Lun
9
Mar
2009

Evangelio del día

Segunda Semana de Cuaresma

Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo.

Primera lectura

Lectura de la profecía de Daniel 9, 4b-10

¡Ay, mi Señor, Dios grande y terrible, que guarda la alianza y es leal con los que lo aman y cumplen sus mandamientos!

Hemos pecado, hemos cometido crímenes y delitos, nos hemos rebelado apartándonos de tus mandatos y preceptos. No hicimos caso a tus siervos los profetas, que hablaban en tu nombre a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros padres y a todo el pueblo de la tierra.

Tú, mi Señor, tienes razón y a nosotros nos abruma la vergüenza, tal como sucede hoy a los hombres de Judá, a los habitantes de Jerusalén y a todo Israel, a los de cerca y a los de lejos, en todos los países por donde los dispersaste a causa de los delitos que cometieron contra ti.

Señor, nos abruma la vergüenza: a nuestros reyes, príncipes y padres, porque hemos pecado contra ti.

Pero, mi Señor, nuestro Dios, es compasivo y perdona, aunque nos hemos rebelado contra él. No obedecimos la voz del Señor, nuestro Dios, siguiendo las normas que nos daba por medio de sus siervos, los profetas.

Salmo de hoy

Salmo 78, 8. 9. 11. 13 R/. Señor, no nos trates como merecen nuestros pecados

No recuerdes contra nosotros las culpas de nuestros padres;
que tu compasión nos alcance pronto,
pues estamos agotados. R/.

Socórrenos, Dios, Salvador nuestro,
por el honor de tu nombre;
líbranos y perdona nuestros pecados
a causa de tu nombre. R/.

Llegue a tu presencia el gemido del cautivo:
con tu brazo poderoso, salva a los condenados a muerte. R/.

Nosotros, pueblo, ovejas de tu rebaño,
te daremos gracias siempre,
cantaremos tus alabanzas de generación en generación. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 6, 36-38

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante, pues con la medida con que midiereis se os medirá a vosotros».

Reflexión del Evangelio de hoy

El texto evangélico se mueve en la misma lógica que encontramos en el capítulo 25 de san Mateo, que consideramos el lunes de la semana anterior: el ser humano decide cómo va a ser tratado por Dios: estará en función a cómo él trata a los demás. Es la ética sencilla de Jesús. Dios no quiere un trato de preferencia; si no es para atender a lo que él señala que ha de ser nuestra conducta con los demás. Cómo tratemos a los demás indica cómo tratamos nosotros a Dios, y cómo queremos que el nos trate. Hemos de hacer que la tierra se parezca más al cielo. Es decir: que las relaciones humanas que establezcamos, sean la del Reino de Dios o de los cielos. En esas relaciones han de ocupar lugar eminente, la comprensión, el perdón, y han de excluirse el juicio condenatorio, aplicarle una medida estricta y dura que le rebaja. En esas relaciones no podemos asumir tareas que corresponden a Dios. Dios es el que juzga. Es el único juez. La perfección humana no se manifiesta en creerse con dignidad para juzgar al hermano, sino en ponerse a su nivel, ser compasivo. Fijaros en lo que indica el término “compasión”. Es un término que en su etimología griega corresponde a la palabra española “simpatía” (cum, en latín es sym en griego). Se es com-pasivo, cuando se siente con el otro, se sufre con él, se sintoniza con él, se simpatiza con él. Cuando se es hermano, amigo, com-prensivo, se le entiende. En eso se enraíza la perfección humana. En eso nos asemejamos a Dios: “sed compasivos como vuestro Padre es compasivo”.