Mar
7
Dic
2010

Evangelio del día

Segunda Semana de Adviento

Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías 40, 1-11

«Consolad, consolad a mi pueblo
—dice vuestro Dios—;
hablad al corazón de Jerusalén,
gritadle,
que se ha cumplido su servicio,
y está pagado su crimen,
pues de la mano del Señor ha recibido
doble paga por sus pecados».
Una voz grita:
«En el desierto preparadle
un camino al Señor;
allanad en la estepa
una calzada para nuestro Dios;
que los valles se levanten,
que montes y colinas se abajen,
que lo torcido se enderece
y lo escabroso se iguale.
Se revelará la gloria del Señor,
y verán todos juntos
—ha hablado la boca del Señor—».
Dice una voz: «Grita».
Respondo: «¿Qué debo gritar?».
«Toda carne es hierba
y su belleza como flor campestre:
se agosta la hierba, se marchita la flor,
cuando el aliento del Señor
sopla sobre ellos;
sí, la hierba es el pueblo;
se agosta la hierba, se marchita la flor,
pero la palabra de nuestro Dios
permanece por siempre».
Súbete a un monte elevado,
heraldo de Sión;
alza fuerte la voz,
heraldo de Jerusalén;
álzala, no temas,
di a las ciudades de Judá:
«Aquí está vuestro Dios.
Mirad, el Señor Dios llega con poder
y con su brazo manda.
Mirad, viene con él su salario
y su recompensa lo precede.
Como un pastor que apacienta el rebaño,
reúne con su brazo los corderos
y los lleva sobre el pecho;
cuida él mismo a las ovejas que crían».

Salmo de hoy

Salmo 95, 1-2. 3 y 10ac. 11-12. 13-14 R/. Aquí está nuestro Dios, que llega con poder

Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre,
proclamad día tras día su victoria. R/.

Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones.
Decid a los pueblos: «El Señor es rey,
él gobierna a los pueblos rectamente». R/.

Alégrese el cielo, goce la tierra,
retumbe el mar y cuanto lo llena;
vitoreen los campos y cuanto hay en ellos,
aclamen los árboles del bosque. R/.

Delante del Señor, que ya llega,
ya llega a regir la tierra:
regirá el orbe con justicia
y los pueblos con fidelidad. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Mateo 18, 12-14

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«¿Qué os parece? Suponed que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en el monte y va en busca de la perdida? Y si la encuentra, en verdad os digo que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado.
Igualmente, no es voluntad de vuestro Padre que está en el cielo que se pierda ni uno de estos pequeños».

Reflexión del Evangelio de hoy

  • “Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios”

Una de las tareas de nuestra religión es la de consolar. “Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios”. Fue uno de los propósitos de Jesús: “Venid a mí los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré”. Si hay gente desconsolada, cansada, agobiada… el consuelo es la medicina apropiada y necesaria. La vida humana, con frecuencia, nos muestra su cara hosca, y los dolores, los desgarros, los fracasos, los sinsabores dejan maltrecha y herida nuestra alma, que busca e implora consuelo. Nuestro Dios, a través de los profetas del Antiguo Testamento y, sobre todo, de Jesús nos ofrece un consuelo real y fuerte. No vale apoyarse en las realidades de nuestra existencia humana que son pasajeras, que se “agostan como la hierba y se marchitan como la flor”. Dios nos ofrece un consuelo más sólido y estable: su presencia continua. “Di a las ciudades de Judá: aquí esta vuestro Dios. Mirad: Dios, el Señor, llega con fuerza”.

Jesús, en el evangelio, nos recuerda que él, que es Dios, no sólo llega con fuerza y poder, sino también con amor. Todo su poder está guiado por el amor que nos tiene. Por eso, es capaz, como el buen pastor, de dejar las noventa y nueve ovejas en el aprisco y salir a buscar la oveja perdida, que sola y desorientada, camina angustiada rodeada de múltiples peligros. Y la oveja despistada y el pastor se alegran de su encuentro.

Jesús, el que nos ha amado hasta el extremo, como nos recuerda el Adviento sale siempre a nuestro encuentro y nos ofrece su consuelo regalándonos su luz, su amistad, su promesa de vida.

Celebramos la fiesta de San Ambrosio (340-397). Aclamado y elegido por el pueblo para ser obispo de Milán, dejó “su carrera política” para brindar a sus hermanos el consuelo de Dios, a través de la predicación de la buena noticia de Jesús de Nazaret.