Jue
18
Ene
2018
Tú eres el Hijo de Dios

Primera lectura

Lectura del primer libro de Samuel 18, 6-9; 19, 1-7

En aquellos días, cuando David volvía de haber matado al filisteo, salieron las mujeres de todas las ciudades de Israel al encuentro del rey Saúl para cantar danzando con tambores, gritos de alborozo y címbalos.

Las mujeres cantaban y repetían al bailar:
«Saúl mató a mil,
David a diez mil».

A Saúl lo enojó mucho aquella copla, y le pareció mal, pues pensaba:
«Han asignado diez mil a David, y mil a mí. No le falta más que la realeza».
Desde aquel día Saúl vio con malos ojos a David.

Saúl manifestó a su hijo Jonatán y de sus servidores la intención de matar a David. Jonatán, hijo de Saúl, amaba mucho a David. Y le advirtió:
«Mi padre busca el modo de matarte. Mañana toma precauciones, quédate en lugar secreto y permanece allí oculto. Yo saldré y me colocaré al lado de mi padre en el campo donde te encuentres. Le hablaré de ti, veré lo que hay y te lo comunicaré».

Jonatán habló bien de David a su padre Saúl. Le dijo:
«No haga daño el rey a su siervo David, pues él no te ha hecho mal alguno, y su conducta ha sido muy favorable hacia ti. Expuso su vida, mató al filisteo y el Señor le concedió una gran victoria a todo Israel. Entonces te alegraste al verlo. ¿Por qué hacerte culpable de sangre inocente, matando a David sin motivo?».

Saúl escuchó lo que le decía Jonatán, y juró:
«Por vida del Señor, no morirá».
Jonatán llamó a David y le contó toda aquella conversación. Le trajo junto a Saúl y siguió a su servicio como antes.

Salmo de hoy

Salmo 55, 2-3. 9-10ab. 10c-11. 12-13 R/. En Dios confío y no temo

Misericordia, Dios mío, que me hostigan,
me atacan y me acosan todo el día;
todo el día me hostigan mis enemigos,
me atacan en masa, oh Altísimo. R/.

Anota en tu libro mi vida errante,
recoge mis lágrimas en tu odre, Dios mío,
mis fatigas en tu libro.
Que retrocedan mis enemigos
cuando te invoco. R/.

Así sabré que eres mi Dios.
En Dios, cuya promesa alabo,
en el Señor, cuya promesa alabo. R/.

En Dios confío y no temo;
¿qué podrá hacerme un hombre?
Te debo, Dios mío, los votos que hice,
los cumpliré con acción de gracias. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Marcos 3, 7-12

En aquel tiempo, Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del mar, y lo siguió una gran muchedumbre de Galilea.

Al enterarse de las cosas que hacia, acudía mucha gente de Judea, Jerusalén, Idumea, Transjordania y cercanías de Tiro y Sidón.

Encargó a sus discípulos que le tuviesen preparada una barca, no lo fuera a estrujar el gentío.
Como había curado a muchos, todos los que sufrían de algo se le echaban encima para tocarlo.

Los espíritus inmundos, cuando lo veían, se postraban ante él y gritaban:
«Tú eres el Hijo de Dios».

Pero él les prohibía severamente que lo diesen a conocer.

Reflexión del Evangelio de hoy

La envidia y la amistad

El corazón humano, desde el principio, es un pozo profundo donde se albergan los más variados y contradictorios sentimientos. La lectura de hoy nos habla de dos de ellos, que pueden anidar en cualquier persona humana. Uno es negativo: la envidia, que en este caso se concreta en Saúl respecto de David. Saúl, sufre ante el triunfo de David, al verle aclamado por el pueblo: “Saúl mató a mil, David a diez mil”. “Y a partir de aquel día Saúl le tomo ojeriza a David”. La única manera de superar la envidia es estar a gusto con uno mismo, con lo que uno es y hace. Y para ello Jesús, a sus seguidores, nos ayuda mucho mostrándonos el amor que nos tiene a cada uno y posibilitando así el amor a los demás como hermanos y alegrarnos, y no entristecernos, de sus triunfos porque son nuestros hermanos.

El segundo es positivo: la amistad. De los sentimientos más apreciados por todos nosotros y que nos hace gozar más. En este relato, Jonatán, el hijo de Saúl, muestra una profunda amistad con David. “El alma de Jonatán se apegó al alma de David y lo amó como a sí mismo (1 Sam 18,1). Por eso intercedió ante Saúl, su padre, que quería matar a su David para que no lo hiciera.

Los cristianos tenemos una gran suerte. Además de los amigos que podamos encontrar entre las personas humanas, Jesús se brinda a ser nuestro amigo, lo que le lleva a revelarnos los secretos de su corazón sobre la vida humana y buscar siempre nuestro bien. “A vosotros os llamo amigos”.

Una muchedumbre

Poco a poco, Jesús con lo que hacía y decía, se fue ganando la fama de ser especial. Sus palabras eran especiales, su poder de curación era especial, su amor y sus entrañas de misericordia eran especiales… Pronto, empezó a acudir mucha gente, “una muchedumbre”, para estar con él. Para verle, para oírle, para pedir que les curase de sus dolencias.

Por desgracia, hoy las cosas no son así. La iglesia, los cristianos, que queremos seguir predicando a Jesús y su evangelio, nos encontramos con otro panorama. En España se acaba de publicar una encuesta sobre los jóvenes entre 15 y 25 años. La encuesta pone números a lo que vemos a nuestros alrededor. En 1994 se declaraban católicos el 77% de los jóvenes, y hoy, en 2017, solo el 40,4%. No hay multitudes de jóvenes españoles que quieran oír y seguir a Jesús. Solo el 40,4%. El descenso en pocos años ha sido muy fuerte.

Ante esta situación, los cristianos de hoy tenemos que seguir hablando de Jesús y su evangelio a nuestros contemporáneos, a nuestros jóvenes, como él nos pidió, para no privarles de ese tesoro en el que el mismo Hijo de Dios nos ofrece la fórmula para vivir, ya en esta tierra, una vida con sentido, con esperanza, con ilusión, antes de poder disfrutar de la felicidad total después de nuestra muerte.