Sáb
8
Abr
2023

Homilía Vigilia Pascual

Año litúrgico 2022 - 2023 - (Ciclo A)

No está aquí: ¡ha resucitado!

Pautas para la homilía de hoy


Evangelio de hoy en audio

Reflexión del Evangelio de hoy

Hoy hay una infinidad de posibilidades de predicación. El pregón pascual puede ser una fuente esplendorosa de inspiración, por ejemplo; o la propia celebración y estructura litúrgica es un manantial de ideas para la predicación; desde el fuego del Espíritu que permanece siempre como luz tenue en medio de las tinieblas hasta el agua vivificadora del bautismo y toda la liturgia asociada a ella.

Pero quizás lo que carga de energía o fuerza, o llámalo quizás sentido o esencia o sustancia, a los grandes ritos de esta celebración no es otra cosa que la gran protagonista de la noche: la Palabra de Dios. Si, en todas las celebraciones, la Palabra de Dios tiene un papel relevante, en esta noche de la Luz, la Palabra de Dios despliega todo su potencial y poderío de Vida.  Vamos a recorrer y a recordar con ella la historia de nuestros antepasados y como ellos reconocieron a Dios en medio de sus vidas. Una máxima de fe podremos sacar de la experiencia de nuestros padres: la Palabra de Dios es la única capaz de cambiar nuestra historia de oscuridad en una historia de luz; la Palabra de Dios es la única que nos hace reconocer y cargar de un sentido nuevo los acontecimientos de nuestra vida personal. Y, por esto, la Palabra de Dios nos hace cargar de un sentido distinto también los elementos materiales, como por ejemplo, el agua que se utiliza en la celebración litúrgica; esta misma agua, con la que seremos rociados en la celebración bautismal, es la que se abrió y liberó a nuestros padres de la persecución del faraón de Egipto…este fuego es el mismo fuego que guió a nuestros padres en la noche del desierto… El agua deja de ser agua para ser el Mar Rojo, símbolo por excelencia de la libertad, que atravesaron nuestros padres huyendo de la esclavitud. El fuego deja de ser fuego para ser el Espíritu que da luz para ver con los ojos de la fe, que purifica, que empuja y llena de fuerza y valentía… El hombre por la fe deja de ser hombre para convertirse en Hijo de Dios.

Una segunda idea relacionada con las anteriores es que historia y Palabra se entretejen en esta noche para alcanzar y traspasar el misterio de la muerte. Este misterio queda alcanzado cuando se asume no sólo como lo natural de la vida (si al final morir, morimos todos) sino como la muerte como experiencia de Dios más importante a la que estamos llamados en esta vida. Esta noche, la muerte deja de ser muerte para convertirse en la puerta de acceso a la vida eterna.

Quisiera compartir un pequeño repertorio de propuestas en torno a las lecturas que pueda servir de guía puesto que, en esta noche, la Palabra de Dios se nos propone de muchas maneras igual que como se propuso a nuestros Padres. La Palabra de Dios se nos propone, en la primera lectura, como la palabra clarificadora y ordenadora del caos en una creación bella y buena, de la historia bella y buena, de nuestro mundo y de nuestra personal y comunitaria bellos y buenos. En la segunda lectura, la Palabra de Dios se hace promesa de vida abundante; en la tercera, la palabra de Dios nos lleva de la esclavitud a la liberación; en la cuarta, la Palabra de Dios ya no es promesa, es juramento de misericordia porque estamos necesitados de la belleza de la misericordia; en la quinta lectura, la Palabra de Dios se propone como Palabra que colmó a nuestro Padres y que colma hoy nuestras necesidades más profundas y sutiles que incluso nosotros no somos capaces de comprender; la sexta lectura, la Palabra de Dios se hace palabra de sabiduría para ser conscientes de nuestro tiempo presente releyendo nuestra historia a la luz de la palabra de Dios; la séptima lectura, la Palabra de Dios se propone como palabra vivificadora de nuestra vida arrancando las porciones de muerte y pecado en ella. En la octava lectura, de la excepcional, carta de Pablo a los Romanos, nos expone en síntesis el querer de Dios a lo largo de la historia en sus muchas formas de habernos hablado: la Palabra de Dios no tiene otro porqué que engendrar nuevas criaturas: hijos de Dios.

Por último, el Evangelio de esta noche, la Palabra de Dios franquea las fronteras del silencio de la muerte inundando la oscuridad de Luz y el lugar donde descansan nuestros padres de un único canto: Surrexit Christus! Dios, en Jesús y por el Espíritu, desviste a la muerte de su arrogancia, de su arrolladora fuerza de tristeza y nostalgia; esta noche, Dios nos vuelve a llamar para que salgamos de nuestros sepulcros personales, de nuestras heridas, del mal que hemos hechos y recreemos nuestra vida con su Vida; o lo que es lo mismo, esta noche santa, Dios viene a buscarnos y quiere encontrarse con nosotros en nuestras heridas y fragilidades, allí donde la oscuridad reina.

¡Feliz noche de Pascua!