Dom
4
Feb
2018

Homilía V Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2017 - 2018 - (Ciclo B)

Todo el mundo te busca

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

Ojeando la agenda de Jesús

Acompañado de sus primeros discípulos, Jesús emprende su misión evangelizadora en Cafarnaún, a orillas del lago de Tiberíades, para encaminarse seguidamente por toda Galilea. Nadie le es ajeno en la intensa agenda de su actividad diaria, para la que se siente vocacionado por el irresistible impulso de su Padre Dios. Al igual que participa en la liturgia oficial de la sinagoga, se retira de vez en cuando a lugares solitarios para sumergirse en la oración personal. Es esta intimidad con Dios la que le guía y sustenta, se siente apoyado y autorizado por su presencia a la hora de atender cuidadosamente cualquier situación humana, ya sea en el espacio íntimo y familiar de la suegra de Pedro, ya sea en el espacio público de la muchedumbre conglomerada a la entrada de la casa. Las diferentes escenas que secuencian el relato nos van desvelando de esta forma cuál es la actitud bondadosa y solícita que preside el plan salvífico de Dios manifestado en Jesús.

Le trajeron todos los enfermos y endemoniados

¿Quién no se ha sentido concernido en algún momento de su vida por la sabia reflexión que nos deja en la primera lectura el fragmento del libro de Job? La corta y penosa vida del hombre sobre la tierra, al igual que la del esclavo que suspira por la sombra o la del jornalero que espera su salario, transcurre “en meses de desengaño y en noches de sufrimiento”. La palabra de Job presta de este modo su voz a todos los enfermos y endemoniados de que habla el evangelio. Nos muestra el rostro malherido y sufriente de tantas personas postradas, agobiadas, afligidas, deprimidas, ninguneadas, desheredadas…, ese largo etcétera que desfila a diario ante los ojos de todos y a las que tan poca atención solemos prestar. Rostros desfigurados por el dolor y la angustia, perdidos entre el anonimato de la muchedumbre, en busca de una solución a sus males. 

Jesús sí que se acercaba a todos ellos. Les mostraba el rostro indulgente y bondadoso de la salvación de Dios, el Yahvé, nuestra justicia anunciado por los profetas (Jr 23,6), el Dios amigo de los pobres que sana los corazones quebrantados y venda sus heridas celebrado por el salmista en el salmo responsorial. ¿No estaban en boca de todos sus gestos de atención, de solicitud y de servicio, su benéfica benevolencia? Pablo, apóstol de Jesucristo, nos muestra en la segunda lectura idéntica actitud evangélica haciéndose débil con los débiles para de esta manera llegar a todos: me he hecho todo a todos para salvar a toda costa a algunos. La primera generación de cristianos encontró en él un auténtico referente de sus vidas.

El ADN del evangelizador

Esta es la misión que comparte Jesús con sus discípulos: para eso ha venido (Mc 1,38). Para mostrar el mismo camino adoptado por Dios en su manera de acoger y abrazar incondicionalmente la debilidad humana. Un camino que comienza por los más cercanos del espacio íntimo y familiar de la casa de Simón y de Andrés, que les llevará a continuación a la muchedumbre que se arremolina en torno a su puerta y que les abrirá finalmente el horizonte de los pueblos vecinos para hacer extensiva la Palabra de Dios por toda la Galilea. La misión no sabe de límites ni fronteras, como tampoco las tiene la humanidad sufriente abriendo sus manos tendidas.

Oración y servicio, en unidad indisoluble, configuran las dos caras del evangelizador. Mientras sus discípulos duermen, Jesús busca la intimidad con Dios en la soledad de la alborada. El posterior tono quejoso de los discípulos: todos te buscan, denota su incomprensión (lo mismo que les ocurrió a sus padres cuando, todavía un niño, le encontraron entre los doctores del templo). La estrategia de Jesús es clara y contundente: les invita a seguirle por los caminos de toda Galilea proclamando la Buena Nueva. No hará falta ningún otro aprendizaje a la hora de ir disipando sus dudas.