Lun
27
Mar
2017

Evangelio del día

IV Semana de Cuaresma

El hombre creyó en la palabra de Jesús

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías 65, 17-21

Esto dice el Señor:

«Mirad: voy a crear un nuevo cielo
y una nueva tierra:
de las cosas pasadas
ni habrá recuerdo ni vendrá pensamiento.

Regocijaos, alegraos por siempre
por lo que voy a crear:
yo creo a Jerusalén “alegría”,
y a su pueblo, “júbilo”.

Me alegraré por Jerusalén
y me regocijaré con mi pueblo,
ya no se oirá en ella ni llanto ni gemido;
ya no habrá allí niño
que dure pocos días,
ni adulto que no colme sus años,
pues será joven quien muera a los cien años,
y quien no los alcance se tendrá por maldito.

Construirán casas y las habitarán,
plantarán viñas y comerán los frutos».

Salmo de hoy

Salmo 29, 2 y 4. 5-6. 11-12a y 13b R/. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.
Señor, sacaste mi vida del abismo,
me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa. R/.

Tañed para el Señor, fieles suyos,
celebrad el recuerdo de su nombre santo;
su cólera dura un instante;
su bondad, de por vida;
al atardecer nos visita el llanto;
por la mañana, el júbilo. R/.

Escucha, Señor, y ten piedad de mí;
Señor, socórreme.
Cambiaste mi luto en danzas.
Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Juan 4, 43-54

En aquel tiempo, salió Jesús de Samaría para Galilea. Jesús mismo había atestiguado:
«Un profeta no es estimado en su propia patria».

Cuando llegó a Galilea, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta.

Fue Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino.

Había un funcionario real que tenía un hijo enfermo en Cafarnaún. Oyendo que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a verlo, y le pedía que bajase a curar a su hijo que estaba muriéndose.

Jesús le dijo:
«Si no veis signos y prodigios, no creéis».

El funcionario insiste:
«Señor, baja antes de que se muera mi niño».

Jesús le contesta:
«Anda, tu hijo vive».

El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino. Iba ya bajando, cuando sus criados vinieron a su encuentro diciéndole que su hijo vivía. Él les preguntó a qué hora había empezado la mejoría. Y le contestaron:
«Ayer a la hora séptima lo dejó la fiebre».

El padre cayó en la cuenta de que esa era la hora en que Jesús le había dicho: «Tu hijo vive». Y creyó él con toda su familia. Este segundo signo lo hizo Jesús al llegar de Judea a Galilea.

Reflexión del Evangelio de hoy

El funcionario creyó en su Palabra

La forma habitual de Jesús en sus milagros de curación es imponiendo las manos sobre el enfermo (Mc 6,5), y acompañando su gesto con algunas palabras. Pero, esta vez, y no es la única, Jesús cura con su palabra, a distancia, incluso haciendo caso omiso de la insistencia del funcionario para que vaya a curar a su hijo personalmente.

El funcionario creyó en la palabra de Jesús, y se puso en camino; y el milagro se produjo. Aunque se me tache de exagerado, no me resisto a alabar, aplaudir y agradecer la conducta de este hombre. Cree en Jesús, en su palabra, antes de ver la curación de su hijo: cree sólo porque lo dice Jesús, para él es suficiente. Y, de tal forma cree, que se pone en camino. Esa es la forma de agradecerlo. Nada de bellas palabras, sino las mejores acciones. Eso es creer en Jesús, seguir a Jesús, ser discípulo de Jesús, pertenecer al Reino.

 Oración de petición y de agradecimiento

Lo normal es “acordarnos de Santa Bárbara cuando truena”, como hizo el funcionario. Seguro que antes de acudir a Jesús llamó a los médicos, y, cuando el problema se le escapaba de las manos, acudió a Jesús. Había oído hablar de él y de su poder taumatúrgico hasta el punto de creer que podía curarlo. E insiste: “Señor, baja antes de que se muera mi niño”. Y a Jesús, de tal forma le gusta la oración y la petición del funcionario, que accede a lo que quiere, aunque no de la forma que aquel hombre pensaba que había que hacerlo. “El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino”, se fió de Jesús, confió en él.

Pero, cuando comprobó la veracidad de lo que creía, cuando le anunciaron que su hijo estaba curado desde el momento en que Jesús lo había dicho, “creyó él con toda su familia”. Fue agradecido y dio las gracias a Jesús de la forma que Jesús quería: creyendo, confiando, fiándose de él, y, aunque no nos lo diga el Evangelio, intuimos que convirtiéndose en discípulo de Jesús junto con su familia.

Este funcionario real será recordado siempre, no por su funcionariado, sino por su fe, por el papel que la fe desempeñó en un momento único de su vida: cuando Jesús volvió otra vez a Caná de Galilea.Y su vida y sus actos quedaron marcados por el sello de su fe. Eso es “tener fe”, eso es “ser fiel”.

¿Tiene para mí la palabra evangélica de Jesús la importancia que tuvo para el funcionario real?
¿Qué hago para que la palabra de Dios llegue a la vida, influya en la vida y cambie mi vida, como sucedío con el funcionario?

Fray Hermelindo Fernández Rodríguez

Fray Hermelindo Fernández Rodríguez
(1938-2018)