Dom
16
Ago
2020

Homilía XX Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2019 - 2020 - (Ciclo A)

Ten compasión de mí, Señor Hijo de David

Comentario bíblico
de Fr. Gerardo Sánchez Mielgo - (1937-2019)



Primera lectura: (Isaías 56,1.6-7)

Marco: La vuelta del exilio de Babilonia es ya una realidad cumplida. Estos capítulos son el último producto de la fecunda escuela isaiana. Este oráculo data probablemente del tiempo posterior a la vuelta del destierro. Fiel a la tradición universalista del Segundo Isaías, el autor de estos oráculos proclama que los prosélitos extranjeros deben ser admitidos y participar de los bienes de la comunidad de Israel. Conviene recordar que los prosélitos son aquellos que procediendo de la gentilidad han aceptado el monoteísmo de Israel, la circuncisión, y el cumplimiento de las leyes ceremoniales de Moisés. Religiosamente hablando son judíos de pleno derecho. En cambio los temerosos de Dios aceptaban la fe monoteísta, pero no la circuncisión.

Reflexiones

1ª) ¡Dios actuará de manera inmediata y sorprendente!

Así dice el Señor: Guardad el derecho, practicad la justicia, que mi salvación está para llegar y se va a revelar mi victoria. Es frecuente encontrar en la Escritura insistentes y urgentes indicaciones de la intervención inesperada de Dios. La historia de la salvación es por esencia dinámica. Es presentada como un itinerario abierto a una gran intervención de Dios que se va realizando en el tiempo, pedagógicamente, en intervenciones ordinarias y parciales en la historia del pueblo de Dios. En este aspecto, el Segundo y el Tercer Isaías son singularmente significativos e importantes. Mientras tanto, la Escritura también invita a una respuesta coherente por parte del pueblo. Las intervenciones de Dios son gratuitas pero exigen una respuesta coherente por parte de los hombres. La alianza divina se asienta en dos grandes afirmaciones y realidades: la fidelidad de Dios y la fidelidad del pueblo elegido.

Están en la entraña misma de un pacto que se realiza entre un soberano superior y un vasallo inferior comprometiéndose cada uno según su participación en el mismo. La alianza estipulada por Dios con su pueblo a la salida de Egipto pertenece a esta clase de alianzas (que son bien conocidas en el oriente contemporáneo a los acontecimientos del Éxodo). La terminología utilizada aquí por el profeta anónimo está especialmente seleccionada: por una parte la referencia al derecho y a la justicia que sintetizan el contenido y el compromiso del pueblo frente a la alianza de vasallaje; por otra, la referencia a la salvación que es la suma de las intervenciones y la oferta de Dios; y, finalmente, la victoria segura que certifica y garantiza la esperanza de un pueblo.

El camino abierto tras la liberación del cautiverio de Babilonia es esperanzador, a pesar de que las circunstancias históricas en que se encuentra el pueblo de nuevo en Palestina son desoladoras tanto en el orden material como en el orden espiritual. Dios sigue siendo fiel a su promesa y a su compromiso como soberano y el pueblo debe garantizar ese itinerario de la actuación de Dios asumiendo su responsabilidad como corresponde a un vasallo fiel. En el prolongado hoy de Dios esta palabra sigue teniendo vigencia. No sabemos el día ni la hora, pero el mundo actual como el pasado sigue abierto a la esperanza que tendrá cumplimiento seguro. Es necesario hoy mantener esta esperanza para que el hombre siga caminado hacia su madurez creyente y humana.

2ª) ¡Alcance universal del proyecto salvador de Dios!

A los extranjeros que se han dado al Señor para servirlo, para amar el nombre del Señor y ser sus servidores... los traeré mi Monte Santo, los alegraré en mi casa de oración... porque mi casa es casa de oración y así la llamarán todos los pueblos. La promesa hecha por Dios a Abrahán es evocada en este momento de modo singular y oportuno (Gn 12,1ss). Allí se nos informa de que Dios tiene un proyecto que alcanzará a todas las naciones. Pero ese proyecto se va realizando en la historia de manera progresiva y muy lenta envuelto de muchas dificultades y retrocesos. La historia de la salvación, según podemos observar por el testimonio escrito que nos ha quedado en los libros sagrados, es un difícil equilibrio de avances y retrocesos. También en este sentido el profeta poeta sigue el camino abierto por su antecesor, el Segundo Isaías: el Dios de Israel no es una propiedad privada y nacional, sino que es Dios Salvador para todas las naciones. Todavía queda por delante un largo y tortuoso camino hasta que se haga plena realidad en la misión y obra de Cristo. Este programa consolador ofrecido a los extranjeros pasará por etapas difíciles en los siglos inmediatamente anteriores a la venida de Cristo por medio del cual todos serán admitidos en el Monte Santo y en la casa de oración.

