Dom
21
Jun
2020

Homilía XII Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2019 - 2020 - (Ciclo A)

No tengáis miedo

Comentario bíblico
de Fr. Gerardo Sánchez Mielgo - (1937-2019)



Primera lectura: (Jeremías 20,10-13)

Marco: El contexto es el final de una sección del libro de Jeremías que contiene las así llamadas «confesiones de Jeremías» que sólo se pueden comprender teniendo en cuenta estos dos extremos: la exquisita delicadeza espiritual de este profeta; adornado con una sensibilidad desbordante; amaba a su pueblo desde lo más profundo de su corazón. Por otra parte, Jeremías contempla a un pueblo desorientado en su vida religiosa y social que deja mucho que desear. Jeremías es el profeta de la justicia*. Las confesiones en este contexto significan la expresión más profunda de su experiencia religiosa.

Reflexiones

1ª) ¡Las consecuencias de una misión!

He escuchado las calumnias de la gente:«¡Terror por todas partes! ¡Denunciadlo, vamos a denunciarlo!» La oposición contra Jeremías crece; su tensión interna alcanza su cota más elevada. Esta confesión contiene tres partes que expresan la delicada y dolorosa situación del profeta. La primera parte se centra en la queja amarga del profeta al verse obligado a predicar lo que no le gusta, porque tiene que anunciar destrucción, ruina, devastación. Jeremías es un modelo acabado, hasta donde se puede alcanzar en el Antiguo Testamento, de sufrimiento por su pueblo, por las desgracias de los demás. Por eso se le suele evocar como anuncio de Jesús entregado al sufrimiento y a la muerte por todos. Le habría gustado centrar su predicación en otras realidades: la paz, el bienestar, relaciones de comunión, una vida apacible para el pueblo de Dios que sigue fielmente sus directrices manifestadas en la alianza del Sinaí. Pero esa alianza está rota. El pueblo se encuentra en una difícil situación que avocará a la destrucción de Jerusalén. Todas estas realidades se agolpan en el corazón del profeta y provocan un hondo desgarramiento interior. Ese es el clima espiritual de estas confesiones. Jeremías es un modelo y un punto de referencia para todos aquellos que tanto ayer como hoy se debaten en su intimidad entre la fidelidad a sus sentimientos y la generosidad en el cumplimiento de la tarea.

2ª) ¡Es posible superar todas las dificultades cuando se pone en Dios la esperanza!

Pero el Señor está conmigo como un héroe poderoso... Pero Jeremías mantiene con firmeza su plena confianza en Dios que le ha elegido y le acompaña en su misión. Tiene la plena seguridad de que Dios, quien sondea los corazones de todos, es testigo especial de la situación de su profeta. Y no le abandona. Esta actitud de Jeremías hay que entenderla en el momento histórico que le correspondió vivir: la comprensión de la remuneración en el más allá no era todavía una conquista segura en la espiritualidad de Israel. Por eso Jeremías quiere ver la paga de sus adversarios aquí y ahora. Pero la salida final es la alabanza a Dios y la insistente intercesión por sus enemigos. Constituye una perla en medio de la crisis gravísima por la que pasa Judá y Jerusalén. Hoy como ayer no entendemos con facilidad el sentido del sufrimiento, las dificultades y la oposición.

Segunda lectura: (Romanos 5,12-15)

Marco: Es el mismo contexto general que la lectura del domingo anterior. La lectura confronta las dos figuras centrales de la historia humana: Adán y Cristo. Y al confrontarla, realiza también un paralelismo constante entre las consecuencias de la decisión de Adán al elegir al margen de la voluntad de Dios y la obra de Cristo que ha realizado, restaurándolo, aquel proyecto original. Pablo contempla la humanidad como una unidad con un origen común y a partir de esta realidad entiende la oferta restauradora, con creces, de la obra de Cristo.

Reflexiones

1ª) ¡La situación actual de la humanidad es fruto de la decisión libre de un hombre!

