Lun
15
Ago
2022

Homilía La Asunción de la Virgen María

Año litúrgico 2021 - 2022 - (Ciclo C)

Él hace proezas con su brazo

Pautas para la homilía de hoy


Evangelio de hoy en audio

Reflexión del Evangelio de hoy

Ahora se estableció la salud y el poderío, y el reinado de nuestro Dios, y la potestad de su Cristo” (Ap 12, 10).

Esta victoria del Señor Jesucristo que canta el libro del Apocalipsis es la que se verifica también en la Asunción de su Madre, María, a los cielos.

Nos está tocando vivir tiempos que poco antes de este presente aciago nos parecía imposible. Las amenazas del mal, siempre presente con sus poderosas fuerzas destructoras, se nos impone obstinadamente en forma de pandemia, de guerra, de injusticias lacerantes, de desprecio a la dignidad del ser humano.... Los horizontes de futuro no acaban de ser tranquilizadores del todo. Sigue siendo cierto que nuestras confortables inmanencias se tambalean.

Y, sin embargo, en comunión con el Señor Jesucristo y con la Virgen María, tan estrechamente unida a Él, en su triunfo sobre el mal, nos invitan al gozo, a la alegría, a la esperanza.

También San Pablo (1 Co 15, 20-27) se hace eco de esta misma victoria pascual de Cristo que ilumina la solemnidad de la Asunción de la Virgen María a los cielos.

Llegados a este punto no me resisto a compartir con Ustedes el fragmento de una sugerente reflexión que nuestro hermano Fr. Timothy Radclife, OP, nos ofrecía en aquella hermosa e interesante entrevista publicada bajo el título “Os llamo amigos”. Al ser preguntado sobre  qué clase de Buena Noticia podíamos ofrecer los cristianos al mundo de hoy, Fr. Timothy iba enumerando una serie de situaciones extremas en la vida de la gran familia humana: guerras, muertes inesperadas de seres queridos, actuaciones terroristas, enfermedades crueles... para remarcar en cada una de ellas, que, pese al dolor desgarrador y al dramatismo causado por esas destructoras manifestaciones del mal, el cristiano podía ofrecer al mundo de hoy la certeza de que “la victoria es segura”.

Volviendo ahora mismo la mirada al Señor Resucitado atrayendo hacia su gloria a su Madre, María, también nosotros podemos decir que, a pesar de todos los pesares que nos toca y nos toque vivir, “la victoria es segura”. Y se afianza en nosotros la certeza firme de que todo terminará como empezó: en las manos amorosas del Padre Dios, en el Reino de la Vida y el Amor; y no en un pudridero, tras una pasión inútil, como a veces somos tentados a considerar.

Esta “victoria segura” será también la fuente de la alegría de nuestra fe. El relato del encuentro de María e Isabel en el pasaje evangélico de San Lucas en el día de hoy, está envuelto en esta luminosidad de la alegría de la fe, que emana de estas dos mujeres creyentes y que siempre se traducirá también en esperanza contra toda esperanza.

Cualquiera que sea nuestro desgarrón existencial, o las penas que habiten en la profundidad de nuestro ser, incluso la amargura de las injusticias que podamos padecer, hoy recibimos de la Virgen María, elevada al cielo, este regalo de alegría y esperanza que con maternal ternura nos ofrece.

Quiera Ella, la Virgen María, ser hoy, y siempre, inspiración para cada uno de nosotros, haciendo posible que nuestra vida, también cuando el dolor nos oprima, ser luz de alegría y de inquebrantable esperanza; de forma muy particular para quienes más se sienten amenazados por las adversidades de la vida. Y pienso con particular intensidad, al escribir estas líneas, en tantos jóvenes que se sienten encerrados en callejones oscuros, peligroso y destructivos. Brille para todos la luz de la esperanza que la humilde y extraordinariamente única, mujer de Nazaret, Madre de Dios y Madre nuestra, hoy nos ofrece en su Asunción a los cielos y en su canto de las maravillas realizadas por Dios en Ella, y en favor de los más aplastados por la impiedad de la historia. AMÉN.