Dom
4
Nov
2012

Homilía XXXI Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2011 - 2012 - (Ciclo B)

Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas

Comentario bíblico
de Fr. Gerardo Sánchez Mielgo - (1937-2019)



Primera lectura: Deuteronomio 6,2-6.

Marco: El fragmento Dt 6,2-6 está integrado en la introducción al segundo discurso de Moisés. Seis siglos después de la peregrinación pro el desierto los deuteronomistas hacen una valoración, iluminada por la predicación profética, de la historia transcurrida. Estos teólogos oradores centran la atención en algunos grandes elementos de la fe de Israel. El primero de ellos corresponde al fragmento de hoy: sólo hay un Dios al que hay que reconocer, adorar y amar.

Reflexiones:

¡Así prolongarás tu vida!

Escucha los mandamientos y preceptos que te mando, y ponlos por obra para que te vaya bien y crezcas. La experiencia histórica de Israel nos ha enseñado que el primer mandamiento de la alianza estipulada entre Dios (soberano) y su pueblo (vasallo) había sido quebrantado con frecuencia. La Historia de la salvación es una historia humana. Israel llega a la Tierra Prometida, habitada por muchos pueblos con sus dioses, con la promesa y la presencia de su Dios, que les sacó de la esclavitud de Egipto. Este Dios de Israel se presenta y se revela como el único; un Dios celoso que no admite rivales; un Dios de la vida que sale garante a favor de Israel. Pero el Dios de Israel es espiritual, trascendente, que prohíbe toda clase de representación visible. Esta característica dificultará en el pueblo la aceptación fiel de la realidad invisible de su Dios. Será necesaria una larga etapa en la que la pedagogía de Dios, su paciencia y misericordia permitan al pueblo superar las dificultades. Por eso el encuentro de este pueblo, con su fe monoteísta, con los pueblos asentados en Palestina supuso un peligro permanente que no superaron fácilmente., La predicación profética insistió una y otra vez en la denuncia de la idolatría. En la comprensión antigua, el dios estaba muy ligado a la tierra del pueblo que lo adora. Esta dolorosa experiencia de repetidas claudicaciones es la que subyace a este discurso de los predicadores deuteronomistas convencidos de su fe monoteísta. No teorizan sobre la unicidad de Dios. Es una urgencia para la subsistencia del pueblo elegido. Es una cuestión de vida o muerte: si obedeces, Israel, vivirás.

Segunda lectura: Hebreos 7,23-28.

Marco: Este fragmento está integrado en la parte consagrada a Jesús, Sacerdote semejante a Melquisedec.

Reflexiones:

¡Jesús, Sacerdote que permanece para siempre!

Jesús, como permanece para siempre, tiene el sacerdocio que no pasa. El autor de la Carta a los Hebreos contrapone constantemente el sacerdocio de Cristo con el sacerdocio antiguo y afirma que es sustancialmente superior porque se fundamenta en su propia naturaleza que es eterna. Por la Encarnación, Jesús es el puente definitivo entre Dios y los hombres; por su vida entre los hombres es modelo ejemplar de comunión y servicio; por su Muerte y Resurrección hace que su sacrificio sea único y para siempre; por su Exaltación a la derecha del Padre permanece durante toda la eternidad. Por ello el sacerdocio de Cristo es sustancialmente superior al de Aarón y sus descendientes. El discípulo de Jesús, al experimentar esta realidad, es urgido a ser su testigo en su experiencia cristiana, en su vida familiar, en su convivencia y en sus relaciones sociales y laborales, en medio de los hombres, porque desde el Bautismo participa de este carácter sacerdotal de Jesús además de su carácter real y profético. Un creyente es, en medio del mundo, también puente entre Dios y los hombres por su testimonio y su compromiso en servicio de todos y porque puede santificar lo cotidiano y la naturaleza gracias a su carácter sacerdotal recibido de Cristo.

Evangelio: Marcos 12,28-34.

Marco: El conjunto de Mc 11,27-12,44 recoge una gran parte de lo que podríamos llamar el ministerio de Jesús en Jerusalén después de la entrada triunfal y la expulsión de los vendedores del templo. Y, más en concreto, el conjunto podría titularse: controversias de Jesús con los dirigentes del judaísmo. Es sorprendente que en esta corta etapa del ministerio plantearon a Jesús cuestiones sustanciales, de carácter doctrinal y práctico, sobre la identidad de Jesús, sobre la autoridad de Jesús, sobre la resurrección y el futuro del hombre, sobre su actitud frente al tributo al César, sobre el mandamiento principal

Reflexiones:

1ª: ¡El mandamiento principal: escuchar y amar a Dios sobre todas las cosas!

