Lun
1
Ene
2024

Homilía Santa María, Madre de Dios

María guardaba todas estas cosas meditándolas en su corazón

Pautas para la homilía de hoy


Evangelio de hoy en audio

Reflexión del Evangelio de hoy

María, Madre de Dios y Madre nuestra, nos revela al Salvador

María tiene un papel fundamental en la obra de la salvación. El Hijo de Dios es «nacido de una mujer, nacido bajo la Ley» (2ª lectura). María está, con su mediación femenina y materna, colocada entre la Trinidad y la humanidad a la que Dios dona su Hijo. El Padre envía, pero la visibilidad del Hijo, como Salvador y en cuanto que nos otorga la adopción de hijos en el Espíritu, pasa a través de María que lo engendra y lo da a luz.

En la historia de la salvación María es la manifestación y la garantía del misterio de Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre. Con su virginidad maternal nos asegura el origen divino de Jesús. Y con el realismo de su maternidad nos asegura la verdad de la encarnación. Ninguna maternidad –tampoco la suya– concluye con el parto; tiene por delante la colaboración en el crecimiento y la educación del hijo. La maternidad de María crece con el desarrollo de su hijo y su revelación. Será una reserva inagotable de conocimientos sobre las primicias de la vida de Jesús y un testigo de la verdad de su Encarnación.

«María guardaba todas estas cosas meditándolas en su corazón»

Cuando los pastores, a quienes el ángel había prometido un signo, contemplan al niño en el pesebre, a su lado está María. Los pastores dan testimonio de lo que el ángel les había dicho, y de ese modo evangelizan a María y, a su vez, ellos ven confirmado el misterio del recién nacido que les había anunciado el ángel.

María acompaña a su hijo, contempla el misterio y conserva en su corazón todas esas cosas. No lo hacía para poder después recrearse en recuerdos del pasado, sino como experiencias que actualizaría y reviviría a lo largo de su vida. Nuestra fe en Jesús como Salvador no puede quedar en recordar acontecimientos de otros tiempos, creer es experimentar hoy su fuerza salvadora, capaz de hacer más humana nuestra vida.

El hoy cobra una insistencia particular en el evangelio de san Lucas. Tras nacer Jesús se anuncia: «Os ha nacido hoy en la ciudad de David un Salvador». Ante un signo de Jesús comentaba la gente: «Hoy hemos visto cosas admirables». Cuando Jesús visitó a Zaqueo dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa». Y cuando uno de los crucificados a su lado le pidió que se acordara de él, le dijo: «Hoy estarás conmigo en el paraíso».

Hoy puede nacer Jesús para nosotros, entrar en nuestra vida y cambiarla para siempre. Hoy podemos nosotros experimentar el perdón, la paz de Dios y la alegría interior si nos dejamos sanar por Jesús. Hoy mismo podemos empezar una vida más digna, más fraterna y solidaria. Y también el día de nuestra muerte puede ser un día de salvación. Todo ello porque el “hoy” en que se me ofrece la salvación de Jesús resucitado puede ser cualquier momento en que me encuentre con él. Para que así pueda ser, conviene la costumbre de “meditar estas cosas en el corazón”.

Vivir bendiciendo

Hoy todos nos felicitamos por el año nuevo que comienza. Los textos de esta fiesta nos ofrecen en la primera lectura las palabras de bendición que Dios sugirió a Moisés para que Aarón y sus sucesores las pronunciaran sobre el pueblo como parte de un ritual litúrgico. Sería recomendable que todos los buenos deseos que hoy nos dedicamos entre familiares y amigos estuvieran inspirados en esas palabras que desean a la otra persona la bendición y protección del Señor, ilumine su rostro sobre ti, te conceda su favor, se fije en ti, te conceda la paz.

¡Dios nos bendice! y nosotros debemos bendecir a Dios. La actitud cristiana es buscar el bien, pedir el bien, querer el bien, pronunciar palabras de bien pidiéndoselas a Dios. Un bien que no sea exclusivo ni exclusivista porque Dios es de todos y para todos. Bendigamos a Dios por las cosas sencillas y diarias, como la salud, la vida, los amigos, la fe, el cariño… Y pidamos su bendición que convierta los corazones de todos a la justicia y a la paz; que nos ayude a aprender a ver al hombre como lo que es en verdad, «hijo de Dios». Aprendamos a bendecir y a ser una bendición para los demás.

¿Tengo la costumbre de meditar en mi corazón los momentos que pueden ser presencias de la salvación de Jesús “hoy” en mi vida?

La vida de Jesús se resumió en pasar por el mundo haciendo el bien. ¿Soy yo una bendición para los demás?