Mar
11
Jun
2019
Id y anunciad que el reino de los cielos está cerca

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 11, 21-26; 13 1-3

Cuando los de la iglesia de Jerusalén conocieron esta noticia, mandaron a Bernabé a Antioquía. Al llegar, Bernabé vio cómo Dios los había bendecido, y se alegró mucho. Animó a todos a que con corazón firme siguieran fieles al Señor. Porque Bernabé era un hombre bueno, lleno del Espíritu Santo y de fe. Y así mucha gente se unió al Señor.
Después de esto, Bernabé fue a Tarso en busca de Saulo, y cuando lo encontró lo llevó a Antioquía. Allí estuvieron con la iglesia un año entero, enseñando a mucha gente; y allí, en Antioquía, fue donde por primera vez se dio a los discípulos el nombre de cristianos.
En la iglesia de Antioquía había profetas y maestros. Eran Bernabé, Simón (al que también llamaban el Negro), Lucio de Cirene, Menahem (que se había criado junto con Herodes, el que gobernó en Galilea) y Saulo. Un día, mientras celebraban el culto al Señor y ayunaban, el Espíritu Santo dijo: “Separadme a Bernabé y a Saulo para la tarea a la que los he llamado.”
Entonces, después de orar y ayunar, les impusieron las manos y los despidieron.

Salmo de hoy

Salmo 97,1- 6 R. El Señor revela a las naciones su justicia

Cantad al Señor una canción nueva,
pues ha hecho maravillas!
¡Ha alcanzado la victoria
con su gran poder, con su santo brazo
El Señor ha anunciado su victoria,
ha mostrado su justicia
a la vista de las naciones;
ha tenido presentes su amor y lealtad
hacia el pueblo de Israel.
¡Hasta en el último rincón del mundo ha sido vista
la victoria de nuestro Dios

Cantad a Dios con alegría,
habitantes de toda la tierra;
dad rienda suelta a vuestra alegría
y cantadle himnos.
Cantad himnos al Señor al son del arpa,
al son de los instrumentos de cuerda.
Cantad con alegría ante el Señor, el Rey,
al son de los instrumentos de viento.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Mateo 10,7-13

Id y anunciad que el reino de los cielos está cerca. Sanad a los enfermos, resucitad a los muertos, limpiad de su enfermedad a los leprosos y expulsad a los demonios. Gratis habéis recibido este poder: dadlo gratis.
“No llevéis oro ni plata ni cobre ni provisiones para el camino. No llevéis ropa de repuesto ni sandalias ni bastón, pues el obrero tiene derecho a su sustento.
“Cuando lleguéis a un pueblo o aldea, buscad a alguien digno de confianza y quedaos en su casa hasta que salgáis de allí. Al entrar en la casa, saludad a los que viven en ella. Si la gente de la casa lo merece, la paz de vuestro saludo quedará en ella; si no lo merece, volverá a vosotros.

Reflexión del Evangelio de hoy

"Id, proclamad, curad, resucitad, limpiad, arrojad, DAD". En estos verbos está contenida la misión de nuestra vida: para esto hemos nacido y hemos venido al mundo,  (cf. Jn 18, 37)  Esta tarea, encabezada por los apóstoles y sus sucesores, compete a todo cristiano. Nadie está exento. Todos debemos extender el reino, dando gratis lo que recibimos gratis.

El mundo tiene preguntas, necesidades y problemas sin responder; y nosotros tenemos la respuesta, la solución única y definitiva: Jesucristo. Él es la medicina que necesita, la vida, la pureza, la libertad, el Bien supremo. ¿Cómo quedarnos callados? No, no hay lugar para la pasividad.

El amor a Dios, el amor a todos los hombres, el amor al Reino, son una misma cosa. Y son el fuego que Jesucristo trajo a la tierra. Este fuego impulsó la existencia de san Bernabé, cuya memoria celebramos hoy. La Escritura dice que él  fue " hombre de bien, lleno de Espíritu Santo y fe" (Hch 11, 24).

Haciendo honor a su nombre, fue exhortación y consuelo para muchos y con su ejemplo y palabra, con su fe generosa y su docilidad al Espíritu, consiguió que multitudes se adhirieran a Jesucristo y permanecieran unidos a Él. Amó, luchó y sufrió por nuestro Señor, por el Evangelio, por los creyentes, y animó a otros a hacer lo mismo (a San Pablo y al evangelista San Marcos, por citar algunos ejemplos).

Estaba lleno del celo que le transmitieron los apóstoles y que éstos habían recibido del Maestro. Esta pasión no se ha extinguido: aún hoy corre por las venas de la Iglesia, arde en su corazón de Esposa y Madre. ¿Quema nuestros corazones? ¿Podemos decir con san Pablo "Ay de mí si no anuncio el Evangelio", "No he ahorrado medio alguno para predicar la fe en Nuestro Señor Jesucristo", "no me importa la vida, lo que me importa es completar mi carrera y cumplir el encargo que me dio el Señor Jesús: ser testigo del Evangelio, que es la gracia de Dios"? Si nuestra vida no grita esto, ¿en qué la estamos gastando?

Que el ejemplo de Bernabé, santo varón, digno de ser contado entre los apóstoles, nos lleve a vivir de manera renovada nuestra vocación misionera y que, como pide la liturgia hoy, seamos encendidos en la llama del amor del Señor y llevemos a todos la paz y la luz del Evangelio con nuestras palabras y obras.