Dom
10
May
2020

Homilía V Domingo de Pascua

Año litúrgico 2019 - 2020 - (Ciclo A)

El que cree en mí, también hará las obras que yo hago

Comentario bíblico
de Fr. Gerardo Sánchez Mielgo - (1937-2019)



Primera lectura: Hechos 6,1-7.

Marco: En la comunidad incipiente no faltaron tensiones y dificultades tanto externas como internas. La apertura de la Iglesia a todo el mundo era un proceso lento. Hch 6, 1ss nos ayuda a situarnos mejor en aquella comunidad. La elección de los Diáconos supuso la apertura del Evangelio a los gentiles. La comprensión de la singularidad del cristianismo fue un lento y complejo camino que la Iglesia es invitada a recorrer, acompa-ñada por el Espíritu e iluminada por la experiencia.

Reflexiones:

1ª) La difícil tarea de crear y mantener la comunión.

El crecimiento de la Iglesia produjo dos fenómenos: la posibilidad de expansión y las dificultades para mantener la cohesión y la comunión. El desarrollo del relato muestra el clima de entusiasmo que reina entre los hermanos y a la vez el ambiente de dificultad y persecución: los Apóstoles son perseguidos; la generosidad y el desprendimiento de los bienes se resiente (Ananías y Safira). Ahora aflora con más fuerza y nitidez la verdadera situación: griegos y hebreos encuentran dificultades para la convivencia. La comunión en la diversidad es una tarea ardua y prolongada. Y lo será durante toda la historia. La unidad es, a la vez, un don de Dios y una conquista de los hombres.

2ª) La urgente tarea del ministerio de la Palabra

No nos parece bien descuidar la Palabra de Dios para ocuparnos de la administración. Los Apóstoles no pueden entretenerse en resolver los problemas surgidos en las diferencias de trato de griegos y hebreos. Deben dedicarse a la tarea que les encomendó el Maestro y para cuyo cumplimiento los capacitó especialmente con el don del Espíritu Santo. Ya el Maestro había manifestado la irrenunciable misión de la evangeli-zación: Conviene que vayamos a otros pueblos y aldeas, porque para eso he salido (Mc 1,38). No se puede abandonar la tarea de evangelizar y dar testimonio de la Resurrección. El servicio de las mesas, necesario y urgente, debe estar supeditado a la tarea de evange-lizar. Lo deben ejercer aquellos que sean destinados y revestidos de ese carisma. Pero hay que centrar la atención en la urgente tarea de llevar adelante la causa del Resucitado para que los hombres se encuentren con El como su Salvador.

3ª) Los 7 Diáconos y la apertura universal del Evangelio.

Aun cuando la "ocasión" de la elección de los Diáconos fuese la solución a un problema concreto, es evidente que el autor va más lejos. Los Diáconos van a representar muy pronto la oportunidad de la apertura del Evangelio a los gentiles. El ulterior desarrollo de los acontecimientos, que reflejan la realidad de la Iglesia, revela un hecho de la mayor trascendencia e importancia. Obsérvese que todos los Diáconos llevan nombres griegos. Son gentes de origen griego que entraron en comunión con el judaísmo y se hicieron prosélitos. Les ha alcanzado el Evangelio y se han abierto a la fe en Jesús Resucitado. Pronto su actuación desborda el motivo original de su elección, ya que de Esteban y de Felipe se dice expresamente que se entregaron con ardor a la tarea evangelizadora. Los Diáconos representan la corriente "aperturista" en la Iglesia para que se dirija a los gentiles para evangelizarlos. Este hecho es anticipado de alguna manera por Lucas. Tras la muerte de Esteban, el Protomártir, deben huir de Jerusalén porque les alcanza la persecución, y en su huída evangelizan la zona costera de Fenicia y llegan a Antioquía donde fundan una comunidad que llegará a ser de primerísima importancia en los primeros tiempos del cristianismo. Allí floreció un importante y espléndida comunidad. Jesús Resucitado ya les había encomendado una misión universal (Mt 28,18-20 y Hch 1,6-8), pero realizarla en la práctica necesitó de un tiempo y de no pocas tensiones y dudas. Ahora es el momento de ponerla en marcha. En pleno tiempo pascual, este fragmento adquiere un especial relieve: la tarea evangelizadora a las gentes de todo el mundo urge.

Segunda lectura: 1Pedro 2,4-9.

Marco: Hay que entenderlo en el trasfondo del Salmo 117 (elementos de este Salmo aparecen insistentemente en el tiempo pascual) y de la peregrinación por el desierto (Éxodo y Deuteronomio).

Reflexiones:

1ª) Jesús resucitado, la piedra viva, escogida y preciosa.

