Mar
24
May
2011

Evangelio del día

Quinta Semana de Pascua

Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 14, 19-28

En aquellos días, llegaron unos judíos de Antioquía y de Iconio y se ganaron a la gente; apedrearon a Pablo y lo arrastraron fuera de la ciudad, dejándolo ya por muerto. Entonces lo rodearon los discípulos; él se levantó y volvió a la ciudad.
Al día siguiente, salió con Bernabé para Derbe. Después de predicar el Evangelio en aquella ciudad y de ganar bastantes discípulos, volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquia, animando a los discípulos y exhortándolos a perseverar en la fe, diciéndoles que hay que pasar muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios.
En cada Iglesia designaban presbíteros, oraban, ayunaban y los encomendaban al Señor, en quien habían creído. Atravesaron Pisidia y llegaron a Panfilia. Y después de predicar la Palabra en Perge, bajaron a Atalía y allí se embarcaron para Antioquia, de donde los habían encomendado a la gracia de Dios para la misión que acababan de cumplir. Al llegar, reunieron a la Iglesia, les contaron lo que Dios había hecho por medio de ellos y cómo había abierto a los gentiles la puerta de la fe. Se quedaron allí bastante tiempo con los discípulos.

Salmo de hoy

Salmo 144, 10-11. 12-13ab, 21 R/. Tus amigos, Señor, proclaman la gloria de tu reinado

Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles.
Que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas. R/.

Explicando tus hazañas a los hombres,
la gloria y majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo,
tu gobierno va de edad en edad. R/.

Pronuncie mi boca la alabanza del Señor,
todo viviente bendiga su santo nombre
por siempre jamás. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Juan 14, 27-31a

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no turbe vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: “Me voy y vuelvo a vuestro lado”. Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis.
Ya no hablaré mucho con vosotros, pues se acerca el príncipe del mundo; no es que él tenga poder sobre mi, pero es necesario que el mundo comprenda que yo amo al Padre, y que, como el Padre me ha ordenado, así actúo yo».

Reflexión del Evangelio de hoy

Encontramos en las lecturas de este martes una paradoja, algo que no se comprende muy bien.

En el Evangelio encontramos el famoso pasaje que se cita en la Eucaristía: “Mi paz os dejo, mi paz os doy”. Podemos decir que es parte de la herencia que deja Jesús a sus discípulos: la paz. Es un patrimonio que no se consume, que no se gasta como el dinero; es un patrimonio vital. Por otro lado, y de forma paradójica, en la primera lectura encontramos que la situación que viven los primeros discípulos no es precisamente pacífica: a Pablo lo apedrearon, lo arrastraron fuera de la ciudad dejándolo casi muerto.

Paz y lucha se encuentran en el ser humano. Sabemos que es la paz porque sabemos que es la lucha. Para llegar a la paz, paradójicamente, uno tiene que librar una lucha interior. No se puede vivir “simulando” una paz. Llega un momento donde uno se ve llevado a librar una lucha en su fuero interno para alcanzar la Paz. Esta lucha lleva como cayado donde apoyarse: la Verdad. “Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde” a la hora de arriesgarse a buscar la Paz.

La Orden de Predicadores y toda la Familia Dominica celebramos con gran alegría una memoria muy singular: la traslación del cuerpo de santo Domingo. Según nos cuenta el Beato Jordán de Sajonia, el sucesor de santo Domingo, al abrir la tumba en tierra donde estaba santo Domingo, esta emanó “dulzura” para sorpresa de los frailes, que no querían que se abriera. Dulzura que fue palpada por los asistentes por medio del olfato. Decimos muchas veces: “Esto me huele mal”… hay en todos un cierto sentido de la orientación, fogonazos interiores que nos hacen caminar en busca de la Paz. Por ello, cuando uno ha predicado honestamente y ha metido toda la carne en el asador por Jesucristo, queda una sensación de paz. Porque para la familia dominicana predicar es nuestra paz.