Mar
21
Mar
2023

Evangelio del día

Cuarta semana de Cuaresma

Levántate, toma tu camilla y echa a andar

Primera lectura

Lectura de la profecía de Ezequiel 47, 1-9. 12

En aquellos días, el ángel me hizo volver a la entrada del templo del Señor.

De debajo del umbral del templo corría agua hacia el este —el templo miraba al este—. El agua bajaba por el lado derecho del templo, al sur del altar.

Me hizo salir por el pórtico septentrional y me llevó por fuera hasta el pórtico exterior que mira al este. El agua corría por el lado derecho.

El hombre que llevaba el cordel en la mano salió hacia el este, midió quinientos metros y me hizo atravesar el agua, que me llegaba hasta los tobillos. Midió otros quinientos metros y me hizo atravesar el agua, que me llegaba hasta las rodillas. Midió todavía otros quinientos metros y me hizo atravesar el agua, que me llegaba hasta la cintura. Midió otros quinientos metros: era ya un torrente que no se podía vadear, sino cruzar a nado.

Entonces me dijo:
«¿Has visto, hijo de hombre?»,

Después me condujo por la ribera del torrente.

Al volver vi en ambas riberas del torrente una gran arboleda. Me dijo:
«Estas aguas fluyen hacia la zona oriental, descienden hacia la estepa y desembocan en el mar de la Sal, Cuando hayan entrado en él, sus aguas serán saneadas. Todo ser viviente que se agita, allí donde desemboque la corriente, tendrá vida; y habrá peces en abundancia. Porque apenas estas aguas hayan llegado hasta allí, habrán saneado el mar y habrá vida allí donde llegue el torrente.

En ambas riberas del torrente crecerá toda clase de árboles frutales; no se marchitarán sus hojas ni se acabarán sus frutos; darán nuevos frutos cada mes, porque las aguas del torrente fluyen del santuario; su fruto será comestible y sus hojas medicinales».

Salmo de hoy

Salmo 45, 2-3. 5-6. 8-9 R/. El Señor del universo está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob

Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza,
poderoso defensor en el peligro.
Por eso no tememos aunque tiemble la tierra,
y los montes se desplomen en el mar. R/.

Un río y sus canales alegran la ciudad de Dios,
el Altísimo consagra su morada.
Teniendo a Dios en medio, no vacila;
Dios la socorre al despuntar la aurora. R/.

El Señor del universo está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Venid a ver las obras del Señor,
las maravillas que hace en la tierra. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Juan 5, 1-16

Se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.

Hay en Jerusalén, junto a la Puerta de las Ovejas, una piscina que llaman en hebreo Betesda. Esta tiene cinco soportales, y allí estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos.

Estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo.

Jesús, al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice:
«¿Quieres quedar sano?».

El enfermo le contestó:
«Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado».

Jesús le dice:
«Levántate, toma tu camilla y echa a andar».

Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar.

Aquel día era sábado, y los judíos dijeron al hombre que había quedado sano:
«Hoy es sábado, y no se puede llevar la camilla».

Él les contestó:
«El que me ha curado es quien me ha dicho: “Toma tu camilla y echa a andar”».

Ellos le preguntaron:
«¿Quién es el que te ha dicho que tomes la camilla y eches a andar?».

Pero el que había quedado sano no sabía quién era, porque Jesús, a causa del gentío que había en aquel sitio, se había alejado.

Más tarde lo encuentra Jesús en el templo y le dice:
«Mira, has quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor».

Se marchó aquel hombre y dijo a los judíos que era Jesús quien lo había sanado.

Por esto los judíos perseguían a Jesús, porque hacía tales cosas en sábado.

Evangelio de hoy en audio

Reflexión del Evangelio de hoy

Habrá vida dondequiera que llegue la corriente

Avanzamos en el camino cuaresmal, nos aproximamos a la Pascua  y el profeta Ezequiel  nos habla hoy  del  agua que brota del Templo y conforme  avanza  crece  en profundidad, tanto, que solo se puede atravesar a nado. El Templo para el judío es el  lugar de la presencia de Dios por excelencia, lugar de culto,  lugar de Encuentro. Este agua que brota de su interior es  símbolo de la gracia, del don de Dios  que actuando  hace fructificar y llena de vida todo lo que toca, por eso a ambos lados de este manantial  crecen árboles  frutales cuyas hojas no se marchitan, sus frutos se renuevan constantemente y su  agua  limpia y purifica  las aguas salobres y pútridas del Mar Muerto, de ahí la afirmación “habrá vida dondequiera que llegue la corriente”.

¿Nos dejamos tocar por el agua que brota, no ya del templo material, sino del Costado abierto de Cristo en la Cruz, verdadero Templo de Dios?

¿Quieres quedar sano?

Lo que contemplamos como profecía en el Antiguo Testamento, Jesús lo realiza a lo largo de su vida pública.  Entre otros testimonios, en el evangelio de hoy,  Juan nos presenta el encuentro de Jesús con un hombre que llevaba muchos años postrado, enfermo,  al que se   acerca  y directamente  le pregunta “¿quieres quedar sano?”; con sorpresa nos llaman la atención dos cosas, primero que Jesús, a diferencia de  otras curaciones que realiza, no le pide tener fe en Él previamente, y segundo, que esta persona no le responde afirmativamente, sino que le expone excusas y motivos por los que no aspira a ser curado; es como si ya se hubiera acostumbrado y aceptara su estado de postración y enfermedad. Jesús lo escucha como desea escucharnos a nosotros y quiere que le expongamos, que le expresemos nuestras necesidades, nuestras enfermedades y dolencias, nuestras tristezas y angustias, lo que nos ata e impide levantarnos y avanzar en el camino del bien, de la entrega, de la caridad, de la confianza, de la fidelidad a los compromisos adquiridos…. Él desea que con sinceridad y sencillez le manifestemos nuestra situación real, nuestros pecados, nuestras historias, nuestros fracasos y frustraciones, nuestras cobardías, perezas y limitaciones aun sabiendo que Él ya las conoce.

A la luz de esta Palabra de Dios, debemos preguntarnos, ¿dónde estoy yo postrado?, ¿cuál es mi camilla?, ¿a qué me aferro para no cambiar, para no salir de mi parálisis anímica, espiritual, de fe, de alegría, de esperanza, de amor, de ilusión? 

Jesús en esta cuaresma y a pesar de nuestra falta de fe nos dice: Levántate, toma tu camilla y echa a andar, reconoce   que el Señor del universo está con nosotros, que nuestro alcázar es el Dios de Jacob.

Dejemos actuar a la gracia de Dios en nuestras vidas, no le pongamos obstáculo, dejémonos tocar por ella. Jesús quiere y puede sanarnos y su acción es siempre gratuita, como lo fue toda su vida, muerte y resurrección.