Vie
7
Ene
2022

Evangelio del día

A los que habitaban en sombra de muerte, una luz les brilló

Primera lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 3, 22 – 4, 6

Queridos hermanos:
Cuanto pidamos lo recibimos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada.
Y este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros, tal como nos lo mandó. Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios en él; en esto conocemos que permanece en nosotros: por el Espíritu que nos dio.
Queridos míos: no os fiéis de cualquier espíritu, sino examinad si los espíritus vienen de Dios, pues muchos falsos profetas han salido al mundo.
En esto podréis conocer el Espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa a Jesucristo venido en carne es de Dios; y todo espíritu que no confiesa a Jesús no es de Dios: es del Anticristo. El cual habéis oído que iba a venir; pues bien, ya está en el mundo.
Vosotros, hijos míos, sois de Dios y lo habéis vencido. Pues el que está en vosotros es más que el que está en el mundo. Ellos son del mundo; por eso hablan según el mundo y el mundo los escucha. Nosotros somos de Dios.
Quien conoce a Dios nos escucha, quien no es de Dios no nos escucha.
En esto conocemos el Espíritu de la verdad y el espíritu del error.

Salmo de hoy

Salmo 2, 7-8. 10-12a R/. Te daré en herencia las naciones

Voy a proclamar el decreto del Señor;
él me ha dicho: «Tú eres mi Hijo:
yo te he engendrado hoy.
Pídemelo:
te daré en herencia las naciones;
en posesión, los confines de la tierra». R/.

Y ahora, reyes, sed sensatos;
escarmentad, los que regís la tierra:
servid al Señor con temor,
rendidle homenaje temblando. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Mateo 4, 12-17. 23-25

En aquel tiempo, al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan se retiró a Galilea.
Dejando Nazaret se estableció en Cafarnaún, junto al mar, en el territorio de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta Isaías:
«Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí,
camino del mar, al otro lado del Jordán,
Galilea de los gentiles.
El pueblo que habitaba en tinieblas
vio una luz grande;
a los que habitaban en tierra y sombras de muerte,
una luz les brilló».
Desde entonces comenzó Jesús a predicar diciendo:
«Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos».
Jesús recorría toda Galilea enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.
Su fama se extendió por toda Siria y le traían todos los enfermos aquejados de toda clase de enfermedades y dolores, endemoniados, lunáticos y paralíticos. Y él los curó.
Y lo seguían multitudes venidas de Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea y Transjordania.

Evangelio de hoy en audio

Reflexión del Evangelio de hoy

Examinad si los espíritus vienen de Dios

El capítulo 3 y los 6 primeros versículos del capítulo 4 de la 1ª carta de San Juan nos enseñan a vivir como hijos de Dios.

Comienza el capítulo 3 con esta afirmación: Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues, ¡lo somos! Dios no puede renunciar a su amor paternal hacia nosotros. Tenemos la certeza de su amor incondicional a cada uno de sus hijos. Pero nosotros no correspondemos a su amor ni podemos hacerlo del mismo modo que Él nos ama, porque nuestra naturaleza está dañada por el pecado y, en nuestro interior, coexisten el Espíritu de Dios y el espíritu del maligno. De ahí que San Juan nos da unas pautas para vivir como hijos de Dios.

Nos muestra tres condiciones. La primera es romper con el pecado. La segunda y la tercera son las que se recogen en el texto de la liturgia de hoy: guardar los mandamientos, sobre todo el de la caridad, y guardarnos de los anticristos y del mundo.

Este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y que nos amemos unos a otros. La fe y el amor son inseparables. Pero ojo, el amor hecho obras y no un mero sentimiento. Ya lo dice el apóstol Santiago en su carta: Muéstrame tu fe sin obras y yo por las obras te probaré mi fe (St 2,18). Asímismo las obras que no se hacen en nombre de Jesús y reconociendo el señorío de Dios, nos convierten en cualquier ONG.

Repito, la fe y la caridad son inseparables. Ambas virtudes, junto con la esperanza, nos hacen vivir como verdaderos hijos de Dios, agradándole en todo. Y así, con la misma confianza que muestran los hijos con sus padres, podemos pedirle, con la certeza de que nos dará lo que nos conviene y realmente necesitamos, como nos dice el salmo de hoy: Tú eres mi hijo: pídemelo, te daré en herencia las naciones.

Continúa la carta de San Juan con la tercera condición: guardarnos de los anticristos y del mundo. Queridos: no os fiéis de cualquier espíritu, sino examinad si los espíritus vienen de Dios. ¿Cómo podemos aprobar ese examen y saber si estamos siguiendo al Espíritu con mayúscula? El mismo Juan nos lo dice: Todo espíritu que confiesa a Jesucristo venido en carne, es de Dios. ¿Qué quiere decir esto? Cuando creemos en alguien, creemos en lo que vive y en su palabra. Si creemos en Jesucristo, tenemos el testimonio de su vida y su Palabra, sólo tenemos que seguirlo y vivir según Él nos enseña. Así nos guardaremos del anticristo. Somos de Dios y lo hemos vencido. Pues el que está en nosotros es más que el que está en el mundo.       

 

A los que habitaban en tierra y sombra de muerte, una luz les brilló

Ayer celebrábamos la Epifanía, la manifestación del Hijo Unigénito, hecho niño en Belén, a los pueblos gentiles. Hoy contemplamos la manifestación de ese Hijo Unigénito, hecho hombre, predicando a todos los pueblos el Reino de Dios y llamándolos a la conversión.

En este capítulo 4 de Mateo empieza la vida pública de Jesús. Éste acaba de ser bautizado por Juan y está de regreso de su preparación en el desierto, acogiendo el proyecto del Padre para sí y enfrentándose a las tentaciones que intentan apartarlo de este proyecto. Se retira a Galilea y comienza su predicación recorriendo todos esos lugares fronterizos y paganos, para que se cumpliera lo dicho por el profeta Isaías:

¡Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles! El pueblo que habitaba en tinieblas ha visto una gran luz; a los que habitaban en tinieblas y en sombra de muerte una luz les brilló.

Juan está arrestado. Y más adelante, en el capítulo 11, nos dice que estando en la cárcel, habiendo recibido noticias de Jesús y su predicación,  envía a dos de sus discípulos a preguntarle: ¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro? Jesús les responde: Id y contad a Juan lo que oís y veis: los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Noticia.

Nuestro Dios ha plantado su tienda en medio de su pueblo. No ha hecho distinciones entre judíos y gentiles. Él ha venido a salvarnos a todos y a curar todas nuestras enfermedades y dolencias; a sanar nuestro cuerpo y nuestro espíritu. Pero tal vez nosotros estemos esperando a otro salvador, y cegados por las luces artificiales de nuestro mundo, no podamos ver la Luz verdadera que brilla en nuestros corazones y que resplandece en todos los que, en su nombre, siguen curando a los enfermos, dando de comer a los hambrientos y predicando la Buena Noticia.

Oración

Señor, te damos gracias por hacerte presente en medio de nosotros y manifestarnos el Reino de Dios. No dejes que vivamos sumergidos en la noche de nuestro mundo. Abre nuestros ojos para que podamos contemplar tu Luz.  Conviértenos a Ti para que te sigamos y seamos portadores de tu Luz, y así poder iluminar a todos los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, y extender el Reino hasta los confines de la tierra. AMÉN.