Lo mismo que por un hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres porque todos pecaron. Más allá de interpretaciones que se puedan ofrecer, hay un punto de encuentro importante. Un dato evidente es el estado de la humanidad en todos los órdenes. El autor de Gn 3 y Pablo contemplan que el enigma de la muerte escapa a las posibilidades de los hombres y no tiene fácil explicación; ambos contemplan que los anticipos de la muerte son descorazonadores: el sufrimiento en todos los órdenes; la insolidaridad entre las naciones y entre las personas; las esclavitudes extendidas por todas partes; el desprecio de la dignidad de la persona humana; las dificultades para llevar una vida en armonía y bienestar; la amenaza constante que pesa sobre los hombres por la duda del futuro. Dios no es la causa de esta situación, porque Dios es bueno y fuente de vida y de concordia. Para ambos teólogos (Pablo y autor del relato del Génesis) la prueba definitiva es la experiencia de la muerte. El enigma de la muerte, que alcanza a toda la humanidad, sigue angustiando el corazón del hombre de hoy y no atina a encontrar la respuesta adecuada al anhelo de vida para siempre que lleva en su corazón firme y misteriosamente impreso. Esta realidad provoca graves interrogantes: ¿Es verdad que el hombre fue creado para vida? ¿Es verdad que el proyecto de Dios era un proyecto de vida? ¿Cómo y por qué se ha llegado a esta situación? ¿Existe alguna realidad que desborde la observación y experiencia intramundana? ¿Cómo es posible que un Dios bueno y omnipotente permita esta desgarradora realidad experimentada por todos? Ciertamente sólo quien sabe plantearse problema que alcanzan a la realidad humana buscará la respuesta adecuada y satisfactoria en la Palabra de Dios y en el acontecimiento de Jesús.

2ª) ¡No hay proporción entre la culpa y el don!

Gracias a un solo hombre, Jesucristo, la benevolencia y el don de Dios desbordaron sobre todos. Pablo insiste en la gran novedad del Evangelio: el proyecto original de Dios desborda la realidad que los hombres perciben y experimentan. Cierto que la realidad es abrumadora y, al parecer, sin solución. Cierto, recuerda Pablo, que la gravedad de la situación humana hay que tomarla en su justa medida, sin paliativos. Esa es la fuerza de la argumentación de Pablo. El intento de tomar otro camino no resolvería el problema del hombre y, además, desdibujaría o deformaría lo que Dios ofrece en Cristo Jesús. Las consecuencias de la culpa alcanzan, misteriosamente, a todos, pero la obra de Cristo es más universal, más profunda y más completa. El don de Dios desborda sobre todos. El proyecto universal de salvación es una oferta real por parte de Dios y es una luz nueva que debe alcanzar igualmente a toda la humanidad. Pablo sabe que Cristo es el Salvador de todos, aunque no todos tengan ahora conciencia refleja de esta realidad. El Dios fiel que en su Hijo ofrece a la humanidad una posibilidad nueva de vida y de vida permanente y perenne, incluso más allá de la muerte biológica o natural que experimentamos, es una oferta firme y que alcanza a todos. Hoy necesitamos volver a la convicción que Pablo transmite: los males de la humanidad tienen una solución: Jesús de Nazaret con su vida, su obra y su palabra. Él es la clave de interpretación para los hombres. Con las palabras de Pablo “gracias a un solo hombre”, Jesús es presentado como universal y único, pero no excluyente. Todo valor humano tiene sentido en Él y por Él. Los discípulos de Jesús somos llamados a anunciar con nuestra fe coherente esta gran esperanza al mundo de hoy en el que vivimos. Y esta oferta ha de ser presentada con credibilidad tanto mediante la evangelización como mediante el testimonio.

Evangelio: (Mateo 10, 26-33)

Marco: Seguimos proclamando el discurso misionero o apostólico.

Reflexiones

1ª) ¡No tengáis miedo por la coherencia de vuestra misión!

No tengáis miedo a los hombres... Lo que se pide a los discípulos es que en la misión se dejen guiar por la sinceridad y lealtad al encargo recibido. No deben detenerse en la acogida que de su mensaje hagan los hombres. Ellos deben fijar su atención en la autenticidad y pureza del Evangelio. Este debe ser anunciado aunque provoque dificultades o «escozor» (como le gustaba decir a san Juan Crisóstomo) en los oyentes. El Evangelio no admite arreglos ni adaptaciones que lleven consigo la adulteración de su contenido. No tengáis miedo porque vuestro Padre, les dice Jesús una y otra vez, conoce el corazón humano. Él sabe las intenciones de los hombres. Vosotros cuidad la oferta que les hacéis al anunciarles el Evangelio. Jesús, según nos cuenta Juan, en la Cena ya había previsto que el Evangelio tendría que adaptarse a los tiempos y a las circunstancias de la historia cambiante, para eso les enviaría el Espíritu que les recordaría todo lo que él dijo, es decir, les alentaría en la tarea dificultosa de mantener la fidelidad y practicar la creatividad necesaria (Jn 14,24). Los anunciadores de hoy necesitan dirigir la mirada en la misma dirección. Hoy necesita nuestro mundo que se les presente el Evangelio de forma inteligible y asimilable. Ciertamente. Pero estos consejos del Maestro nos advierten a todos que la creatividad, necesaria e imprescindible, sólo será auténtica si se mantiene en equilibrio con la fidelidad. Los elementos centrales del evangelio no admiten adulteraciones. Pero necesitan siempre y constantemente adaptaciones para que sean inteligibles. Es necesario actuar guiados por el Espíritu y atentos a los signos de los tiempos.

