Dom
27
Sep
2009

Homilía Vigésimo sexto Domingo del Tiempo Ordinario

Año litúrgico 2008 - 2009 - (Ciclo B)

El que no está contra nosotros está a favior nuestro

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

Los seguidores de Jesús somos aquellos que intentamos responder una pregunta: Y  Tú, ¿quién eres? Para responder a esta pregunta no se necesitan cálculos intelectuales, sino un encuentro con nuestra vida, con la Vida. Sabemos que vamos por buen camino cuando vivimos la Vida, cuando vivir se convierte en un crecer, en un caminar en felicidad.

  • ¿A quién y para qué da Yavéh, Dios, su Espíritu?

En la primera lectura nos encontramos un relato de profecía, cuya trama es muy parecida a la de Evangelio. No sabemos de qué profetizaba, el contenido de la profecía, pero si sabemos que había un grupo de personas que profetizaban. Profetizar, más allá de la denuncia que sabemos que conlleva toda profecía, es discernir. Para poder profetizar se necesita discernimiento, es decir, la capacidad de saber lo qué es apropiado, agradable, justo, bueno en ese momento. Lo bueno no es sólo lo moralmente aceptable, sino también aquello en donde nuestros actos, lo que hacemos, lo hacemos a favor de la vida. Por esto, el bien moral y el bien de la persona coinciden: no podemos ser totalmente felices mientras haya personas que no son felices. La Vida, la felicidad, siempre busca abrirse campo, ensancharse, busca reproducirse, generar más vida, más felicidad.

  • “La avaricia rompe el saco”

Una pista que nos da Santiago en su carta para caminar a favor de la Vida es el famoso refrán de la sabiduría popular: la avaricia rompe el saco. La profecía, que nos habla la primera lectura, no casa con la avaricia, con el tener; casa con el ser. La advertencia de Santiago es la siguiente: quien se centra en el tener y no en el ser, en la identidad, no alcanza la Vida. No hay un juicio moral en la lectura; hay una constatación de la realidad: la abundancia en el tener no permite fluir la Vida. Si nos preocupamos del tener y de todos sus disfraces, todo tarde o temprano quedará apolillado. Es simplemente una invitación interrogativa la que nos hace Santiago: ¿optas por el camino de la muerte (del tener) u optas por el camino de la Vida (de la identidad, del ser)? No depende nada más que de nosotros. La avaricia rompe el saco.

  • “Más vale tarde que nunca”

¡Maravillosas palabras de Marcos que pone en boca de Jesús! La pauta que nos da Jesús para caminar en favor de la Vida es la siguiente: opta siempre por la Vida, por la Felcidad. El peligro es cuando nos queremos hacer poseedores de la Verdad o colonos de la Verdad. Es entonces cuando nos encontramos en las antípodas de la Verdad. La Verdad se come con humildad.

Pero, ¿qué es eso de optar por la Vida? Nuestra vida está hecha a base de opciones, grandes o pequeñas, pero opciones. En todas las opciones ponemos en juegos nuestra capacidad de decidir. Pero no siempre decidimos acertadamente. Muchas veces optamos por las expectativas que hay sobre nosotros, otras veces por la imagen, otras por miedo… y así un puñado de motores de muerte que impulsan nuestra vida. En cambio, el Evangelio de hoy nos lleva optar siempre desde aquello que para nosotros es Vida. La Vida es patrimonio de la humanidad. Todos la llevamos inscrita en nuestro corazón. ¿Quién no ha tenido la experiencia de estar en Vida, de sentirse pleno, feliz? 

Optar por la Vida puede llevarnos a pensar en el sufrimiento. Por mucho dolor, que a primera vista, pueda presentar optar por la Vida, siempre es un dolor a corto plazo, con fecha de caducidad; mientras que el dolor, el sufrimiento, de optar por un camino de muerte perdura, va echando raíces en nosotros, de tal manera que ya no somos nosotros mismos, sino alguien desconocido hasta por nosotros mismos.

Trás estas pautas podemos entender las palabras de Jesús:  “Si tu mano te hace caer, córtatela: más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos al infierno, al fuego que no se apaga. Y, si tu pie te hace caer, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que ser echado con los dos pies al infierno. Y, si tu ojo te hace caer, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el reino de Dios, que ser echado con los dos ojos al infierno, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga”

Arrancarnos todo aquello que nos hace optar por la muerte. Conlleva un dolor superficial, epidérmico, pero no dolor existencial. Optar por la muerte es optar por el sufrimiento existencial. Nosotros tenemos la llave, no Dios. Nosotros hemos de arrancarnos el brazo, el pié, la oreja…, Dios nos asegura la felicidad al optar por caminar en virtud de la vida.