Sáb
8
Jun
2019

Evangelio del día

Séptima Semana de Pascua

¿A ti qué? Tú sígueme

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 28, 16-20. 30-31

Cuando llegamos a Roma, le permitieron a Pablo vivir por su cuenta en una casa, con el soldado que lo vigilaba.
Tres días después, convocó a los judíos principales y, cuando se reunieron, les dijo:
«Yo, hermanos, sin haber hecho nada contra el pueblo ni las tradiciones de nuestros padres, fui entregado en Jerusalén como prisionero en manos de los romanos. Me interrogaron y querían ponerme en libertad, porque no encontraban nada que mereciera la muerte; pero, como los judíos se oponían, me vi obligado a apelar al César; aunque no es que tenga intención de acusar a mi pueblo. Por este motivo, pues, os he llamado para veros y hablar con vosotros; pues por causa de la esperanza de Israel llevo encima estas cadenas».
Permaneció allí un bienio completo en una casa alquilada, recibiendo a todos los que acudían a verlo, predicándoles el reino de Dios y enseñando lo que se refiere al Señor Jesucristo con toda libertad, sin estorbos.

Salmo de hoy

Salmo 10, 4. 5 y 7 R/. Los buenos verán tu rostro, Señor

El Señor está en su templo santo,
el Señor tiene su trono en el cielo;
sus ojos están observando,
sus pupilas examinan a los hombres. R/.

El Señor examina a inocentes y culpables,
y al que ama la violencia él lo odia.
Porque el Señor es justo y ama la justicia:
los buenos verán su rostro. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Juan 21, 20-25

En aquel tiempo, Pedro, volviéndose, vio que los seguía el discípulo a quien Jesús amaba, el mismo que en la cena se había apoyado en su pecho y le había preguntado: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar?»
Al verlo, Pedro dice a Jesús:
«Señor, y éste, ¿qué?»
Jesús le contesta:
«Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué? Tú sígueme.»
Entonces se empezó a correr entre los hermanos el rumor de que ese discípulo no moriría. Pero no le dijo Jesús que no moriría, sino: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué?»
Este es el discípulo que da testimonio de todo esto y lo ha escrito; y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero.
Muchas otras cosas hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que ni el mundo podría contener los libros que habría que escribir.

Reflexión del Evangelio de hoy

Enseñando la vida del Señor Jesucristo

San Lucas, también en los Hechos de los Apóstoles, nos dice: “Volvieron Pablo y Bernabé a Lista, a Iconio y a Antioquía, animando a los discípulos y exhortándolos a perseverar en la fe diciéndoles que hay que pasar mucho para entrar en el Reino de Dios”. Después de su conversión, bien experimentó San Pablo que hay que pasar mucho para entrar en el Reino de Dios. Él mismo nos relata todos los peligros que corrió por predicar el evangelio de Jesús… Hoy le vemos preso en Roma, por el mismo delito: predicar a Jesús y su evangelio, aunque las argucias de sus oponentes buscaban otras razones o sinrazones. Más bien eran sinrazones porque en un primer momento los romanos, a los que los judíos habían entregado a Pablo, no encontraron en él ningún delito. Pablo, en estas circunstancias, vive una situación especial. Sigue preso pero con amplia libertad de poder hacer lo que él siempre buscó y deseó: “pudo recibir a los que acudían a él predicándoles el Reino de Dios y enseñando la vida del Señor Jesucristo con toda libertad, sin que nadie lo molestase”.

¿A ti qué? Tú sígueme

Jesús llamó a los apóstoles para que le siguieran. Ellos, libremente, aceptaron esta invitación. Por seguir a Jesús dejaron familia, trabajo, casa, pueblo… y con sus altibajos, sobre todo en el momento de su pasión, sabemos que le siguieron hasta el final de sus vidas. El evangelio de hoy nos relata otro “altibajo” de Pedro. Pedro acaba de confesar su amor a Jesús por tres veces, después de sus tres negaciones. De nuevo Jesús, como cuando estaba trabajando en su barca, le vuelve a decir: “Sígueme”. Y Pedro le vuelve a repetir su sincero deseo de seguirle. Pero, en este mismo momento, Pedro se interesa por el “discípulo a que Jesús tanto quería” y se atreve a preguntarle: “Señor, y este ¿qué?”. Con su respuesta, podemos interpretar que Jesús le dice: Tú sígueme y que la situación en la que va a quedar este otro discípulo no sea ningún obstáculo para seguirme.

Salvando las distancias, Jesús nos dice algo parecido a cualquiera de nosotros: Tú sígueme y que nada, ni nadie, ni la situación de otras personas, te impidan seguirme: “Tú sígueme”.