Vie
29
Abr
2022

Evangelio del día

Segunda Semana de Pascua

Mi yugo es llevadero y mi carga ligera

Primera lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 1, 5 — 2, 2

Queridos hermanos:
Este es el mensaje que hemos oído de Jesucristo y que os anunciamos: Dios es luz y en él no hay tiniebla alguna. Si decimos que estamos en comunión con él y vivimos en las tinieblas, mentimos y no obramos la verdad. Pero, si caminamos en la luz, lo mismo que él está en la luz, entonces estamos en comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia de todo pecado.
Si decimos que no hemos pecado, nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Pero, si confesamos nuestros pecados, él, que es fiel y justo, nos perdonará los pecados y nos limpiará de toda injusticia. Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos mentiroso y su palabra no está en nosotros.
Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no solo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.

Salmo de hoy

Salmo 102, 1b-2. 8-9. 13-14. 17-18a R/. Bendice, alma mía, al Señor

Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R/.

El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia.
No está siempre acusando
ni guarda rencor perpetuo. R/.

Como un padre siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por los que lo temen;
porque él conoce nuestra masa,
se acuerda de que somos barro. R/.

La misericordia del Señor
dura desde siempre y por siempre,
para aquellos que lo temen;
su justicia pasa de hijos a nietos:
para los que guardan la alianza. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Mateo 11, 25-30

En aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo:
«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien.
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

Reflexión del Evangelio de hoy

Jesucristo es el médico que nos ha dado la sangre como medicina

Dice el refrán popular que «la mona aunque se vista de seda, mona se queda» Redes sociales, marketing de alto nivel, influencer…todo cabalga a ritmo de perfectísimo, bellísimo. En esta sociedad nuestra secuestrada por la imagen, la puesta en escena, nos viene como anillo al dedo la máxima citada. No se deja cabida a la fealdad, a lo corriente y moliente. Y con todo, la verdad es que «Nada de palo y zanahoria, sino el pobre y feo crucifijo» (Fabrice Hadjadj).

¿Será éste un planteamiento agorero en plena cincuentena pascual? ¡Nada más lejos de quien suscribe esta reflexión! Sí, un intento de llamada a la verdad, que no es otra que aceptar que somos barro (Sal 102,14), pero no el polvo de estrellas acuñado por el astrónomo Carl Sagan sino un barro conocido por su Hacedor y por ello colmado de gracia y de ternura que se traduce en salvación.

Condición creatural es lo nuestro, premisa imperecedera en el devenir del ser humano, siempre en camino, dejándose hacer, lo que implica luces y sombras. El texto joánico ilumina cual candela nuestra realidad pecadora, que no es otra que prescindir de Dios para erigirnos en dios. Pareciera de entrada que este pretender salirse de finitud pone un The End a nuestra historia…Nada más lejos. «Si caminamos en la luz, lo mismo que él está en la luz, entonces estamos en comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia de todo pecado» (1 Jn 1, 7).

Jesucristo es el puente entre el Padre y nosotros, entre el cielo y la tierra, «el que nos posibilita no ahogarnos en el mar tempestuoso de la vida presente» (Sta. Catalina de Siena).

De nuestra orilla está el reconocer y por ello consentir a la Verdad.

La grandeza de un hombre consiste en saber reconocer su propia pequeñez (Blaise Pascal)

Admitir que se es pequeño es la puerta que posibilita el descanso, sabatizar, fundamentar la vida es lo que realmente es importante y por ello disfrutar del AQUÍ Y AHORA. Ni más ni menos se trata de conjugar la vida en clave con-sentido, lo que supone dieta de aditivos, colorantes y conservantes.

Los sabios a los que Jesús saca los colores en el texto mateano son los escribas y fariseos de cada época histórica que de forma invariable amanecen para intentar quedarse en los ámbitos políticos, económicos, educativos, religiosos…liando fardos pesados y cargándolos a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar (23,4) Catalina de Siena en El Diálogo radiografía a los letrados soberbios como estudiantes en mucha ciencia…dan lo que llevan en sí -vida de oscuridad- (Capítulo 85).

Jesús de Nazaret nos ofrece camino alternativo, todo él grabado por el alivio y luz para el alma. Cuidado con confundir este consuelo con la erradicación de los problemas a cualquier precio, quizá buscando hadas madrinas con varita mágica. No pasa de ser espejismo y como tal no soluciona las contrariedades, tal vez las ceba y enquista.

De carga a carga va mucho. Ya nos lo indica el Maestro. La suya es liviana, pero es.

Al hilo de lo compartido, cabe preguntarse:

  • ¿Cuáles son mis fardos? ¿Reales?. quizá.. ¿Virtuales?
  • ¿Dónde se asienta mi vida? ¿En mis solas fuerzas?, ¿A merced de los otros?, ¿En los poderosos de este mundo?...¿En el Dios con nosotros que afirma que su yugo es llevadero y su carga ligera?