Dom
28
Feb
2016

Homilía III Domingo de Cuaresma

Año litúrgico 2015 - 2016 - (Ciclo C)

Señor déja la viña, por si da fruto

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

  • Las desgracias no suceden por causas de pecados personales

La escena que introduce el discurso de Jesús presenta a unas personas que le comentan el caso de unos judíos, cuya sangre Pilato mezcló con la de sus sacrificios romanos. Evidentemente, el hecho conmociona por su crueldad e impiedad; pero Jesús interroga al público enfatizando en la no- culpabilidad de aquellos galileos. Muchas veces, ante acontecimientos dolorosos y de desgracias, tenemos la tentación de buscar la justificación en los posibles pecados personales. Mucha gente dice: ¿qué habré hecho Dios mío?

Seguidamente, el mismo Jesús recuerda otro acontecimiento: un accidente ocurrido en las murallas de Jerusalén. Nuevamente interpela al público sobre la no-culpabilidad de los desgraciados. Está queriendo decir claramente que fue un accidente, que no fue producto de una culpa o un castigo divino. Jesús quiere corregir una imagen distorsionada de Dios que tenían los judíos: Dios castiga con desgracias los pecados de sus hijos.

Debemos recordar que ya en el Antiguo Testamento, el libro de Job se presenta como una contestación a esta forma de pensar y concebir la justicia de Dios: el sufrimiento del justo y del inocente, tira por tierra esta concepción. Los sufrimientos y males de la vida no son voluntad de Dios, ni mucho menos, resultados de pecados personales. Hay que decir también, que muchas veces son el resultado de los crímenes y malas acciones de otros que terminan afectando la vida del semejante; en otros casos son accidentes o misterios de la vida que no necesariamente tienen un culpable o responsable.

Jesús interpela al público de su tiempo y hoy somos nosotros sus oyentes. Es una invitación fuerte a la conversión de mente y corazón. Si a los “no-culpables” les pasan estas cosas ¿cuánto más podría pasar con quienes se empecinan en el pecado y en el mal? “Si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma forma”.

No es una amenaza ni mucho menos, pero sí una advertencia para tomar una decisión respecto al Evangelio. La indiferencia o indecisión no es una opción aceptable si queremos ser discípulos auténticos de Jesús.

  • Una vida estéril

Para ilustrar mejor el mensaje, Jesús les cuenta una parábola: la higuera que no daba frutos. En esta parábola podemos llegar a descubrir que el dueño es el Padre Dios, el cuidador o jardinero sería el Hijo Jesús y la higuera, representaría a todo discípulo que no produce frutos. La decisión del dueño provocado por el cansancio de esperar siempre sin resultados, es una situación dolorosa para el oyente judío. Los pueblos semitas valoraban muchísimo la vegetación, los árboles, las plantas, justamente por el tipo de clima que tenían. De ahí que cortar un árbol es una desgracia. La imagen del árbol seco, caído o quemado aparece con frecuencia en la biblia como figura del pecador castigado. ¿Cómo recibieron el mensaje de Jesús aquellos oyentes del evangelio? No lo sabemos; pero cómo recibimos nosotros hoy el mensaje, es algo que depende de cada uno y cada una.

Parece difícil conciliar el mensaje del evangelio con la misericordia sobreabundante de Dios. Pero si prestamos más atención a los detalles, podremos descubrir que ésta justamente se revela en el tiempo que ha pedido el jardinero para la higuera: tiempo para cavar alrededor, abonar, cuidar, regar y esperar, concediéndole una oportunidad más.

¿Cómo estamos viviendo este tiempo de misericordia? ¿cómo estamos aprovechando este tiempo para decidirnos de una vez por todas a brindar los mejores frutos?

Una vida que se conforma con lo único que la sociedad actual ofrece, es una vida estéril. Conformarse con trabajar, gastar, tener una vida cómoda, darse unos placeres y seguir en ese círculo, es una vida estéril. No atreverse a mirar los sufrimientos de tantos hermanos y hermanas nuestras y hacer algo al respecto, es una vida estéril. No animarse a curar los corazones heridos e infundir consuelo y esperanza a nuestro alrededor, es una vida estéril. Quedarnos en nuestra zona de confort y no contribuir en la construcción de un mundo más justo y fraterno, es una vida estéril.

Y aún más: una iglesia que se conforma con conservarse y sobrevivir, es una iglesia estéril. Una religión que no transforma vidas y las hace fecundas, es una religión estéril. Una liturgia que se queda en el ritualismo y no rompe los muros de la comodidad e indiferencia, es una liturgia estéril. Y así podríamos extender la lista de lo que significa una vida estéril…

Cada uno y cada una, puede y debe hacerse la pregunta para aprovechar este tiempo oportuno, este tiempo de transformación y fecundidad. Es tiempo de ir más allá del desierto, como lo hizo Moisés. Es tiempo de ir más allá de lo mismo de siempre si queremos encontrar y contemplar al Dios viviente que sale a nuestro encuentro. ¿Viviremos a fondo, con hondura y con corresponsabilidad este Jubileo extraordinario de la misericordia o será un año más igual que muchos otros?