Vie
7
Abr
2017

Evangelio del día

V Semana de Cuaresma

En el peligro invoqué al Señor, y me escuchó

Primera lectura

Lectura del libro de Jeremías 20, 10-13

Oía la acusación de la gente:
«“Pavor-en-torno”,
delatadlo, vamos a delatarlo».

Mis amigos acechaban mi traspié:
«A ver si, engañado, lo sometemos
y podemos vengarnos de él».

Pero el Señor es mi fuerte defensor:
me persiguen, pero tropiezan impotentes.

Acabarán avergonzados de su fracaso,
con sonrojo eterno que no se olvidará.

Señor del universo, que examinas al honrado
y sondeas las entrañas y el corazón,
¡que yo vea tu venganza sobre ellos,
pues te he encomendado mi causa!

Cantad al Señor, alabad al Señor,
que libera la vida del pobre
de las manos de gente perversa.

Salmo de hoy

Salmo 17, 2-3a. 3bc-4. 5-6. 7 R/. En el peligro invoqué al Señor, y él me escuchó

Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza;
Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador. R/.

Dios mío, peña mía, refugio mío,
escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoco al Señor de mi alabanza
y quedo libre de mis enemigos. R/.

Me cercaban olas mortales,
torrentes destructores me aterraban,
me envolvían las redes del abismo,
me alcanzaban los lazos de la muerte. R/.

En el peligro invoqué al Señor,
grité a mi Dios:
desde su templo él escuchó mi voz,
y mi grito llegó a sus oídos. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Juan 10, 31-42

En aquel tiempo, los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús.

Él les replicó:
«Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?».

Los judíos le contestaron:
«No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios».

Jesús les replicó:
«¿No está escrito en vuestra ley: “Yo os digo: sois dioses”? Si la Escritura llama dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios, y no puede fallar la Escritura, a quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿decís vosotros: “¡Blasfemas!” Porque he dicho: “Soy Hijo de Dios”? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre».

Intentaron de nuevo detenerlo, pero se les escabulló de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde antes había bautizado Juan, y se quedó allí.

Muchos acudieron a él y decían:
«Juan no hizo ningún signo; pero todo lo que Juan dijo de este era verdad».

Y muchos creyeron en él allí.

Reflexión del Evangelio de hoy

Las lecturas nos invitan a contemplar el sufrimiento, la persecución, momentos de “terror” cercana ya la Semana Santa, y no debemos de evitar estos hechos. Jeremías es figura de Jesús y su plegaria, bien podría ser nuestra, cuando “aquellos que son amigos” nos abandonan. Nos encontramos ante un “complot”: en la primera lectura contra Jeremías y en el Evangelio contra Jesús. Actualmente, en el día a día, hay similitudes contra la Iglesia, contra los miembros del Cuerpo de Cristo. Tratemos de contemplar los sentimientos de Jeremías y de Jesús, y vivamos más íntimamente unidos a Cristo.

La primera lectura hay que leerla en el contexto más amplio de la vida y de la misión de Jeremías. Dios le encomendó anunciar a su pueblo que se convirtiera, de lo contrario vendrían catástrofes y desgracias, y la reacción en contra fue unánime; pero Jeremías abrió su corazón a la confianza y nos dice: “El Señor está conmigo”. Esta lectura es un anuncio del camino pascual que debe recorrer el Hijo de Dios, que como Jeremías será perseguido y condenado a muerte por los suyos. El Salmo 17 nos dice: “En el peligro invoqué al Señor, y me escuchó”. Es una invitación a invocar al Señor, en cada momento, y hacer propia la plegaria del Salmista: “Señor, Tú eres nuestra fortaleza, nuestro alcázar, nuestra peña, nuestro refugio, nuestra fuerza, nuestro baluarte”. Y Él siempre nos escucha.

El Evangelio nos presenta a Cristo como Hijo de Dios que realiza las obras del Padre y como Mesías en el que se cumple todo lo que anunció Juan Bautista. Las últimas semanas de la vida terrena de Jesús, las vivió rodeado de enemigos. Vive un sufrimiento moral al ser incomprendido y mal juzgado, en medio de gentes que deforman sus intenciones profundas. Pero nos dice: “El Padre está en mí y Yo en el Padre” porque incluso en medio de “los tormentos” estaba en posesión de una paz constante. Jesús se sabía amado, acompañado, cuidado por el Padre.

Bien sabemos que Jesús tuvo un juicio político y un juicio religioso, por el que fue condenado a muerte, por decir que es Dios. Los judíos de aquel tiempo estaban ante una novedad difícil de comprender y de creer, porque tenían delante a un hombre de carne y hueso; pero… ¡era Dios! Esta es la gran enseñanza: Dios envió a su Hijo al mundo, Dios se hizo uno de nosotros: es el Misterio de la Encarnación. Nos dice San Atanasio: “Dios se hizo hombre, para que el hombre llegara a ser Dios”. Momentos previos a vivir los Misterios de nuestra Salvación, contemplemos a Jesucristo, Dios y hombre verdadero, que murió y resucitó por todos nosotros. En nuestra oración meditemos en este Amor, que se hace vida, cada día.