Jue
5
Jun
2014

Evangelio del día

Séptima Semana de Pascua

Que todos sean uno

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 22, 30; 23, 6-11

En aquellos días, queriendo el tribuno conocer con certeza los motivos por los que los judíos acusaban a Pablo, mandó desatarlo, ordenó que se reunieran los sumos sacerdotes y el Sanedrín en pleno y, bajando a Pablo, lo presentó ante ellos.
Pablo sabía que una parte eran fariseos y otra saduceos y gritó en el Sanedrín:
«Hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseo, se me está juzgando por la esperanza en la resurrección de los muertos».
Apenas dijo esto, se produjo un altercado entre fariseos y saduceos, y la asamblea quedó dividida. (Los saduceos sostienen que no hay resurrección ni ángeles ni espíritus, mientras que los fariseos admiten ambas cosas). Se armó un gran griterío, y algunos escribas del partido fariseo se pusieron en pie, porfiando:
«No encontramos nada malo en este hombre; ¿y si le ha hablado un espíritu o un ángel?».
El altercado arreciaba, y el tribuno, temiendo que hicieran pedazos a Pablo, mandó bajar a la guarnición para sacarlo de allí y llevárselo al cuartel.
La noche siguiente, el Señor se le presentó y le dijo:
«¡Ánimo! Lo mismo que has dado testimonio en Jerusalén de lo que a mí se refiere, tienes que darlo en Roma».

Salmo de hoy

Salmo 15, 1b-2a y 5. 7-8. 9-10. 11 R/. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Yo digo al Señor: «Tú eres mi Dios».
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa,
mi suerte está en tu mano. R/.

Bendeciré al Señor, que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré. R/.

Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa esperanzada.
Porque no me abandonarás en la región de los muertos
ni dejarás a tu fiel ver la corrupción. R/.

Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Juan 17, 20-26

En aquel tiempo, levantando los ojos al cielo, oró Jesús diciendo:
«No solo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.
Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos, y tú en mí, para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí.
Padre, este es mi deseo: que los que me has dado estén conmigo donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación del mundo.
Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y estos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté en ellos, y yo en ellos».

Reflexión del Evangelio de hoy

  • ¡Ánimo! Lo mismo que has dado testimonio a favor mío en Jerusalén, tienes que darlo en Roma.

En el libro de los Hechos de los Apóstoles encontramos una biografía casi completa de San Pablo. San Lucas nos narra, con todo lujo de detalles, la trayectoria de Pablo desde su conversión hasta su llegada a Roma.

San Pablo se sabe un instrumento elegido por el Señor para llevar su nombre a los gentiles. Ha recibido la misión de ser testigo de lo que ha visto y oído, y por ser fiel a la tarea encomendada se juega constantemente la vida. El Señor mismo lo consuela y lo confirma en su misión, como leemos en la lectura, para que no desfallezca ante las dificultades, que fueron muchas. El puede hacer suyas las palabras de Salmo responsorial: “tengo siempre presente al Señor, con Él a mi derecha no vacilaré”.

El texto que nos ocupa nos presenta a Pablo ante el Sanedrín. Pablo, que estaba encarcelado, es llevado ante las autoridades para defenderse de las acusaciones que había contra él. Astutamente utiliza en su defensa un argumento que provoca la división de quienes lo tienen que juzgar y que a la vez le sirve para dar testimonio de su esperanza en la resurrección. Buen conocedor del corazón humano, no usa al azahar esta estrategia, sabe que la división engendra confusión y debilita las fuerzas.

Ser testigos del Señor, ayer como hoy, incomoda a los que viven al margen del Evangelio. De San Pablo podemos imitar su valentía y su astucia. Que no nos acobarden los vientos contarios y aprovechemos las ocasiones que se nos presentan de dar razón de nuestra fe y nuestra esperanza.

  • “Que todos sean uno”

El Evangelio de hoy es la parte tercera de la Oración de Jesús llamada Oración Sacerdotal. Es la magna oración de oblación e intercesión del Salvador a la hora de su sacrificio. En ella encontramos dos partes bien diferenciadas, por un lado la oración por la unidad y por otro la oración por la salvación.

La unidad es un don que debemos pedir constantemente al Espíritu Santo. Él es el artífice de la unidad y el que derrama el Amor de Dios en nuestros corazones. Amor y unidad van de la mano. El amor une a las personas, hace que se acorten distancias, que las diferencias de criterios no sean barreras infranqueables, nos abre a la comprensión y aceptación del otro….

Jesús ora al Padre con insistencia: Que todos sean uno. Es su último deseo y lo repite una y otra vez para dejar clara su importancia. La unidad entre los creyentes es de tal transcendencia que Jesús vincula la credibilidad de su vida al testimonio de unidad de los discípulos: “que sean uno para que el mundo crea que Tú me has enviado”.

También nosotros hoy tenemos que dar testimonio de unidad. El anuncio del Evangelio será más eficaz si va acompañado del ejemplo de una vida que busca en todo la unanimidad, respetando lo diferente y aunando lo que nos iguala. Esta es una tarea para todo cristiano, todos somos responsables. Hay que rezar sí, pero también actuar coherentemente.