Recuérdese que aquí los extranjeros son los prosélitos que viven en medio de Israel. Pero supone ya un avance hacia la plena apertura de la salvación a todas las naciones. Hoy como ayer este mensaje del profeta poeta urge una honda reflexión en los creyentes y en los discípulos de Jesús. En el proyecto de Dios nadie queda excluido. Vosotros (gentiles) estabais en otro tiempo privados de Cristo, sin derecho a la ciudadanía de Israel, ajenos a las alianzas portadoras de la promesa, sin esperanza y sin Dios en medio del mundo. Ahora, en cambio, injertados en Cristo Jesús, gracias a su muerte ya no estáis lejos sino cerca. Cristo es nuestra paz. El ha hecho de ambos pueblos unos solo. El ha derribado la barrera de odio que los separaba... Ya no sois, por tanto, extranjeros o advenedizos. Sois conciudadanos en medio de un pueblo consagrado, sois familia de Dios, sois piedras de un edificio construido sobre el cimiento de los apóstoles y profetas (Ef 2,12ss). Todos pueden participar de la salvación de Dios que se concreta en la guarda del derecho y la práctica de la justicia. Hoy esta profecía debería ser acogida y deberían tomarse muy en serio estas condiciones ya que la transformación y restauración del mundo y de la comunidad humana pasan, entre otros elementos, por hacer presente de forma más convincente el derecho y la justicia que proceden de la alianza con Dios y se enraízan en las entrañas más profundas de los hombres de buena voluntad.

Segunda lectura: (Romanos 11,13-15.29-32)

Marco: Seguimos en el bloque formado por los capítulos 9-11 donde Pablo trata de exponer a los romanos el problema acuciante y que lleva en lo más hondo de su corazón, es decir, el destino de Israel. En el fragmento que proclamamos hoy, Pablo reflexiona sobre dos temas de capital importancia: el primero, la cuestión de la restauración futura de Israel con la resurrección final de toda la humanidad en el horizonte; el segundo, la esperanza firme de que Israel se convertirá y se integrará en la comunidad que nace con la misión y la obra de Cristo. Y el motivo más profundo y consolador para Pablo, en medio de su drama interior de judío y creyente en Jesús, es que los dones de Dios son irrevocables.

Reflexiones

1ª) ¡En el horizonte de la historia brilla para Israel una restauración completa!

A vosotros gentiles os digo: Mientras sea vuestro apóstol, haré honor a mi ministerio, por ver si despierto emulación en los de mi raza y salvo a alguno de ellos. Si su reprobación es reconciliación del mundo, ¿qué será su reintegración sino un volver de la muerte a la vida? Pablo quiere permanecer fiel a su tarea y a su misión de ser el apóstol de los gentiles. Pero esa fidelidad no le exime el sentir profundamente la realidad de sus hermanos de raza que se niegan a abrirse al Evangelio. Y, lo que es peor, se oponen al Evangelio y persiguen a sus mensajeros. Pablo no reniega de sus hermanos de raza. ¡No le resultaba nada fácil mantener el equilibrio entre dos fidelidades que le atraen con fuerza irresistible!

¡Cuán dramático y trágico era para ese hombre tan apasionado mantener el equilibrio interior en su espíritu y el equilibrio apostólico ante la gravedad y complejidad del problema real y sangrante! No se trata de una cuestión académica. Está en juego, por una parte, la salvación de sus hermanos de raza y, por otra, la fidelidad de Dios a sus promesas. La apertura a los gentiles es presentada por el autor de los Hechos de los Apóstoles como resultado del rechazo por parte de los judíos del Evangelio predicado por él. Tomamos unas palabras de este Libro correspondientes al relato de la estancia de Pablo en Antioquía de Pisidia y tras su anuncio kerigmático: El sábado siguiente se congregó casi toda la ciudad para escuchar la Palabra de Dios. Los judíos, al ver a la multitud, se llenaron de envidia y contradecían con blasfemias a cuanto Pablo decía. Entonces dijeron con valentía Pablo y Bernabé: "Era necesario anunciaros a vosotros en primer lugar la Palabra de Dios; pero ya que la rechazáis y vosotros mismos no os juzgáis dignos de la vida eterna, mirad que nos volvemos a los gentiles... Al oír esto los gentiles se alegraron y su pusieron a glorificar la Palabra del Señor; y creyeron cuantos estaban destinados a una vida eterna. Y la Palabra del Señor se difundía por toda la región. Pero los judíos incitaron a mujeres distinguidas que adoraban a Dios, y a los principales de la ciudad; promovieron una persecución contra Pablo y Bernabé y les echaron de su territorio (Hch 13,44-50).

