
Jun
Evangelio del día
“ Su madre conservaba todo esto en su corazón ”
Primera lectura
Lectura del libro del Génesis 18,1-15
En aquellos días, el Señor se apareció a Abrahán junto a la encina de Mambré, mientras él estaba sentado a la puerta de la tienda, en lo más caluroso del día. Alzó la vista y vio a tres hombres en pie frente a él. Al verlos, corrió a su encuentro desde la puerta de la tienda, se postró en tierra y dijo:
«Señor mío, si he alcanzado tu favor, no pases de largo junto a tu siervo. Haré que traigan agua para que os lavéis los pies y descanséis junto al árbol. Mientras, traeré un bocado de pan para que recobréis fuerzas antes de seguir, ya que habéis pasado junto a la casa de vuestro siervo».
Contestaron:
«Bien, haz lo que dices».
Abrahán entró corriendo en la tienda donde estaba Sara y le dijo:
«Aprisa, prepara tres cuartillos de flor de harina, amásalos y haz unas tortas».
Abrahán corrió enseguida a la vacada, escogió un ternero hermoso y se lo dio a un criado para que lo guisase de inmediato. Tomó también cuajada, leche y el ternero guisado y se lo sirvió. Mientras él estaba en pie bajo el árbol, ellos comían.
Después le dijeron:
«¿Dónde está Sara, tu mujer?».
Contestó:
«Aquí, en la tienda».
Y uno añadió:
«Cuando yo vuelva a verte, dentro del tiempo de costumbre, Sara habrá tenido un hijo».
Sara estaba escuchando detrás de la entrada de la tienda.
Abrahán y Sara eran ancianos, de edad muy avanzada, y Sara ya no tenía sus periodos.
Sara se rió para sus adentros pensando:
«Cuando ya estoy agotada, ¿voy a tener placer, con un marido tan viejo?».
Pero el Señor dijo a Abrahán:
«¿Por qué se ha reído Sara, diciendo: "De verdad que voy a tener un hijo, yo tan vieja”?
¿Hay algo demasiado difícil para el Señor? Cuando vuelva a visitarte por esta época, dentro del tiempo de costumbre, Sara habrá tenido un hijo».
Pero Sara, lo negó:
«No me he reído», dijo, pues estaba asustada.
Él replicó:
«No lo niegues, te has reído».
Salmo de hoy
Lc 1,46-47.48-49.50.53.54-55 R/. El Señor se acuerda de la misericordia
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador. R/.
Porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mi:
su nombre es santo. R/.
Y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
A los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos. R/.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia
- como lo había prometido a nuestros padres -
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Lucas 2, 41-51
Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por la fiesta de Pascua.
Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres.
Estos, creyendo que estaba en la caravana, anduvieron el camino de un día y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén buscándolo.
Y sucedió que, a los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba.
Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre:
«Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados».
Él les contestó:
«¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?».
Pero ellos no comprendieron lo que les dijo.
Él bajó con ellos y fue a Nazaret y estaba sujeto a ellos.
Su madre conservaba todo esto en su corazón.
Evangelio de hoy en audio
Reflexión del Evangelio de hoy
La acogida - hospitalidad
Hoy celebra la Iglesia el Inmaculado Corazón de la Virgen María, es por ello que el evangelio que se proclama sea el propio de esta conmemoración y no el correspondiente al sábado de la duodécima semana, y, sin embargo, a pesar de ello encontramos un cierto paralelismo en las lecturas: La acogida, la hospitalidad.
Abraham dio acogida a esos misteriosos personajes, hospedó-acogió a “ángeles del Señor”, que le darían la Buena Nueva de un hijo: Isaac; y que le harían consciente de la misericordia del Señor, como se nos dice hoy en el salmo que es el canto del Magníficat que la Virgen María proclamó.
"Su madre conservaba todo esto en su corazón"
Por su parte María acogerá en su corazón palabras misteriosas que no entendía, acogió a un hijo convertido en adolescente que tenía las cosas muy claras, lo primero era su Padre.
Al igual que cuando el ángel le anunció que iba a ser madre de Dios, y ella acogió esa Buena Noticia con su Hágase, también ahora, 12 años después, es el propio Jesús quien la anuncia que ha tomado plena conciencia de su ser Hijo; María ante esto tampoco sabe qué hacer, pero vuelve a decir su Hágase, y lo que no entiende, como en aquel entonces, lo guarda y medita en su corazón.
Acogió en el corazón. Es decir, dio ancha cabida en sus pensamientos a los pensamientos de Dios, pero no por esto se sintió reducida al vacío y la nada.
Esta acogida-hospitalidad fundamental expresa muchas cosas del estilo de María, de cuyos miles de acogidas no habla el evangelio, pero es fácil intuir.
Nadie se vio rechazado por Ella. Todos encontraron cobijo bajo su sombra. Desde las vecinas de casa… los pobres de los contornos… Desde Pedro hecho un mar de lágrimas después de la traición, hasta Judas si la hubiera buscado…
Santa María, mujer acogedora, ayúdanos a recibir la Palabra en lo íntimo del corazón. A entender, como tú supiste hacer, las irrupciones de Dios en nuestra vida. Él no llama a la puerta para notificarnos el desahucio, sino para inundar de luz nuestra soledad. No entra en nuestra casa para esclavizarnos, sino para devolvernos el gusto de la libertad verdadera.
Sabemos que el miedo a lo nuevo impide que seamos acogedores del Señor que llega, como hizo Abraham, como hizo María.
Santa María, mujer acogedora, haznos capaces de gestos de hospitalidad con los hermanos. Vivimos tiempos difíciles, en los que el peligro de vernos defraudados por la gente, nos hace vivir entre puertas blindadas.
La sospecha se ha hecho orgánica en las relaciones con el prójimo. El terror de que nos engañen se antepone a los instintos de solidaridad y acogida, que también anida en nosotros.
Aprendamos de Abraham la hospitalidad, la acogida; sí, aprendamos también de la mano de María a acoger, por un lado, lo inesperado, en figura de “ángeles” o de palabras que nos hacen sufrir, o lo que nos desconcierta.
Las lecturas de este día son una lección para todos los cristianos, ya que nos invitan a aceptar con amor las manifestaciones de la Providencia divina, aunque en ocasiones no las entendamos. El corazón de María se une totalmente al corazón de Jesús. No entiende, pero se fía porque sabe que los planes de Dios son más grandes que los planes de los hombres. Pidamos a María tener un corazón a la manera del suyo, siempre dispuestos a aceptar la voluntad de Dios.
¡Corazón Inmaculado de María, ruega por nosotros!