Tu fe te ha curado

Primera lectura

Primera lectura: Hebreos 12, 1 – 4

Hermanos:
Teniendo una nube tan ingente de testigos, corramos, con constancia, en la carrera que nos toca, renunciando a todo lo que nos estorba y al pecado que nos asedia, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe, Jesús, quien, en lugar del gozo inmediato, soportó la cruz, despreciando la ignominia, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Recordad al que soportó tal oposición de los pecadores, y no os canséis ni perdáis el ánimo.
Todavía no habéis llegado a la sangre en vuestra pelea contra el pecado.

Salmo de hoy

Salmo 21,26b-27.28.30.31-32 R/. Te alabarán, Señor, los que te buscan.

Cumpliré mis votos delante de sus fieles.
Los desvalidos comerán hasta saciarse,
alabarán al Señor los que lo buscan:
¡Viva su corazón por siempre! R/.

Lo recordarán y volverán al Señor
hasta de los confines del orbe;
en su presencia se postrarán
las familias de los pueblos.
Ante él se postrarán las cenizas de la tumba,
ante él se inclinarán los que bajan al polvo. R/.

Me hará vivir para él, mi descendencia le servirá,
hablarán del Señor a la generación futura,
contarán su justicia al pueblo que ha de nacer:
«Todo lo que hizo el Señor». R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Marcos 5, 21-43

En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor y se quedó junto al mar.
Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia:
«Mi niña está en las últimas; ven, impón las manos sobre ella, para que se cure y viva».
Se fue con él y lo seguía mucha gente que lo apretujaba.
Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. Había sufrido mucho a manos de los médicos y se había gastado en eso toda su fortuna; pero, en vez de mejorar, se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando:
«Con solo tocarle el manto curaré».
Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias y notó que su cuerpo estaba curado. Jesús, notando que había salido fuerza de él, se volvió enseguida, en medio de la gente y preguntaba:
«Quién me ha tocado el manto?».
Los discípulos le contestaban:
«Ves cómo te apretuja la gente y preguntas: “Quién me ha tocado?”».
Él seguía mirando alrededor, para ver a la que había hecho esto. La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que le había ocurrido, se le echó a los pies y le confesó toda la verdad.
Él le dice:
«Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y queda curada de tu enfermedad».
Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle:
«Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?».
Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga:
«No temas; basta que tengas fe».
No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegan a casa del jefe de la sinagoga y encuentra el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos y después de entrar les dijo:
«¿Qué estrépito y qué lloros son estos? La niña no está muerta; está dormida».
Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo:
«Talitha qumi» (que significa: «Contigo hablo, niña, levántate»).
La niña se levantó inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y quedaron fuera de sí llenos de estupor.
Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.

Reflexión del Evangelio de hoy

Fijos los ojos en Jesús

“Corramos en la carrera que nos toca, sin retirarnos”. La carrera que nos toca es vivir la vida y la vida es lucha para todos. Si queremos vivir de una determinada manera, tenemos que luchar para conseguirlo. Siempre tendremos obstáculos y dificultades con las que enfrentarnos. Nosotros, los cristianos, después del encuentro seductor con Jesús, con su ayuda, hemos decidido seguirle donde quiera que vaya y nos pida. La mejor manera de cumplir nuestra palabra y salir vencedores en el camino emprendido es acudir a Jesús, tener “fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe: Jesús”.

¿Qué vemos cuando miramos a Jesús? Le vemos luchando también por cumplir su misión, por predicar la buena noticia que ha venido a transmitirnos. Las calumnias, las trampas que le tienden las autoridades de entonces, la deserción de algunos de los suyos, el juicio injusto, la condena en la cruz… no le apartarán de “la carrera que le toca”, no se retirará, llegará hasta el final de entregar su vida, antes que renunciar a vivir y predicar el amor. Así venció a la muerte y al tercer día resucitó. “Os he dado ejemplo para que vosotros hagáis otro tanto”. Viéndole a él, saldremos victoriosos en nuestro empeño de seguir sus pasos.

Tu fe te ha curado

En el relato de las dos curaciones que nos presenta el evangelio de hoy, hay dos palabras claves: amor y fe. Amor por parte de Jesús. El amor siempre busca hacer el bien a las personas que ama. Jesús, porque ama, busca hacer el bien a todos los que le rodean de diversas maneras. Una de ellas es indicándoles el camino que han de seguir para vivir con sentido, ilusión y esperanza. Toda su enseñanza es buena noticia, que alegra y ensancha el corazón de sus oyentes.

Porque ama, busca hacer el bien también a aquellos que le suplican que les cure de alguna dolencia propia o ajena. Y aquí entra la fe. Para que realice esas curaciones, Jesús les pide fe. Que confíen en él, que crean que tiene ese poder curativo amplio para curar las enfermedades del cuerpo y las del alma, que crean que les ama.

Los hombres del siglo XXI, ante nuestros distintos y variados padecimientos y enfermedades, si acudimos a Él, Jesús, el que nos ama, siempre sanará nuestras dolencias con la misma y única medicina: “No temas, basta que tengas fe”. No tiene ni conoce otra.

Recordamos hoy a San Juan Bosco. Nació el 16 de agosto de 1815, Castelnuovo Don Bosco, Italia, y murió en Turín el 31 de enero de 1888. Una vez ordenado sacerdote, dedicó su vida a la educación en la fe de la juventud, y fundó La Congregación Salesiana para que continuase su labor educativa.