Este testimonio es ejemplar y sumamente clarificador para entrar en la comprensión del debate interior de Pablo. Pablo se encuentra atraído con fuerza por dos grandes realidades, como dos grandes imanes: el amor y fidelidad a Cristo y el amor profundo a sus hermanos de raza que ve cómo se cierran al Evangelio y los persiguen (¡como él mismo hizo en otro tiempo!). En el fondo subyacen muchas preguntas: ¿Qué sentido tiene Israel en la historia de la salvación y en la realización del proyecto salvador de Dios después de la venida de Cristo? ¿El pueblo de Dios es rechazado definitivamente? ¿Queda todavía una esperanza para é? Misteriosamente y, por ello, de no fácil comprensión, su reprobación es un motivo de reconciliación para el mundo. Por eso, en el horizonte, brilla la firme esperanza de una restauración completa. Hoy como ayer estas palabras de Pablo invitan a una seria reflexión entre los creyentes en Jesús. En el diálogo interreligioso la actitud de los creyentes cristianos ha de ser de extrema delicadeza y, a la vez, de sincera fidelidad al Evangelio. Y también en el desarrollo cotidiano de su vida los discípulos de Jesús se encuentran, como nunca, con la realidad del problema de nuestros hermanos los judíos. Es necesario un equilibrio nada fácil entre la fidelidad al Evangelio y la tolerancia con ellos. Pero es necesario asumirlo y hacerlo visible para que nuestro testimonio sea convincente.

2ª) ¡Exclamación esperanzada de Pablo: los dones y la llamada de Dios son irrevocables!

Vosotros (los gentiles), en otro tiempo, desobedecisteis a Dios; pero ahora, al desobedecer ellos (los judíos), habéis obtenido misericordia. Así también ellos ahora no obedecen, con ocasión de la misericordia obtenida por vosotros, alcanzarán misericordia. Pues Dios nos encerró a todos en desobediencia para tener misericordia de todos. Pablo recurre a una verdad segura y presente en toda la historia de la salvación: los dones y la llamada de Dios son irrevocables. Estas palabras significan una de las claves esenciales para leer adecuadamente esta misma historia de la salvación.

La fidelidad de Dios es siempre irrevocable. Esa es la fuerza conductora de todo el itinerario y misión del pueblo de Dios y, a la vez, la garantía más firme y consoladora que podemos leer en todas las páginas de la Escritura. No es fácil seguir el desarrollo y la coherencia del pensamiento de Pablo ante un problema tan grave y real ya que afecta profundamente al ser y destino de sus hermanos de raza. Intentaremos ahora simplificar al máximo lo que Pablo piensa, siente y experimenta. Y con el deseo de explicarme mejor lo haremos en forma escalonada. Primer peldaño: vosotros, en otro tiempo, desobedecisteis a Dios, por tanto estabais fuera de la salvación (temporalmente). Segundo peldaño: ahora es el propio pueblo de Dios el que desobedece y esta desobediencia ha sido la ocasión (misteriosa) de que vosotros alcanzaseis misericordia y fueseis integrados en el proyecto salvador de Dios por medio de Cristo Jesús. Tercer peldaño: Así también, ellos que ahora no obedecen, con ocasión (misteriosamente) de la misericordia obtenida por vosotros, alcanzarán (en su día y en la forma prevista por Dios) misericordia.

Estos tres peldaños o etapas caracterizados por la desobediencia- misericordia- obediencia suponen una comprensión temporal y no definitiva. Incluso Pablo ofrece otra clave de interpretación: están caracterizados por una misteriosa pero eficaz pedagogía de Dios. Todo está pensado por Dios, que nos ama a todos, para conseguir la aceptación del Evangelio por todos pero libremente. En definitiva, afirma el apóstol de manera lapidaria: Dios nos encerró a todos en la desobediencia, para tener finalmente misericordia de todos. Ciertamente no es fácil seguir y comprender bien el pensamiento de Pablo porque utiliza una desconcertante paradoja pero que la vivió en la realidad. En definitiva, para Dios siempre hay un espacio de conversión y de gracia. Hoy como ayer, es necesario anunciar a los hombres que, a pesar de las paradojas graves y desconcertantes que experimentamos en la experiencia de lo religioso y de la fe, el Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo es un Dios de misericordia y fiel que espera pacientemente e interviene en la historia de los hombres amorosamente y con sumo respecto. Sólo quiere salvarlo, pero no sin él. Por eso los discípulos de Jesús hemos de ser capaces, movidos por el Espíritu, de presentar este rostro tan atrayente de Dios a los hombres y mujeres de nuestro tiempo.