La "piedra viva" es una imagen tomada de la manera de construir en la Palestina de tiempos de Jesús. La piedra viva es elegida cuidadosamente como fundamento que garantice la estabilidad, la duración y la firmeza del edificio (recuérdese la parábola de Jesús cuando nos habla de aquel constructor que edifica sobre roca viva o sobre arena). El Jesús Resucitado es la piedra viva sobre la que se ha construir el nuevo edificio del nuevo pueblo de Dios. ¡Qué bien se entiende esta imagen un una región donde es muy difícil conseguir ladrillos! Piedra viva, porque ha Resucitado de entre los muertos y la muerte ya no tiene dominio sobre Él. Sólo así puede garantizar la perennidad del edificio nuevo.

2ª) Jesús, la piedra angular.

Otra imagen espléndida para describir al Jesús Resucitado. Nos facilitan la comprensión de este fragmento de Pedro el recurso al salmo y a la parábola-alegoría que el propio Jesús pronuncio: los viñadores homicidas. El salmo 117 es particularmente pascual. De ahí que el autor de la Carta recurra a él para describir la misión de Jesús. La piedra angular suele ser entendida en un doble sentido: en primer lugar, la piedra que se coloca en la base del nuevo edificio que se quiere construir, la piedra como fundamento; la piedra más dura y más resistente; en segundo lugar, la piedra central de la bóveda de la que va a depender el equilibrio del conjunto. En ambos casos se la elige cuidadosamente por la importancia decisiva que tiene en la nueva construcción. También en ambos casos se caracteriza por la singularidad y exclusividad: es imprescindible para la construcción. El Cristo Resucitado se revela y se manifiesta como la base del universo o como la piedra de bóveda que mantiene en el necesario equilibrio el universo. Precisamente el Cristo Glorioso es reconocido como Señor y Centro de la Historia de la salvación y de la historia humana.

3ª) La vocación de la Iglesia en el mundo.

La Iglesia que nace de la proclamación del Cristo Resucitado y recibe el don del Espíritu Santo en el bautismo es una comunidad de consagrados que ofrecen a Dios un sacrificio agradable en medio del mundo. Cada creyente y todos juntos formamos el templo del Espíritu Santo del que somos "piedras vivas", donde habita el Dios vivo. Jesús había revelado a la samaritana (recuérdese que es un texto bautismal utilizado en la Cuaresma) que Dios buscaba adoradores que le rindieran culto "en espíritu y en verdad": un culto sincero guiado por el Espíritu. Por esta vocación los consagrados tienen la misión de hacer presente en medio del mundo al Cristo Glorioso vencedor de la muerte y liberador del hombre. Tarea y misión delicada y responsable. Recuérdese que estas palabras van dirigidas a unas comunidades perseguidas hasta el martirio. Desde su bautismo, el creyente y la Iglesia reciben la vocación martirial. El martirio cruento o incruento (testimonio fiel y perseverante en lo cotidiano) es una consecuencia de su ser discípulos de Jesús. El destino del discípulo sigue los pasos del destino de Jesús (Jn 15,18ss). Consagración para la misión en medio del mundo para hacer presente al Cristo Resucitado y Glorioso como esperanza de toda la humanidad.

Evangelio: Juan 14,1-12.

Marco: Pertenece al discurso de despedida. El evangelista recoge aquí diversos materiales procedentes del ministerio (según el testimonio de los Sinópticos) para presentar algunos aspectos importantes de la fe en la forma literaria de un discurso de despedida con instrucciones para el futuro en el tiempo de su ausencia. Son una interpretación profunda de la Muerte (ida) de Jesús y de su Resurrección (vuelta). El capítulo 14 es una síntesis espléndida de la teología trinitaria neotestamentaria: al Padre por Jesús en el Espíritu.

Reflexiones:

1ª) Esperanza y confianza en el intermedio de las dos venidas de Jesús.

No perdáis la calma, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias...me voy a prepararos sitio. El Resucitado precede a su comunidad, sin dejar de acompañarla, porque se va y vuelve. Ha llegado a la meta e indica a los suyos dónde se encuentra: en la casa del Padre. Todo el discurso de despedida es una excelente interpretación de la Pascua. Es como si Jesús Glorioso volviera al cenáculo en medio de los suyos y les explicara lo que realmente ha sucedido y por qué. Jesús completa su misión revelando a los suyos la meta hacia la que debe dirigir sus pasos el creyente, la comunidad y la humanidad entera. Precisamente la singularidad y universalidad de Jesús puede asegurar la esperanza de los hombres. La meta es la casa del Padre en la que tiene cabida toda la humanidad. Allí estaba la Palabra antes de su Encarnación y allí vuelve de nuevo, abriendo camino a los hombres. Por eso es posible y real la esperanza que ofrece el Cristo Glorioso a los hombres que tanto la necesitamos. Ofrece una revelación con sentido para la historia humana. Responde a la gran pregunta sobre el futuro y el destino final del hombre. El Cristo Glorioso tiene mucho que decir al hombre histórico con un destino de vida y de trascendencia.

