Dom
9
Ene
2011

Homilía El Bautismo del Señor

Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

En el Señor Jesucristo los creyentes cristianos descubrimos el cumplimiento de las promesas que durante siglos nutrieron la esperanza del pueblo de Israel. El siervo de Yahvé anunciado por el profeta Isaías, que trae el derecho a las naciones, es este Jesús de Nazaret que se acerca como un judío más, atraído por la llamada a la conversión que Juan el Bautista está proclamando a orillas del río Jordán, a ser bautizado por él.

Tras el bautismo acontece la teofanía. El Espíritu que se posa sobre Jesús y la voz del Padre, marcan y sellan la identidad de Jesús. Dios mismo está en Él, nadie como Jesús ha poseído ni poseerá la presencia del Espíritu de Dios, es tal y tan estrecha esta presencia que se hace identidad. El bautizado en el Jordán es el Hijo de Dios, Dios- uno-como-nosotros.

He aquí un primer acento a destacar en nuestras homilías de este domingo del bautismo de Jesús: nuestra fe en Él como la presencia del misterio de Dios en la historia y en el devenir de la humanidad. Bueno sería destacarlo muy formalmente, incluso con algún rito particular dentro de la celebración eucarística.

Un segundo punto es fijarnos en la misión que el ungido, animado por el Espíritu divino, viene a desempeñar. Él va a implantar el derecho y la justicia. Y ciertamente Jesús lo hizo. Muy particularmente se empeñó en dignificar la vida de todos aquellos con quienes se encontró por los caminos de Galilea y que vivían sin la dignidad, los medios y la felicidad que el Padre quiere para sus hijas e hijos. Esta acogida de Jesús hacia los hallados en los márgenes de la sociedad inaugura un mundo nuevo y una nueva humanidad, una nueva forma de entendernos y de relacionarnos los seres humanos, que sobre todo desde el esfuerzo por instaurar la fraternidad universal hará presente el Reino de Dios en nuestro mundo.

En tercer lugar es importante destacar que es ésta una buena ocasión para recordar y actualizar en todos los miembros de la comunidad creyente nuestra condición personal de bautizados en el nombre del Señor Jesús. A veces da la impresión de que el gran sacramento del Bautismo que nos une y configura con Cristo Jesús, “el más bello y el más sublime de los dones de Dios”, en la expresión de San Gregorio Naciancieno, lo tenemos un tanto olvidado.

Caer en la cuenta de nuestra condición de bautizados debería instarnos a vivir siempre dando gracias y buscando caminos de coherencia en conformidad con nuestra condición de discípulos y seguidores de Jesús.

Dando gracias por este misterio de comunión con Cristo Jesús, que nos sumerge en su mismo destino de vida entregada hasta el extremo y recuperada por la fuerza del Espíritu de Dios a otra Vida-sin-amenaza-alguna. Bautismo y gozo pascual y sentimiento de plenitud de sentido van siempre estrechamente unidos en lo más profundo del ser creyente cristiano.

Y buscando siempre caminos de coherencia. Hoy los ungidos por el Espíritu de Dios somos nosotros, los creyentes cristianos, y nuestra misión es la misma que dinamizó toda la vida del Señor Jesús. Al igual que Él, también nosotros deberíamos pasar por el mundo haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por cualquier tipo de mal. El sufrimiento sigue estando ahí, marcando y lacerando la vida de no pocas personas. Bautizados en el nombre de Cristo Jesús, fieles a su mismo Espíritu, también nosotros cada día hemos de enarbolar la búsqueda del derecho y de la justicia para tantos seres humanos que carecen de ambos.

Nos descubrimos ungidos y urgidos a hacer presente y a extender en nuestro mundo el Reino de Dios, a cuya causa el predilecto del Padre dedicó todo su ser. Así nos configuramos con Cristo y desde nuestra comunión bautismal con Él vamos impulsando el resurgir de la nueva humanidad cuyo motor es el amor mismo del Padre hacia todo ser humano.