Dom
4
Mar
2012

Homilía II Domingo de Cuaresma

Año litúrgico 2011 - 2012 - (Ciclo B)

Este es mi Hijo amado; escuchadlo

Introducción

Este domingo es el domingo en el que el texto evangélico nos muestra el episodio de la Transfiguración. No existe cuaresma sin transfiguración. Es decir: sin que en medio de la reflexión sobre la debilidad moral humana, y lo que le va a costar a Jesús esa debilidad, la muerte, hacia la que la Cuaresma avanza, no se recuerde en uno de sus domingos la glorificación momentánea de Jesús: cómo el Padre está de parte de él, aunque no lo estén los hombres. Así queda anunciado que el fin no es la muerte que le infligirán los hombres, sino la gloria –ya definitiva- que el Padre le otorgó.

La primera lectura, sin embargo impresiona. Impresiona por su dureza: Dios pidiendo que un padre le sacrifique a su hijo. Lo que sucede en ese monte no tiene nada que ver con lo que sucede en la “montaña alta” a la que sube Jesús con Pedro, Santiago y Juan. Precisamente en la antífona de entrada se recuerda lo que proclama el salmo 24 “Recuerda Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas”. Ternura que parece faltar en la petición que Yahvé hace a Abraham. El autor del relato no podía expresar con más fuerza algo fundamental en la fe judía: lo único absoluto es Dios. El Dios que premia exige, lo exige todo. Porque todo se lo debe Él Abraham, el ser humano.