Mié
24
Jun
2009
¡No! Se va a llamar JUAN.

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías 49, 1-6

Escuchadme, islas; atended, pueblos lejanos:
El Señor me llamó desde el vientre materno, de las entrañas de mi madre, y pronunció mi nombre.
Hizo de mi boca una espada afilada, me escondió en la sombra de su mano; me hizo flecha bruñida, me guardó en su aljaba y me dijo: «Tú eres mi siervo, Israel, por medio de ti me glorificaré».
Y yo pensaba: «En vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas».
En realidad el Señor, defendía mi causa, mi recompensa la custodiaba Dios.
Y ahora dice el Señor, el que me formó desde el vientre como siervo suyo, para que le devolviese a Jacob, para que le reuniera a Israel; he sido glorificado a los ojos de Dios.
Y mi Dios era mi fuerza:
«Es poco que seas mi siervo para restablecer las tribus de Jacob y traer de vuelta a los supervivientes de Israel.
Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra».

Salmo de hoy

Salmo 138, 1-3. 13-14. 15 R/. Te doy gracias porque me has escogido portentosamente.

Señor, tú me sondeas y me conoces.
Me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares. R.

Tú has creado mis entrañas,
me has tejido en el seno materno.
Te doy gracias porque me has plasmado portentosamente,
porque son admirables tus obras. R.

Mi alma lo reconoce agradecida,
no desconocías mis huesos.
Cuando, en lo oculto, me iba formando,
y entretejiendo en lo profundo de la tierra. R.

Segunda lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 13, 22-26

En aquellos días, dijo Pablo:
«Dios suscitó como rey a David, en favor del cual dio testimonio, diciendo: “Encontré a David, hijo de Jesé, hombre conforme a mi corazón, que cumplirá todos mis preceptos”.
Según lo prometido, Dios sacó de su descendencia un salvador para Israel: Jesús. Juan predicó a todo Israel un bautismo de conversión antes de que llegará Jesús; y, cuando Juan estaba para concluir el curso de su vida decía:”Yo no soy quien pensáis, pero, mirad, viene uno detrás de mí a quien no merezco desatarle las sandalias de los pies”.
Hermanos, hijos del linaje de Abrahán y todos vosotros los que teméis a Dios: a vosotros se nos ha enviado esta palabra de salvación».

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 57-66. 80

A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y se alegraban con ella.
A los ocho días vinieron a circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre intervino diciendo:
«¡ No! Se va a llamar Juan».
Y le dijeron:
«Ninguno de tus parientes se llama así».
Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre» Y todos se quedaron maravillados.
Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios.
Los vecinos quedaron sobrecogidos, y se comentaban todos estos hechos por toda la montaña de Judea. Y todos los que los oían reflexionaban diciendo:
«Pues ¿qué será este niño?».
Porque la mano del Señor estaba con él.
El niño crecía y se fortalecía en el espíritu, y vivía en lugares desiertos hasta los días de su manifestación a Israel.

Reflexión del Evangelio de hoy

Celebramos hoy el nacimiento de Juan Bautista. La Iglesia sólo celebra tres nacimientos: el de Jesús, el de María y el de Juan. Curiosamente los tres personajes que se dan cita, junto con el Espíritu Santo, en la Visitación de María a Isabel. Nada más oír a María, “exultó el niño en su seno” e Isabel, su madre “se llenó del Espíritu Santo”.

Dando un gran salto, encontramos a Juan, ya adulto, predicando en el río Jordán y bautizando. Entre los que iban a bautizarse, un día fue su pariente Jesús, y Juan lo bautizó reconociendo que era él aquel a quien tenía que anunciar.

Un año más tarde, Juan aparece en la cárcel donde, con la complicidad de Herodías y Salomé, Herodes lo manda decapitar.

  • Juan y la coherencia

Juan simboliza la palabra profética sencilla, clara y directa; sin adornos y sin más matizaciones que las exigidas por la verdad. Tuvo un éxito arrollador y, como no podía ser menos, también tuvo enemigos. Juan atraía por su coherencia de vida, pero era incómodo para los que se sentían denunciados por su palabra profética.

Fue admirado y seguido por muchos. Pero reconoce que es necesario que él mengüe para que crezca Jesús. Llegado el momento, él mismo invita a sus discípulos a dejarle para que vayan con aquel a quien había venido a anunciar. Esa fue su misión. Señalar el camino para que todos puedan ir más fácilmente al único Salvador.

  • Juan y la fidelidad

Una de las notas que más llama la atención en San Juan es su fidelidad a la vocación, a la llamada que el oyó en el vientre de su madre, a la misión a la que siempre se sintió llamado, al carisma recibido del Espíritu Santo desde que comenzó a ser en el vientre de Isabel. Su camino no fue fácil, pero en absoluto lo cuestionó, sencillamente, una vez comprendido, respondió con lealtad y confianza.

Juan intuyó que su quehacer en la vida era preparar los caminos del que venía detrás de él. Y para ello vivió y por ello murió. Y no vivió de cualquier forma, sino respondiendo a lo que, espiritualmente hablando, se esperaba de él. Llamó a las cosas por su nombre, sin importarle las consecuencias. Lo que estaba mal hecho tenía que ser señalado y lo que debía hacerse, indicado y recalcado.

Juan cumplió fielmente su misión de señalar con el dedo a Cristo, de decir a los hombres dónde, cómo y cuándo podrían encontrarse con él. Que él nos señale el modo y la forma de vivir con tal coherencia y fidelidad que cuantos nos oigan o nos vean puedan intuir cómo, dónde y cuándo pueden encontrarse hoy con Jesús, el Señor

Fray Hermelindo Fernández Rodríguez

Fray Hermelindo Fernández Rodríguez
(1938-2018)