Vie
24
Mar
2017

Evangelio del día

III Semana de Cuaresma

Haz esto y vivirás

Primera lectura

Lectura de la profecía de Oseas 14, 2-10

Esto dice el Señor:

«Vuelve, Israel, al Señor tu Dios,
porque tropezaste por tu falta.

Tomad vuestras promesas con vosotros,
y volved al Señor.

Decidle: “Tú quitas toda falta,
acepta el pacto.
Pagaremos con nuestra confesión:
Asiria no nos salvará,
no volveremos a montar a caballo,
y no llamaremos ya ‘nuestro Dios’
a la obra de nuestras manos.
En ti el huérfano encuentra compasión”.

“Curaré su deslealtad,
los amaré generosamente,
porque mi ira se apartó de ellos.

Seré para Israel como el rocío,
florecerá como el lirio,
echará sus raíces como los cedros del Líbano.

Brotarán sus retoños
y será su esplendor como el olivo,
y su perfume como el del Líbano.

Regresarán los que habitaban a su sombra,
revivirán como el trigo,
florecerán como la viña,
será su renombre como el del vino del Líbano.

Efraín, ¿qué tengo que ver con los ídolos?
Yo soy quien le responde y lo vigila.
Yo soy como un abeto siempre verde,
de mí procede tu fruto”.

¿Quién será sabio, para comprender estas cosas,
inteligente, para conocerlas?

Porque los caminos del Señor son rectos:
los justos los transitan,
pero los traidores tropiezan en ellos».

Salmo de hoy

Salmo 80, 6c-8a. 8bc-9. 10-11ab. 14 y 17 R/. Yo soy el Señor, Dios tuyo; escucha mi voz

Oigo un lenguaje desconocido:
«Retiré sus hombros de la carga,
y sus manos dejaron la espuerta.
Clamaste en la aflicción, y te libré. R/.

Te respondí oculto entre los truenos,
te puse a prueba junto a la fuente de Meribá.
Escucha, pueblo mío, doy testimonio contra ti;
¡ojalá me escuchases, Israel! R/.

No tendrás un dios extraño,
no adorarás un dios extranjero;
yo soy el Señor, Dios tuyo,
que te saqué del país de Egipto. R/.

¡Ojalá me escuchase mi pueblo
y caminase Israel por mi camino!
Los alimentaría con flor de harina,
los saciaría con miel silvestre». R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Marcos 12, 28b-34

En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó:
«¿Qué mandamiento es el primero de todos?».

Respondió Jesús:
«El primero es: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. El segundo es este: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No hay mandamiento mayor que estos».

El escriba replicó:
«Muy bien, Maestro, sin duda tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios».

Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo:
«No estás lejos del reino de Dios».

Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

Reflexión del Evangelio de hoy

Vuelve Israel a tu Dios

El Señor no tiene en cuenta nuestros pecados. Él siempre perdona y nos ama aunque no lo merezcamos. Este es el mensaje que Oseas nos quiere transmitir hoy en estos versículos finales de su libro. Su profecía no termina en acusación y condenación, sino en amor que se da graciosamente, sin que lo merezcamos.

Dios es el único que nos salva, aunque nosotros ponemos muchas veces la confianza en cosas materiales y pasajeras. Creemos que a base de penitencias y sacrificios se borrarán nuestros pecados, y sin embargo, lo que Dios busca es el arrepentimiento del corazón; nuestra vuelta a Dios es efímera sin la conversión interior.

El Señor es esa puerta siempre abierta que nos invita a volver, es ese ciprés siempre verde, símbolo de la bondad eterna de Dios que prevalece sobre el pecado y la maldad.

“Señor, danos lágrimas de sincero arrepentimiento por nuestra superficialidad, por nuestra indiferencia ante el dolor ajeno, por haber puesto la confianza en lo que no puede salvar. Ayúdanos a caminar por la senda de la verdad y que así, demos testimonio de tu amor en el mundo”.

 ¿Nos dejamos llevar por los ídolos de este mundo?
 ¿Ponemos nuestra confianza en las obras de nuestras manos más que en Dios providente que todo lo dispone para nuestro bien?
 ¿Reconocemos sinceramente nuestros pecados, nuestra maldad, o tratamos de disimularla con ritos vacíos de contenido?

Haz esto y vivirás

Esta frase no aparece en el texto que hoy nos presenta la liturgia, sino en su paralelo de Lucas. Y resume muy bien el diálogo entre el escriba y Jesús.

La respuesta que Jesús ofrece al escriba es el “credo” de Israel: todo judío religioso, fiel a Dios, tenía que recitarlo varias veces al día. Escucha Israel aparece como el primer mandamiento y además se repite constantemente en el libro del Deuteronomio. El Señor pone ante nosotros dos caminos con sendas promesas en sí muy diferentes.

Sin embargo, Israel que repetía el Shemá a diario, se había alejado en la práctica de la esencia de este mandamiento. Y Jesús nos vuelve a poner en el sitio correcto: la medida del amor a Dios nos la da el amor al prójimo.

Amar a Dios es amarle sin condiciones, sin esperar favores, sin anteponer a su amor nada de este mundo. ¡Cuántas veces por el contrario nos dejamos llevar de nuestro egoísmo, nuestro orgullo, nuestra comodidad! Dejamos de lado al prójimo y nos centramos en nosotros mismos. Hay que hacer un examen sincero de nuestras prioridades.

Haz esto y vivirás nos dice el Señor; y podemos preguntarnos: ¿cómo? ¿Cómo puedo amar al prójimo?

Habrá que empezar por escuchar, abrir el corazón, hacer silencio; y luego hay que preguntarse sinceramente: ¿qué me está pidiendo Dios como acción concreta de amor al prójimo? A todos nos impresionó el testimonio de la Hna. Luma, de Irak, que pudimos escuchar en el Congreso para la misión de la Orden en el mes de enero.

Ahí tenemos ejemplos a seguir, testimonios que nos impulsan a buscar en mi historia personal, en el contexto en el que se desarrolla mi vida (la vida de comunidad, la familia, el trabajo, mi relación con los otros jóvenes, etc.), esos prójimos que necesitan ser amados con un amor incondicional, porque si no tengo amor, nada soy.

¡Vete y haz tú lo mismo!