Dom
12
Feb
2017

Homilía Sexto Domingo de Tiempo Ordinario

Año litúrgico 2016 - 2017 - (Ciclo A)

No he venido a abolir, sino a dar plenitud

Introducción

Creo que conviene siempre, al iniciar una celebración litúrgica, situarse en posición apropiada y tener en cuenta el gran misterio en el que se pretende participar. Para ello hay que dar todo el relieve a la presencia del Señor (Palabra/Sacramento) actualizando su acción salvífica. En la Const. Sacrosantum Concilium del Vaticano II se nos precisa la potencia de su Acción: “Para realizar una obra tan grande, Cristo está siempre presente en la Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica… presente en el sacrificio de la Misa… en su Palabra, pues cuando se lee en la Iglesia las Sagradas Escrituras, es El quien habla… y en la Comunidad congregada”; y es así como podemos precisar lo que ahí se celebra: “la liturgia como ejercicio del sacerdocio de Cristo” Ciertamente esta reflexión sirve para todas las celebraciones, hecha, claro está, según momento y participantes.

Una palabra más para subrayar la actitud del Pueblo allí reunido: participativa, mentalidad abierta, espíritu de búsqueda, fidelidad al hallazgo… Ya Isaías nos dejó un mensaje en el nombre de Dios: “Y ¿en quién voy a fijarme? En el humilde y abatido que se estremece ante mi Palabra” (66,2).

Estamos ahora en el principio del año litúrgico en el que abundan las enseñanzas de Jesús sin un orden temático, pero sí con la profundidad enteramente nueva del gran Maestro/Pedagogo instruyendo a sus discípulos y a todo el que se encontraba con El. Estamos en el ciclo A y es el evangelista San Mateo el que nos va llevando al feliz encuentro, como le pasó a él.

Después de los capítulos del Nacimiento 1 y 2, nos lleva al encuentro con Juan Bautista (su predicación, el anuncio del Mesías, el Bautismo de Jesús, las tentaciones…) y a la predicación de Jesús (en Galilea, Nazaret, llamado a los 4 primeros discípulos…) y curaciones. Comienza con la predicación profunda: las Bienaventuranzas, los valores de los auténticos discípulos –sal y luz- y la ley, que es la propuesta de hoy.