene sólo ese sentido moralizante que tantas veces se le ha atribuido. El Tentador no le propone que se aparte de su fin, es decir del Proyecto de Salvación con el cual se identificaba y por el cual había optado al bautizarse en el Jordán, sino que le ofrece unos medios determinados para realizarlo. Medios que, humanamente hablando, son los más eficaces que alguien imaginar pueda: nadie ni nada podría resistirse a alguien que tiene en sus manos el poder total y el dominio absoluto.

En la primera tentación, Jesús se rechaza «convertir» la piedra en pan. Efectivamente, lo primero que necesita una persona es comer, pero «no sólo de pan vive el hombre». Y es que el Reino de Dios no reduce al hombre a un mero consumidor de pan; el hombre necesita también una palabra de Dios que le llame por su nombre, le devuelva su dignidad de interlocutor suyo, ponga en pie toda su persona, lo conduzca a asumir él mismo el trabajo de hacer el pan y compartirlo con todos. El Reino no se construye con el paternalismo asistencialista ni con la seducción de lo espectacular y maravilloso. El camino de presencialización del Reino es el tú a tú, en la limitación y cercanía de los encuentros humanos, en el servicio a todos.

En la segunda escena, Jesús está mirando el mundo desde una montaña alta. A sus pies se le presentan «todos los reinos de la tierra» con sus conflictos, guerras e injusticias. Ahí quiere Jesús introducir el Reino de la paz y la justicia de Dios. El Tentador, por el contrario, le ofrece «el poder y la gloria de estos reinos» si se le somete. Pero dicho Reino no se construye basándose en un prestigio que brota de la renuncia explícita o implícita de Dios.

Por último, en lo alto del templo, el diablo le sugiere a Jesús buscar a Dios en la falsa seguridad. Podrá vivir tranquilo, «sostenido por sus manos» y caminar sin tropiezos ni riesgos de ningún tipo, dominando a todos. Y Jesús reacciona: «No tentarás al Señor tu Dios». Es necesario asumir a veces compromisos arriesgados, confiando en Dios como Jesús.

Así, pues, el Tentador no pretende que Jesús abandone su Causa -el Reino de Dios-, sino que intente lograrla con unos medios -poder, prestigio y dominación- que son exactamente el polo opuesto del único camino y procedimiento señalado por el Padre: la solidaridad con todos los pecadores y oprimidos de la Tierra, vivida hasta las últimas consecuencias, como el Siervo de Yavé (Lc 3,22).

En nuestra vida también encontramos muchas tentaciones: materialismo; egoísmo; orgullo; vanagloria; etc. Ellas son momentos de nuestra lucha contra el mal y contra todo lo que nos aleja de Dios y de su Reino. Son pruebas en las que podemos discernir la profundidad y solidez de nuestra fe. Purificar y fortalecerla, pues a veces está algo floja o se deja llevar por el ambiente, asumiendo sus criterios y opciones. Siempre será tentador buscar reputación, renombre y prestigio. Pero pocas cosas son más ridículas en el seguimiento a Jesús que la ostentación y la búsqueda de honores. Le hacen daño y lo vacían de verdad tanto a nivel personal como eclesial.

Nos señala el mismo relato según San Mateo (4,11) que, tomada la decisión, "lo dejó el diablo... Se acercaron unos ángeles y le sirvieron"; expresando con ello la cercanía del Padre confirmando el camino elegido y toda la armonía y paz de su espíritu que ello conllevaba.

Y todo esto se nos propone en este tiempo cuaresmal que iniciamos, aunque no sea únicamente para él. Esta Cuaresma podría ser:

- un tiempo para revisar a nivel personal cómo vivo personalmente mi ser cristiano, si he caído en las tentaciones que señala el relato evangélico, y si lo hago en coherencia con mi fe. (Hemos escuchado la profesión de fe del pueblo escogido en la primera lectura y la profesión de fe del que cree en Jesucristo en la segunda). Y pedir perdón a Dios y al prójimo por nuestras incoherencias.
- un tiempo para revisar a nivel eclesial cómo vivimos nuestro testimonio cristiano, si hemos caído en esas mismas tentaciones, si lo hacemos en coherencia con nuestra fe. Y pedir perdón a Dios y al prójimo por nuestros fallos.

El Papa Francisco en su Misericordiae Vultus (n. 17) nos invita a vivir la Cuaresma de este Año Jubilar "con mayor intensidad, como momento fuerte para celebrar y experimentar la misericordia de Dios. ¡Cuántas páginas de la Sagrada Escritura pueden ser meditadas en las semanas de Cuaresma para redescubrir el rostro misericordioso del Padre! Con las palabras del profeta Miqueas también nosotros podemos repetir: Tú, oh Señor, eres un Dios que cancelas la iniquidad y perdonas el pecado, que no mantienes para siempre tu cólera, pues amas la misericordia. Tú, Señor, volverás a compadecerte de nosotros y a tener piedad de tu pueblo. Destruirás nuestras culpas y arrojarás en el fondo del mar todos nuestros pecados (cf. 7,18-19)."