2ª) Jesús es el Camino para llegar al Padre.

Para llegar a la meta es necesario el camino y Jesús lo indica explícitamente. Señor, no sabemos a dónde vas ¿Cómo podemos saber el camino? Jesús le responde: Yo soy el camino. Jesús es el verdadero camino porque es la Palabra eterna hecha historia humana en el Encarnación. es camino porque es realmente hombre. Aquí subyace toda la teología joánica de la Encarnación. A lo largo del tiempo pascual van apareciendo aspectos fundamentales de la misión de Jesús en favor de los hombres: es la puerta, el Pastor, la piedra angular, el camino. Esta imagen joánica del camino hay que enmarcarla en la Historia de la salvación como una oferta dinámica ya que es teleológica, es decir, es un movimiento hacia una meta segura y cierta que llegará. De este modo adquiere toda su fuerza la calidad de la Iglesia como una comunidad en permanente peregrinación. Esta visión teleológica de la historia la distingue de la visión circular que procede del mundo griego y sigue vigente. Por eso es posible la esperanza. Y por eso el Resucitado responde al anhelo de los hombres.

3ª) Jesús es la Verdad que el hombre necesita y que le conduce a la libertad de los hijos de Dios.

La verdad de la que aquí se habla no se limita al ámbito del conocimiento. El término es una apretada síntesis en la que la escuela joánica encierra el ser de Jesús. La verdad es la última realidad de Jesús, es decir, su más profunda identidad: su propio ser divino. Por eso la verdad no se adquiere solamente por vía de conocimiento, sino sobre todo por la experiencia, por la comunión (por la fe en sentido de encuentro personal y aceptación fiel y generosa de Aquel con quien me encuentro). Jesús es la Verdad porque es la Palabra, porque es la expresión del Amor de Dios. En el Cristo Resucitado entramos en comunión con la realidad que puede conducir al hombre a la más auténtica libertad: Si os mantenéis fieles a mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; así conoceréis la verdad y la verdad os hará libres... El esclavo no permanece para siempre en la casa, mientras que el hijo sí. Por eso, si el Hijo os da la libertad, seréis verdaderamente libres (Jn 8,31ss). Por eso el encuentro con Jesús vivo es el acontecimiento definitivo liberador.

4ª) Jesús es la Vida.

Jesús Resucitado manifiesta en plenitud y sin equívocos o ambigüedades cuál fue realmente el proyecto de Dios sobre el hombre y su destino: Dios no ha hecho la muerte, ni se complace en el exterminio de los vivos. Él lo creó todo para que subsistiese, y las criaturas del mundo son saludables; no hay en ellas veneno de muerte, ni el imperio del abismo reina sobre la tierra. Porque la justicia es inmortal (Sb 1,13-15). Guardar las leyes es garantía de inmortalidad, y la inmortalidad nos acerca a Dios; así, el deseo de la sabiduría nos conduce al reino (Sb 6,18-20). Pero tú eres indulgente con todas las cosas, porque todas son tuyas, Señor, amigo de la vida (Sb 11,26). Dios creó al hombre para la inmortalidad (Sb 2,22). En Jesús se revela al hombre su destino a la vida. Por eso, Cristo Resucitado ofrece al hombre la respuesta a los interrogantes más angustiosos que experimenta en la intimidad de su ser ¿por qué la muerte? ¿cuál es el sentido de la vida humana? ¿a dónde nos conducen tantos logros conseguidos por el hombre? ¿cuál es el futuro de la humanidad? Jesús Resucitado, que con su Encarnación había asumido todo lo humano menos el pecado, responde con su vida a estas preguntas. En El está la Vida, es la Vida y ofrece la vida definitiva al hombre. He ahí un aspecto fundamental de la Pascua.

5ª) Quien me ha visto a mi ha visto al Padre.

Finalmente, el encuentro con Jesús es el encuentro con el Padre. Esta es la gran novedad, que fundamenta las demás, que nos aporta el acontecimiento pascual. El Padre, fuente de la vida y del amor, y Yo somos una sola cosa (Juan 10). He ahí la revelación más consoladora que Jesús ofrece a los hombres: el Padre os ama y está pendiente de vosotros, le interesáis. La Pascua nos urge a recuperar la conciencia de hijos de Dios por el Bautismo y hermanos de todos los hombres. Esta es la misión recibida por la Iglesia: anunciar este novedoso Evangelio a todos los hombres.

Fr. Gerardo Sánchez Mielgo

Fr. Gerardo Sánchez Mielgo
(1937-2019)