Mié
1
Dic
2010

Evangelio del día

Primera semana de Adviento

Me da lástima esta muchedumbre…no quiero despedirla en ayunas

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías 25, 6-10a

En aquel día, preparará el Señor del universo para todos los pueblos,
en este monte, un festín de manjares suculentos,
un festín de vinos de solera;
manjares exquisitos, vinos refinados.
Y arrancará en este monte
el velo que cubre a todos los pueblos,
el lienzo extendido sobre a todas las naciones.
Aniquilará la muerte para siempre.
Dios, el Señor, enjugará las lágrimas de todos los rostros,
y alejará del país el oprobio de su pueblo
—lo ha dicho el Señor—.
Aquel día se dirá: «Aquí está nuestro Dios.
Esperábamos en él y nos ha salvado.
Este es el Señor en quien esperamos.
Celebremos y gocemos con su salvación,
porque reposará sobre este monte la mano del Señor».

Salmo de hoy

Salmo 22, 1-3a. 3b-4. 5. 6 R/. Habitaré en la casa del Señor por años sin término

El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas. R/.

Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.

Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R/.

Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Mateo 15, 29-37

En aquel tiempo, Jesús, se dirigió al mar de Galilea, subió al monte y se sentó en él.
Acudió a él mucha gente llevando tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros; los ponían a sus pies, y él los curaba.

La gente se admiraba al ver hablar a los mudos, sanos a los lisiados, andar a los tullidos y con vista a los ciegos, y daban gloria al Dios de Israel.

Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:
«Siento compasión de la gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer. Y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino».

Los discípulos le dijeron:
«¿De dónde vamos a sacar en un despoblado panes suficientes para saciar a tanta gente?».

Jesús les dijo:
«¿Cuántos panes tenéis?».

Ellos contestaron:
«Siete y algunos peces».

Él mandó a la gente que se sentara en el suelo. Tomó los siete panes y los peces, pronunció la acción de gracias, los partió y los fue dando a los discípulos, y los discípulos a la gente.
Comieron todos hasta saciarse y recogieron las sobras: siete canastos llenos.

Reflexión del Evangelio de hoy

  • “Preparas una mesa ante mi…”

El símbolo del banquete es conocido en la Sagrada Escritura como imagen de la felicidad plena.

La invitación a una comida, aunque esta sea sencilla, es ya un gesto de cariño humano; en la Biblia lo encontramos muchas veces como signo festivo y de gratitud, alegría de un encuentro: “El hijo pródigo”,”Bodas de Caná”…

Hoy, el profeta Isaías nos habla de la invitación a un festín, no para unos pocos, ni tan sólo para el pueblo de Israel, es para todos los pueblos, Dios, que se revela como salvador de la humanidad, nos invita al Banquete del Reino, pero no olvidemos, tenemos que asistir con el traje de bodas, revestidos del amor que Dios derrama en abundancia en nuestros corazones y que nos exige trasmitirlo a cuantos nos rodean.

Esta debe ser la mejor preparación para recibir el Amor de Dios que nace en Belén para colmarnos de su Amor.

  • “Me da lástima esta muchedumbre…no quiero despedirla en ayunas”

La gente seguía a Jesús entusiasmada de su Palabra y glorificaban a Dios al ver los prodigios que hacía.

Jesús, observa a los que le escuchan, ve sus necesidades, cura sus dolencias y quiere solucionar el problema del hambre de aquellas buenas gentes.

Es la doble dimensión del Reino: Glorificar a Dios y ayudar a los hermanos.

Tenemos que proclamar la Palabra, alimentar las mentes y los corazones de quienes, con interés nos escuchan, pero eso no basta, hemos de atender a las necesidades de los hermanos, como lo hizo Cristo: Anunció el Reino con su Palabra y con su vida, pero también atendió a las necesidades de la gente, curando sus dolencias y compartiendo el pan.

Esos son los verdaderos signos de que el Reino de Dios está ya entre nosotros.