Dom
28
Jun
2020

Homilía XIII Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2019 - 2020 - (Ciclo A)

El que pierda su vida por mí...

Introducción

Las palabras de Jesús según el evangelio de Mateo de hoy son muy desconcertantes, exigentes y comprometedoras y no admiten componendas para quien desee ser discípulo de Jesús. “El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí”. Aunque estemos tentados, no son para hacer de ellas un acomodo “espiritual” y quitarles toda la fuerza que encierran, porque encierran el rasgo fundamental de la Iglesia de Jesús, que, según este texto de Mateo, es la fidelidad al Maestro, que consiste ineludiblemente en poner en práctica su forma de vida y el contenido de su predicación, fundamentalmente las bienaventuranzas. En caso de que tengamos como prioritarias otras fidelidades, simplemente no somos la Iglesia de Jesús. De todo ello se sigue que la Iglesia de Jesús no “es”, sino que se “va haciendo” Iglesia cuando los que la formamos acreditamos nuestra misión en la obediencia al Señor y en la vida consecuente con esto. La Iglesia no es una realidad ideal e inmutable, hecha por Dios con toda la perfección sin nuestro concurso, como proclamamos en el credo (una, santa, católica y apostólica), sino que siempre es Iglesia en marcha y nunca acabada, de discípulos fieles y, al mismo tiempo, pecadores. Además, la noción de discípulo no permite hacer distinciones radicales dentro de la Iglesia, sino que equipara a todos los discípulos y discípulas en la misión y en la autoridad que les confiere y encarga Jesús.

Las palabras que Mateo pone en boca de Jesús nos obligan a dar otro rostro a la Iglesia de hoy. Una determinada forma de actuar decide claramente si pertenecemos o no a la Iglesia de Jesús. Hoy Mateo nos diría que la fidelidad al Maestro y al Reino de Dios no es compatible con la fidelidad a nuestro modo de vida actual, en el que la ganancia económica de unos pocos está por encima de todo y a costa de la vida de muchísimas personas en nuestro planeta. Quien prefiera guardar fidelidad a este mundo de la producción y del consumo, que convierte todo en mercancía, que expolia sin medida a la naturaleza y que deja a millones de personas en el más absoluto desamparo, tendrá que preguntarse seriamente, ante las palabras de Jesús, si esta fidelidad es compatible con guardarle fidelidad a Él y al Reino de Dios.