Vie
11
Mar
2016

Evangelio del día

Cuarta semana de Cuaresma

A mí me conocéis, y conocéis de dónde vengo

Primera lectura

Lectura del libro de la Sabiduría 2, 1a. 12-22

Se decían los impíos, razonando equivocadamente:

«Acechemos al justo, que nos resulta fastidioso:
se opone a nuestro modo de actuar,
nos reprocha las faltas contra la ley
y nos reprende contra la educación recibida;
presume de conocer a Dios
y se llama a sí mismo hijo de Dios.

Es un reproche contra nuestros criterios,
su sola presencia nos resulta insoportable.

Lleva una vida distinta de todos los demás
y va por caminos diferentes.

Nos considera moneda falsa
y nos esquiva como a impuros.

Proclama dichoso el destino de los justos,
y presume de tener por padre a Dios.

Veamos si es verdad Jo que dice,
comprobando cómo es su muerte.

Si el justo es hijo de Dios, él lo auxiliará
y lo librará de las manos de sus enemigos.

Lo someteremos a ultrajes y torturas,
para conocer su temple y comprobar su resistencia.

Lo condenaremos a muerte ignominiosa,
pues, según dice, Dios lo salvará».

Así discurren, pero se equivocan,
pues los ciega su maldad.

Desconocen los misterios de Dios,
no esperan el premio de la santidad,
ni creen en la recompensa de una vida intachable.

Salmo de hoy

Salmo 33, 17-18. 19-20. 21 y 23 R/. El Señor está cerca de los atribulados

El Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias. R/.

El Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos.
Aunque el justo sufra muchos males,
de todos lo libra el Señor. R/.

Él cuida de todos sus huesos,
y ni uno solo se quebrará.
El Señor redime a sus siervos,
no será castigado quien se acoge a él. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Juan 7, 1-2. 10. 25-30

En aquel tiempo, recorría Jesús Galilea, pues no quería andar por Judea porque los judíos trataban de matarlo. Se acercaba la fiesta judía de las Tiendas.

Una vez que sus hermanos se hubieron marchado a la fiesta, entonces subió él también, no abiertamente, sino a escondidas.

Entonces algunos que eran de Jerusalén dijeron:
«¿No es este el que intentan matar? Pues mirad cómo habla abiertamente, y no le dicen nada. ¿Será que los jefes se han convencido de que este es el Mesías? Pero este sabemos de dónde viene, mientras que el Mesías, cuando llegue, nadie sabrá de dónde viene».

Entonces Jesús, mientras enseñaba en el templo, gritó:
«A mí me conocéis, y conocéis de dónde vengo. Sin embargo, yo no vengo por mi cuenta, sino que el Verdadero es el que me envía; a ese vosotros no lo conocéis; yo lo conozco, porque procedo de él y él me ha enviado».

Entonces intentaban agarrarlo; pero nadie le pudo echar mano, porque todavía no había llegado su hora.

Reflexión del Evangelio de hoy

  • “Veamos el desenlace de su vida”

Los impíos de este pasaje del libro de la Sabiduría son los que “no conocen los secretos de Dios, ni esperan el premio de la virtud, ni estiman la recompensa de una vida intachable”. Tres afirmaciones que van unidas, porque uno de los secretos de Dios es premiar y recompensar la vida virtuosa, la vida del que camina por la senda de la virtud y no del pecado. Por eso se mofan del justo que lleva una vida bien distinta de la suya y con ello denuncia la vida mala y equivocada de los impíos.
Nos es fácil identificar a Jesús de Nazaret como el “justo” de esta lectura. Y todas las afrentas y torturas a que fue sometido hasta ser condenado a una muerte ignominiosa. Pero, y en esto aciertan los impíos, Dios, su Padre, “el que se ocupa de él”, lo auxilió y lo libró del poder de sus enemigos, y lo resucitó al tercer día, recibiendo el premio de “una vida intachable”.

La lección de la vida, muerte y resurrección de Jesús nos la tenemos que aprender. El que obra bien acaba bien; el que obra mal acaba mal. El que sigue a Jesús y vive como Jesús acaba como Jesús, recibiendo el premio de la resurrección a una vida de total felicidad y para toda la eternidad.

  • “Yo no vengo por mi cuenta”

Nos encontramos en la cuarta semana de Cuaresma. Como vemos, las lecturas nos van preparando para el desenlace final de Jesús. Se intensifica el deseo de los judíos “que trataban de matarlo”. Muchos de ellos pensaban que el mensaje de Jesús ponía en jaque a la religión oficial del pueblo judío. Una religión que ellos tenían como venida de Dios, a través de los patriarcas y profetas. De todas las maneras, el pueblo judío estaba a la espera del cumplimiento de la promesa de la venida del Mesías. Algunos intuían que Jesús, con su manera de actuar, con sus palabras, sus promesas, podría ser el Mesías: “¿Será que los jefes se han convencido de que este es el Mesías?”. Otros, principalmente “los jefes”, negaban rotundamente esa posibilidad.

Desde todo lo que sabemos de Jesús, nosotros cristianos del siglo XXI, podemos interpretar las palabras de Jesús al final del evangelio de hoy, como una declaración de ser él el Mesías, el enviado del Padre Dios. “Yo no vengo por mi cuenta, sino enviado por el que es veraz”. Nosotros, bien sabemos, que Jesús es “El Mesías, el Hijo de Dios vivo”, al que queremos escuchar.