Evangelio del día
Sexta Semana de Pascua

Del día 29 de Mayo al 4 de Junio de 2011

No os dejaré desamparados

Introducción a la semana

Está próximo el final del Tiempo Pascual. El evangelio nos va descubriendo con especial énfasis el gran don prometido por Jesús: el “Paráclito”, el Defensor, el Espíritu Santo. Para derramarlo sobre los discípulos es necesario que él “se vaya” (alusión a su muerte y resurrección). La tarea de este Espíritu será esencial y variada: llevar a los discípulos a una comprensión profunda del misterio de Jesús (de su persona y de su mensaje); sostener su fe frente a las adversidades que su predicación va a suscitar; dar a su palabra una poderosa fuerza de convicción; despertar en los corazones bien dispuestos la adhesión a la nueva fe; descubrir el carácter escatológico –es decir, definitivo- de la revelación de Jesús para la salvación del mundo.

Esa misión del Espíritu glorifica a Cristo, al estar totalmente orientada a hacernos asimilar y difundir la realidad manifestada en él; y glorificando a Cristo, glorifica también al Padre, a quien Cristo Jesús vino a revelar. Es una magnífica síntesis narrativa del misterio íntimo del Dios-con-nosotros: el Padre nos comunica su designio de amor al enviarnos a Jesús, su Hijo, y nosotros podemos comprenderlo, vivirlo y difundirlo gracias al Espíritu Santo, enviado a su vez “desde el Padre” por Jesús resucitado.

Las primeras lecturas hablan sobre todo de Pablo, cuyos viajes apostólicos se describen con cierto detalle. Funda la Iglesia de Filipos, que será especialmente generosa con él. En Atenas adapta su predicación a los paganos, hablando del Dios desconocido, creador y providente, que juzgará al mundo por Jesús. Funda después la Iglesia de Corinto, donde convivirá con algunos laicos arraigados en la nueva fe, trabajando y predicando.

Esta semana celebramos al rey san Fernando, eficaz militar, sabio gobernante y cristiano ejemplar en tiempos de la Reconquista; al mártir san Justino, filósofo converso, teólogo, apologista y exegeta esclarecido del siglo II; a los mártires de Uganda, jóvenes cristianos condenados por el rey a quien servían en el siglo XIX; y a san Pedro de Verona, el primer mártir dominico. Celebramos también la Visitación de la Virgen, cuando María proclamó, en su hermoso cántico de fe –el Magnificat-, el designio de amor en favor de toda la humanidad que Dios quiso llevar a cabo por medio de ella.

Fray Emilio García Álvarez O.P.

Fray Emilio García Álvarez O.P.
Convento de Santo Tomás de Aquino (Sevilla)

Días de la semana