2ª) ¡Los hombres no están predispuestos a responder al evangelio con coherencia!

No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Jesús sigue dando consejos ejemplarizados en imágenes asequibles y expresivas. El Maestro anuncia a sus futuros misioneros y testigos que son llamados al martirio. Este discurso ha sido elaborado con palabras de Jesús, pero con la iluminación que proporcionó a los apóstoles el acontecimiento pascual. Ya no es posible leer las palabras de Jesús sin esta clave esencial. Ya ha ocurrido el martirio del Mártir por antonomasia. La fidelidad a su misión condujo al Maestro hasta la cruz. Que sus enviados no esperen otra salida a su tarea. Pero es un martirio doloroso y glorioso a la vez. Ese es el secreto de la esperanza cristiana: posibilidad real de ser feliz en medio de la aflicción. ¡No tengáis miedo!. ¡El futuro es de vida y de esperanza, porque Dios tiene en sus manos el destino de todos y es un destino de vida inmarcesible!. Y mucho más para los enviados y portavoces de su Hijo. La luz de la resurrección y la vida ilumina el camino y la tarea misionera. Presentación realista y esperanzadora a la vez. El Espíritu realiza con ellos el testimonio (Jn 15,26). También aquí el Evangelio sigue teniendo vigencia hoy. Los llamados hoy, hombres y mujeres, para la tarea evangelizadora son invitados a mirarse en este discurso de Jesús como en el espejo principal para la misión. Se nos invita hoy también a correr el riesgo de sufrir el martirio cruento o incruento (a plazos, en frase de Martín Descalzo). Se nos invita a pedir al Dios de la vida que conceda a sus mensajeros un talante de fortaleza en el mundo de hoy que les disponga al don sincero de la vida por la causa del Evangelio que es la causa de Jesús y la auténtica causa de los hombres.

3ª) ¡Garantía final del testimonio a favor del Evangelio!

Yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo... El centro y contenido de la misión y del Evangelio es Jesús mismo. El testimonio unánime del Nuevo Testamento nos enseña que el objeto y la realidad del Evangelio que ha de ser anunciado a los hombres es Jesús mismo en primer lugar. Es insustituible esta realidad para que se produzca una verdadera evangelización. Esta consiste en el anuncio de Jesús en el que el Padre ha ofrecido a los hombres, de manera totalmente gratuita y universal, su amor misericordioso. Los apóstoles, fieles al mandato, anunciaron por todas partes a Jesús, es decir, al hombre en el que actuaba Dios y que vivió entre los hombres, a Jesús de Nazaret hombre real y enviado definitivo de Dios. Anunciaban que este Jesús era el verdadero Mesías en el que se cumplieron las esperanzas de Israel; anunciaban también que este Jesús es el verdadero y único Señor, es decir, Dios mismo volcándose en la salvación de los hombres; anunciaban su realidad total al proclamar y pregonar su Nombre; y, finalmente, anunciaban a todos los hombres que la cruz y la resurrección son la expresión definitiva del amor y del poder de Dios. Pero este Evangelio es escandaloso para los judíos y locura para los griegos. Jesús les advierte que centrarlo todo en su Persona era definitivo. Eso sí, a su fidelidad en favor suyo en la tierra corresponderá su fidelidad a favor suyo ante el Padre. Esa es la garantía que les ofrece y que deberá alentar siempre la misión. Las circunstancias actuales no son más favorables para el anuncio del Evangelio. La observación de la realidad que nos rodea nos invita a una más acrisolada fidelidad y a una apertura valiente. Los hombres y mujeres de nuestro tiempo no están más dispuestos a escuchar y acoger el Evangelio. ¡Y lo necesitan acaso más que nunca! Los discípulos y anunciadores están urgidos a tomar con toda su seriedad la tarea del anuncio de forma que sea creíble y asumible por todos ellos.

Fr. Gerardo Sánchez Mielgo

Fr. Gerardo Sánchez Mielgo
(1937-2019)