Dom
27
Nov
2016

Homilía I Domingo de Adviento

Año litúrgico 2016 - 2017 - (Ciclo A)

Manteneos despiertos, no sabéis ni día ni la hora

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

  • ¿Cómo antes? ¿Cómo siempre?

El “antes” no está, el “cómo siempre”, no es cierto. El pasado no podemos remediarlo; el “siempre” es exagerado. Más oportuno, quizá, sea pensar: “en ocasiones”, “algunas veces”, todo depende de muchas variables. Sin embargo, precisamos de la historia, como no podemos prescindir de la memoria.

“Lo que pasó en tiempos de Noé…” (37) El Génesis nos cuenta: “Al ver el Señor que en la tierra crecía la maldad del hombre y que toda su actitud era siempre perversa, se arrepintió de haber creado al hombre en la tierra y le peso de corazón” (6,5-6). El texto evangélico no parece que nos hable de la maldad del hombre, sino más bien de la despreocupación. Estamos tan preocupados por lo inmediato y lo particular, lo cotidiano, que pasamos por la vida y la vida no pasa por nosotros. “¡Que cada uno se las arregle!”. Y el anuncio no es un diluvio, nos recuerda que Cristo es juez y, por tanto, al final lo que prevalecerá será su verdad, Él es la verdad. Y camina con nosotros, el Emmanuel, “Dios con nosotros”.

La historia nos ayuda a comprender el presente y en caso de buscar soluciones no sirven las que se dieron entonces, se precisan soluciones nuevas. Insisto, nos ayuda a interpretar y comprender el presente que es una consecuencia del pasado. La memoria, no es un almacén de cosas, de experiencias; más bien es el motor que nos mueve a hacer, a responder, nos da pistas.

Sin perder el hilo, lo mismos que en tiempos de Noé la gente pudo gritar: “¡Por qué no avisaste, no nos diste tiempo!” Hoy, no nos serviría decir: “¡Avísanos!” Sería igual… No es cuestión de que se nos avise, el secreto es estar atentos, vigilantes…

  • Estad vigilantes. Sed conscientes

“Por tanto manteneos despiertos…”(42) Esta es la actitud que se nos pide, estad vigilantes, es lo mínimo para no conformarse con pasar por la vida. Ese estar despierto no sólo para lo material, que para la Escritura sería “estar dormido”, sino despierto para ser conscientes de nuestra realidad humana, que nos sorprende y nos proporciona certezas que parecen estar más allá de nosotros mismos, y lo están, lo son, la riqueza espiritual de la que es capaz el ser humano en el que Dios forma parte de su vida. Porque Dios está ahí. Dios está y es en el corazón de cada ser humano. Si no estoy espabilado no me voy a enterar. No voy a oír, ni sabré leer, lo que veo, lo que siento, lo que tengo delante de mí, como esa palabra o esa pregunta, que se me ofrece para crecer, para ser más humano, para saberme hijo de Dios. Porque nada viene de fuera, y hasta el mismo Dios, viene desde dentro.
¿Os imagináis la tristeza del que no se entera de nada? No vive mas tranquilo porque no vive, vegeta… Si, también, a veces, es mejor no saber… Pero es que estar vigilantes, ser conscientes, no es una cuestión de simple curiosidad, de saber el cómo o el cuándo, es un compromiso, no es una alternativa. El compromiso me humaniza y da un carácter de “sobriedad” a mi vida, y no se despista ni huye de la cruz, sino que se esta dispuesto al servicio, a la donación, y no encuentra sentido al hecho de conservar. En el texto de Lucas paralelo a este de Mateo leemos: ”Quien se empeñe en conservar la vida la perderá, pero quien la pierda la conservará” (17,33)

  • Actuar, no “por si acaso” sino con responsabilidad.

Cuando algo está integrado, forma parte de uno mismo, de su vida, no plantea ni se plantea preguntas que tengan que ver con “cuándo” o con “cómo”, no es la curiosidad lo que prevalece, sino la necesidad de expresarlo en nuestra vida, con nuestra vida. Hay cuestiones, circunstancias, que tienen que ver con su oportunidad o con su utilidad. Como por ejemplo la imagen que nos presenta el texto evangélico: “Ya comprendéis que si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, se quedaría en vela y no lo dejaría abrir un boquete en su casa.” (43) Cuando alguien sospecha o la experiencia le dice que puede ocurrir tal o cual catástrofe, pone los medios para evitarlo. Sin embargo, la preocupación por el “cuándo” y el “cómo” de la promesa de Dios, de la obra de Dios, desvirtúa la fe, la confianza en Dios, ya que esa fe y esa confianza no es algo que debo guardar o recordar, traerla a mi vida, sólo ante el peligro, cuando me convenga, no es algo a utilizar como un remedio, etc. … Hemos de tener presente que la salvación es un hecho. Dios Padre, a través de su Hijo, ha hecho realidad nuestra salvación. Por tanto, no consiste tanto en esperar, más bien consiste en actuar, en vivir desde esta certeza y así merecer lo que ya tenemos. Estar vigilantes, estar atentos, es lo mismo que decir: vivir responsablemente. Preparemos el camino, hagamos realidad lo que ya tenemos y esperamos, seamos activos en la construcción de un mundo nuevo. Vivir desde esta responsabilidad es vivir desde la fe y la confianza que profesamos al Señor.