Sáb
8
Ago
2020

Homilía Santo Domingo de Guzmán

Año litúrgico 2019 - 2020 - (Ciclo A)

Vosotros sois la sal de la tierra

Pautas para la homilía de hoy


Evangelio de hoy en audio

Reflexión del Evangelio de hoy

Hoy la Iglesia, y la Familia Dominicana, celebra la solemnidad de Santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de los Predicadores, conocidos como dominicos y dominicas: frailes, monjas, hermanas, miembros de institutos seculares y fraternidades sacerdotales y laicales.

Cuando los castillos hacían Castilla, nació Domingo de Guzmán en torno a 1170, en Caleruega. Pasaría los primeros años como la mayoría de los niños, rodeado de juegos y aventuras y de sus padres y hermanos…

Pero pronto tuvo que tomar otros derroteros que le llevaron por horizontes diversos y que marcaron su vida: Gumiel de Hizán, como aprendiz de las primeras letras con un tío sacerdote; Palencia con su naciente universidad, donde se inició en el estudio y preparación para el sacerdocio, y de donde nos queda su historia de desprendimiento de un gran bien de ese tiempo, sus valiosos pergaminos, para ayudar a los necesitados; Burgo de Osma como canónigo y muy cercano a sus obispos  (Martín de Bazán y Diego de Acebes)…

Y después otros horizontes, en otros reinos, acompañando a su obispo Diego de Acebes en una misión real por las tierras de Langedoc, en el sur de Francia, y que para Domingo fue su descubrimiento como predicador del Evangelio, ante las nacientes herejías de su tiempo con el catarismo. Desde su llegada a esas tierras sintió la necesidad de saciar el hambre de la palabra evangélica en quienes buscaban a Dios.

Junto con su obispo y todos sus acompañantes no cesaba de predicar el evangelio: “qué hermosos sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la buena nueva…” (Is 52,7), “contando a los pueblos las maravillas del Señor” (Sl 95).

Las andanzas de Domingo, buscando nuevos horizontes para el Evangelio, no se detuvieron; recorrió los caminos de la Europa y cristiandad medieval  y se le fueron uniendo muchos hombres y mujeres que dieron lugar a la Orden de Predicadores.

Han pasado 8 siglos, y Domingo, con su Familia Dominicana, sigue predicando como “sal de la tierra y luz del mundo…” (Mt 5,13ss).

Enamorado de Dios no tuvo otra aspiración que “la salvación de las almas”, en particular aquellas caídas en las redes de los males de su tiempo; imitador de Cristo, encarnó radicalmente los consejos evangélicos uniendo a la proclamación de la Palabra el testimonio de una vida pobre. Bajo la guía del Espíritu Santo, avanzó por el camino de la perfección cristiana. En cada momento, la oración y el estudio fueron la fuerza que renovaron e hicieron siempre más fecundas sus obras apostólicas: “hablaba con Dios o de Dios”.

¿Qué nos dice hoy un santo como Domingo de Guzmán?

Juan Pablo II decía que “los santos prácticamente nunca envejecen, ni se convierten en personajes del pasado, en hombres o mujeres del ayer”. Al contrario, “son siempre los hombres y mujeres del mañana”, los hombres y mujeres del porvenir evangélico y de la Iglesia, los testigos del “mundo futuro”. Es decir, los santos son siempre actuales y aunque se realicen en unos tiempos y culturas determinadas, las trascienden de alguna manera y nos tocan a todos en ese nervio de eternidad que nos vertebra el alma. Nos dicen a todos “algo”, aunque nuestras circunstancias sean distintas a las suyas.

Por eso, celebrar la fiesta de un santo no es solamente un recuerdo del pasado. Implica también el compromiso con el presente y nos exige una respuesta sobre la fidelidad a la gracia que nos fue dada con tanta generosidad.

Domingo de Guzmán nos recuerda que en el corazón de la Iglesia debe arder siempre un fuego misionero, que empuja, como a él, a buscar nuevos horizontes en nuestras vidas, en nuestras relaciones humanas, en nuestros compromisos cristianos, donde estamos y donde vivimos… para llevar el anuncio del Evangelio: ¡es Cristo, de hecho, el bien más precioso que los hombres y las mujeres de todo tiempo y de todo lugar tienen el derecho de conocer y amar!

Y es consolador ver cómo también en la Iglesia de hoy son tantos los que, con alegría, comprometen su vida por este ideal: anunciar y dar testimonio del Evangelio, o con palabras dominicanas: “contemplar y entregar los contemplado”.

A Domingo de Guzmán se asociaron después otros, hombres y mujeres, atraídos por la misma aspiración de “alabar, bendecir y predicar”, mediante la oración, el estudio, la comunidad y la predicación.

Desde agosto de 1221, en que murió en la ciudad de Bolonia, han pasado muchos años…, 800 años en 2021… ¿Seremos capaces de seguir actualizando “con nuevos horizontes” su vida y carisma de predicación como testigos creíbles de la Palabra de Dios?

Hermanos, que la vida de Domingo de Guzmán nos empuje a todos, y más como Familia Dominicana, a ser fervientes en la oración, valientes en vivir la fe, profundamente comprometidos con Jesús. Y que, por su intercesión, pidamos a Dios que enriquezca siempre a la Iglesia con auténticos predicadores del Evangelio.