Evangelio: (Mateo 15,21-28)

Marco: el contexto amplio para este fragmento es que pertenece al cuarto bloque narrativo que prepara el cuarto sermón o discurso centrado en la forma de vivir en la comunidad evangélica. Esta comunidad, cuando escribe Mateo, está formada por discípulos procedentes del judaísmo y de la gentilidad que han aceptado a Jesús y su Evangelio. El episodio de la mujer cananea, finamente narrado, es un preludio de la invitación final a la salvación y un exponente de las dificultades de la Iglesia primitiva para desprenderse de su pasado judío con sus prácticas, normas y apreciaciones para abrirse a la gentilidad y ofrecerle la libertad del Evangelio.

Reflexiones

1ª) ¡Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel!

Jesús salió y se retiró al país de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle: ten compasión de mí, Señor Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo... Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel. Sabemos que Tiro y Sidón son dos lugares paganos. Sabemos cómo entendían los judíos la distribución de los hombres desde el punto de vista religioso. Lo hacían en dos grupos irreconciliables según su modo de percibir e interpretar el proyecto salvador: los judíos (pueblo elegido de Dios) y los gentiles (impuros y malditos con los que hay que tener un trato muy reducido y siempre distanciado).

El relato mateano, exponente de un proceso que corresponde a la realidad de la Iglesia primitiva, nos ofrece a lo largo de su composición una visión muy singular de la apertura del evangelio a los gentiles. Ya había sugerido en los comienzos del mismo (especialmente la Genealogía, el nombre de Enmanuel y la presencia de los magos procedentes del Oriente) que Jesús es el Salvador del pueblo descendiente de Abrahán. Aunque, veladamente apunta a un horizonte más amplio, que se realizará después de la Muerte y resurrección de Jesús. Casi en el centro de su relato, en el discurso misionero (cuando Jesús envía a los apóstoles) leemos: No toméis el camino de los gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos; dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la cada de Israel. Id proclamando que el reino de Dios está cerca (Mt 10,5-6). Los judíos, como herederos de la elección y de las promesas, deben ser los primeros en recibir el ofrecimiento de la salvación mesiánica. El final del relato, con la referencia al Dios con nosotros, leemos: Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo (Mt 28,18-20). En el medio de este proceso encontramos este episodio de la cananea

2ª) ¡Riesgo y grandeza de la fe!

No está bien echar a los perros el pan de los hijos. Pero ella repuso: Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos. Jesús le respondió: Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas. En aquel momento quedó curada la hija. Este breve diálogo entre Jesús la madre afligida, de alto nivel dramático y narrativo, pone en evidencia algunos elementos importantes para la comprensión del Evangelio. Por una parte, el distanciamiento, incluso enfrentamiento, entre los judíos y el mundo pagano desde el punto de vista religioso. Bajo la imagen del perro, especialmente displicente, se esconde el mundo gentil. También para ellos hay una esperanza, confiesa la mujer. Y a esa, por ahora, tenue esperanza se acoge con fuerza la mujer. Tiene a su hija en una situación sumamente crítica. La urgencia de la situación es elocuente por sí misma. Y en esa situación el corazón de la madre se abre a toda posibilidad procedente de Jesús. En segundo lugar, la fe es un elemento fundamental en la enseñanza de Jesús. Es una condición insustituible para ponerse en marcha detrás de él en el discipulado. La fe entendida según la mejor tradición bíblica, es decir, como un encuentro personal entre Dios y los hombres que conlleva la transformación del hombre.

La fe es una respuesta personal a un Dios personal que sale al encuentro del hombre y le desvela el proyecto salvador y, más allá de ese proyecto, quién es ese Dios para el hombre: misericordioso, el amigo, el bienhechor, el que le ha hecho libre y quiere su más profunda y sincera felicidad. Vivir y expresar la fe pone al hombre a la altura de Dios. La fe hace al hombre impotente casi omnipotente, porque aquel con quien entra en comunión es omnipotente. La madre lo sabe a su manera y a esa actitud se remite. Y Jesús la califica de verdadera y singular actitud de fe. En tercer lugar, no encontramos en los relatos contemporáneos de milagros o curaciones esta referencia a la fe. Es una característica peculiar de los evangelios relacionar la fe y la realización de exorcismos y curaciones. O porque arranca de la fe o porque conduce a la fe.

Esta característica que exige Jesús le distancia de manera sensible de cualquier otra manifestación o creencia en curaciones. Hoy acaso se necesite más que nunca tomar en serio la fe así entendida y transmitida por la Escritura y, especialmente, por el Evangelio. Es necesario presentar la fe en Jesús desde esta perspectiva más interpersonal y, por tanto, más antropológica. El encuentro del hombre con un Dios que le ha dado la libertad y la respeta profunda y sinceramente no puede por menos que se aceptada. El encuentro con un Dios que se ocupa de todos, que se define a sí mismo como amor y como la fuente y objeto de la verdadera felicidad. Hoy el mundo necesita testigos convincentes de esta fe y de este modo de entender a Dios.

Fr. Gerardo Sánchez Mielgo

Fr. Gerardo Sánchez Mielgo
(1937-2019)