¿Qué mandamiento es el primero de todos?: Escucha, Israel,... y amarán al Señor tu Dios con todo tu corazón... Aunque pueda parecernos sorprendente, en tiempos de Jesús los rabinos discutían vivamente sobre la gradación de los mandamientos. Y se interrogan en sus escuelas realmente cuál era el mandamiento principal. Entre sus respuestas hay para todos los gustos porque cualquiera de los mandamientos podía ser considerado como el principal. A la pregunta, bien intencionada como se puede apreciar por el contexto, de un letrado Jesús remite a la fuente original. Cuando le plantearon el urgente y grave problema sobre el divorcio también remitió a las fuentes, al proyecto original del Dios Creador. En este caso remite a los orígenes de la alianza. En realidad, cita el texto del Deuteronomio que acabamos de comentar. Pero Jesús añade algo nuevo que lo distingue no en la letra sino en la realidad, a saber, la relación con él mismo. Las palabras del Deuteronomio en sus labios (sea que corresponda al Jesús histórico o lo haya visto así la Iglesia primitiva) orientan la reflexión por otras vías. Tanto la persona misma de Jesús como su misión garantizan la validez permanente de las palabras de la Escritura. Jesús remite al monoteísmo con toda su autoridad. Jesús nos revela definitivamente el rostro de Dios, el Padre que está en los cielos al enseñarnos: os ama a través de mi persona, de mi revelación y de mi actuación. Escuchar a Dios es escuchar a Jesús; escuchar a Jesús es escuchar a Dios. Pero esa escucha se realiza a través de la Encarnación, es decir, Dios personalmente presente en medio de los hombres en un hombre llamado Jesús. Y amar a Dios sobre todas las cosas, es hacerlo a través de él y gracias a él. Es decir, el mandamiento veterotestamentario se ha convertido, en labios de Jesús, en un mandamiento cristiano. Un mandamiento que podrá realizarse sólo si el hombre se pone en marcha en el discipulado y tratando de realizar ese mismo comportamiento en sus vidas.

2ª: ¡Amarás a tu prójimo como a ti mismo!

El segundo es éste: Amarás al prójimo como a ti mismo. No hay mandamiento mayor que estos.
Esta es la gran novedad aportada por Jesús: promulgar el primer mandamiento único pero con dos partes integrantes e inseparables. Amar a Dios se expresa en el amor al prójimo porque el que ama a Aquel de quien hemos nacido amará consecuentemente al creado por Él que es el hombre. Esta simbiosis de los dos mandamientos es una de las grandes novedades aportadas por Jesús. San Juan afirmará en sus Cartas: nadie puede amar a Dios a quien no ve si no ama a su hermano al que ve (1Jn 4,20). Y todavía añade el mismo autor: y que vuestro amor no sea de boquilla y de palabra, sino verdadero y con gestos creíbles. Toda la revelación se concentra en estos dos mandamientos. No hay mandamiento mayor que estos. Y Jesús los proclama con su palabra que interpreta auténticamente la voluntad de Dios, su Padre y con sus gestos que reflejan y encarnan el amor invisible de Dios. El amor de Dios es eso: lo que Jesús hace con los hombres. Y estos hombres o mujeres son leprosos, pobres, cargados de debilidades, pecadores, necesitados y marginados. Ahí, en su vida, se refleja el amor de Dios. En adelante el amor de Dios es cristiano, es decir, contemplado en la figura de Jesús y a través de Él. En todo prójimo se esconde Jesús: Yo soy Jesús a quien tú persigues... Lo que hicisteis a cada uno de estos mis más pequeños hermanos a mi me lo hicisteis. Sólo desde esta realidad se entiende la enseñanza de Jesús. Nuestro mundo necesita urgentemente que la Iglesia se interrogue sinceramente sobre esta realidad. Es el signo que hace creíble la misión y tarea de la Iglesia en medio del mundo. Así de concreto, de profundo y de cristiano. Jesús quiso que fuéramos a Dios a través de cuantos a nuestro alrededor claman por una dignidad humana mayor, por una libertad personal sincera, por una solidaridad eficaz, por un signo creíble del rostro verdadero de Dios, por el cumplimiento profundo de su anhelo de felicidad.

Fr. Gerardo Sánchez Mielgo

Fr. Gerardo Sánchez Mielgo
(1937-2019)