Jue
13
Abr
2017

Homilía Jueves Santo

Año litúrgico 2016 - 2017 - (Ciclo A)

Los amó hasta el extremo

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

El mayor acto de amor

“Y toda la asamblea de Israel lo matará al atardecer”. Según el evangelio de Juan, Jesús murió en el momento en que se sacrificaban los corderos para la cena de Pascua. Tras su muerte, la primera comunidad nos ha legado la interpretación que el mismo Jesús dio a su entrega, comprendida desde el ritual de la cena pascual que hemos escuchado en la primera lectura. Jesús ocupa el lugar del cordero pascual ¿Por qué? Para transformar el mayor acto de iniquidad, la conspiración y ejecución del inocente, en el mayor acto de amor. Para decir la palabra definitiva sobre cómo es Dios, quién es el ser humano y lo que está llamado a ser.

Durante la cena de despedida con sus apóstoles, antes de instituir la eucaristía Jesús se ciñe la cintura. No se la ciñe con el sentido ritual de la cena hebrea que relata el éxodo. No se la ciñe para evocar la prisa de salir al camino de la libertad; sino para confirmar ese movimiento kenótico de Dios que se abaja, se vacía de sí mismo para agraciar y enriquecer la humana condición poniéndose a sus pies, a su servicio. Jesús de aquel modo nos dibujó el icono de la entrega; un tríptico, una sinfonía en tres movimientos: Jesús a los pies de los suyos; Jesús en la cruz y Jesús resucitado derramando su Espíritu sobre la humanidad. Dios buscaba ablandar nuestras conciencias; fortalecer nuestra confianza en su amor incondicional y trasplantarnos un corazón renovado con su divina energía, su Espíritu de vida. “Os he dado ejemplo para que lo que Yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis”. ¿Qué más puede darnos o decirnos Jesús? El mandamiento de la nueva alianza lo concentra todo: amaos; cuidaos unos a otros como hermanos de todos. No podemos decir que amamos a Dios a quien no vemos si no amamos al hermano que tenemos cerca, si no cuidamos al prójimo a quien sí vemos y con quien Cristo se ha identificado. Jesús nos amó hasta el extremo.

Jesús el extremista

Fue un extremista amando nuestra humanidad. Humanidad bien retratada aquella noche de jueves santo: el amigo que le niega, los amigos que huyen y se desdicen asustados, el traidor. Esa es nuestra humanidad, esos somos. Eso es lo que en Cristo, Dios ha abrazado hasta sus últimas consecuencias. Esa humanidad que ha puesto a Dios frente a las cuerdas de la manipulación o el rechazo, que ha colgado a Dios de la cruz. Esa humanidad que no logra liberarse de las violencias o las injusticias. Esto ha sido amado.

Pero Jesús no sólo muestra como es Dios o cómo somos nosotros. Jesús demuestra qué podemos llegar a ser, en qué podemos convertirnos. Estamos llamados a ser como El. Tenemos la gracia y la capacidad de reaccionar ante el pecado, la incoherencia y la desproporción como lo hicieron aquellos que le fallaron en su noche más oscura, recapacitando. La humanidad agraciada por Cristo puede levantarse de sus caídas, reconocer sus errores y ser capaz de lo mejor. Jesús nos pone en contacto con la verdad de nuestro corazón y con sus posibilidades de crecimiento. Lo que celebramos en el Triduo Pascual es la respuesta de Dios a las preguntas y aspiraciones más profundas de la humanidad, de la sociedad.

Activemos dispositivos de fraternidad

Nuestro mundo precisa por todas partes que los cristianos volvamos a Jesús y su misericordia. Allá donde hay una iglesia, comunidad parroquial, vida consagrada o familia cristiana, en cualquier lugar donde viva un seguidor de Jesús es urgente que activemos dispositivos de fraternidad. Cuando en la vida social se alzan voces defendiendo o reclamando dispositivos sociales que favorezcan la justicia, nosotros en fidelidad a Cristo deberíamos tejer una red de dispositivos de fraternidad. Abriendo nuestras conciencias a una generosidad grande, incluso aunque nos exponga como a Jesús. Porque todo gesto profético expone. De lo contrario, nuestras celebraciones serán sólo representaciones culturales. El mensaje de la Semana Santa se domestica cuando se reduce sólo a su vertiente cultural o devocional. Aquí enseguida haremos una representación del lavatorio de los pies. Será sólo eso, un gesto, si no contribuye a transformar nuestras opciones de vida. El evangelio nos interpela a renovar hoy nuestro compromiso con la entrega de Jesús, la fraternidad universal, la renovación de la Iglesia desde el principio de misericordia.

Sentemos entre nosotros a todos los que son destinatarios de la promesa de Jesús por ser los más vulnerables o empobrecidos. Mientras dure el lavatorio pongámosles nombres. Ahora en la eucaristía y allá donde la vida nos vaya llevando, activemos dispositivos de fraternidad para acoger en los que sufren, al Señor que se hace presente. Así haremos profesión de fe con nuestras manos abiertas a todos. Hermanos, Cristo vive alumbrando el futuro de los que sueñan con una tierra sin males. Hagamos vida su última voluntad: “amaos como Yo os he amado”. Hasta el extremo.